Radisson al debe
Cuando supe que
lanzarían la nueva carta del restaurante Brick del hotel Radisson, imaginé que
me encontraría con una propuesta similar o mejor a las conocidas anteriormente,
donde el genio y la figura de varios chefs como Joel Solorza (en sus
comienzos), Mathieu Michel y Franck Dieudoneé, dejaron huellas imborrables.
Tras el alejamiento de este último chef, el Brick desapareció de la movida
gastronómica capitalina, y tras un par de años fuera del circuito, los
ejecutivos del hotel decidieron dar un
paso adelante y presentar su nuevo chef, Walter Toro; su gerente de A&B,
Fernando Barra y parte de la nueva carta, que supuestamente me cautivaría.
- Quisimos apartarnos
de la influencia francesa –comentaron-, y posicionarnos en una gastronomía con
raíces chilenas. Ante eso, y previo aperitivo con burbujas, expectante esperé
el comienzo de la degustación que partió con un sauvignon blanc de Santa Ema y
un Cebiche del Elqui (7.200), con reineta, palta y papaya en una buena
combinación de sabores. No será típicamente chileno el cebiche, pensé, pero
este plato ya está totalmente adaptado a nuestras costumbres. Ante mi asombro, luego
aparece un Roll con gratín de queso crema acompañado de un tiradito nikkei de
atún (6.200). Ahí descubrí que la propuesta no era chilena ni criolla, sino más
bien internacional. Una crema de lentejas (4.200) fue lo último degustado de
los entrantes, crema que estaba acompañada de un muffin de longaniza de
Chillán. ¿Qué hace un muffin dentro de un plato de sopa? Ojalá sea sólo
problema de idioma.
Walter Toro, el chef
(o cocinero mayor, por así decirlo), recibe las instrucciones de su jefe de
Alimentos y Bebidas y de ellos es la propuesta de esta carta que en sus
comienzos tenía impresa la cantidad de calorías que aporta cada plato al
costado del precio. A tiempo se percataron que el negocio del comer va más allá
del conteo de calorías y abortaron la idea. Mientras comentábamos los pro y los
contras de esta saludable iniciativa, el chef se preparaba con los platos de
fondo que estaban maridados con merlot 2006 de Casa Lapostolle y chardonnay
Reserva Especial Tabalí. Un medallón de queso fresco apanado en panco, con
salsa de arándanos y acompañado de papa macaire (tortilla de papas) y
vegetales, fue el inicio de esta segunda parte. Luego, quizá lo mejor de la
presentación: Garrón de cordero en cocción lenta al carménère (14.100) con
charquicán de papas nativas. Rico, sabroso y contundente plato. Seguimos con
una lasaña de verduras con salsa pomodoro (7.200) a la cual le faltaba gracia y
sabor, a pesar de lo bonita de la presentación; finalizando con un perfecto
Congrio frito (10.100) con queso parmesano, sobre puré de arvejas y coronado
con una mini ensalada chilena.

Definitivamente esta
carta está a años luz de las propuestas anteriores de este lugar. Durante años
el Brick se caracterizó por tener una gastronomía sólida que le permitió entrar
en las grandes ligas de los restaurantes capitalinos. Esta carta es posible que
tenga buenas intenciones, pero no cautivará a los verdaderos gourmets. La dejo
pasar si es una carta de transición mientras el equipo se consolida, pero, si
no hacen una pronta reingeniería del menú, el Brick perderá todos los atributos
y honores que le costó años conseguir. (Juantonio Eymin)
Brick, Hotel Radisson Plaza, Av. Vitacura 2610, Las Condes, fono 2433 9000