martes, 1 de diciembre de 2015

LA NOTA DE LA SEMANA


 
¿CUÁL ES EL MEJOR RESTAURANTE?

La pregunta de siempre. Casi toda la gente que conozco, al saber mi oficio no duda en hacer la misma pregunta. Y diez, quince o veinte veces tengo que responder lo mismo: “todo depende de lo que quieras comer”. Y es cierto. Comer en un restaurante ya no es fácil ya que la elección depende de muchos factores. Incluso el ánimo del comensal.

¿Cuántos restaurantes están en nuestra memoria? ¿Diez? ¿Veinte? Es posible que algunos archiven algunos más pero todos repiten una lista hasta el cansancio. Pero cuando les explicamos que en la capital existen miles de establecimientos, de decenas de especialidades y precios, es posible que ahí comprendan que no es nada de fácil escoger lo mejor. Muchas veces los comensales se dejan llevar por el ideario colectivo y la elección no es la más correcta.

¿Español, peruano, chino, francés, italiano, preguntamos? ¿Mantel largo o precio / calidad? ¿Estacionamiento para que no le desvalijen el auto mientras come? ¿Buen servicio? ¿Buena comida? Estas son parte de las variables que hay que tener en cuenta a la hora de salir a almorzar o cenar fuera. Se puede tener la mejor experiencia gastronómica de la vida, pero si al salir se encuentra con un parte empadronado pegado en el vidrio del auto, de seguro no volverá nunca más a ese lugar.

Pero insisten en conocer la madre del cordero. Es posible que quieran sentirse participes de un buen comentario: el mejor es “Fulanito”. Y si nuestro interrogador lo conoce, se sentirá feliz de haber estado un día en ese lugar. Si no es así, lo archiva para más adelante, para conocer lo que los expertos dicen.

A veces dan miedo mis propias respuestas ya que por omisión se pueden dejar de lado buenos lugares para una comida de calidad. Ir a comer ostras con champagne al Ritz es un must, tanto como unos callitos en el Carrer Nou. Pero muchas veces y no necesariamente lo que a uno le agrada le gusta al resto. Nuestro ejercicio es entregar sensaciones a nuestros lectores y guiarlos en esta maraña de locales que invaden la capital. En regiones es más sencillo y menos selectivo. Pero tampoco deja de ser importante el desarrollo que se ha visto fuera de la capital para ofrecer una digna gastronomía.

Más que optar por el mejor restaurante, la idea es dejarse llevar por la oferta que tienen los locales. Nada se saca con pedir un lomo con papas duquesas o una ensalada César cuando se pueden descubrir miles de sabores que incrementaran el conocimiento gastronómico. Hay que atreverse a degustar novedades, aprender a diferenciar un lenguado de una corvina. A conocer el sabor de las mil y una especias que nos brindan los restaurantes. Eso es lo importante. El resto, la gran lista de los mejores de la ciudad, es solo para las medallas respectivas. El paladar se cultiva comiendo de todo (o probando de todo). Y como bien dice un gran amigo cocinero copiando el dicho de Ferrán Adrià: “una buena sardina es mejor que una mala langosta”.  

Tenemos restaurantes para regodearnos y de ellos, más de un centenar de grandes ejemplos. Hay de todo y para todos. Pero acá lo importante es innovar con las nuevas propuestas de los chefs. Vamos a deleitarnos con la buena mesa y no preguntar por los mejores… ya que hay muchos y para todos los paladares (Juantonio Eymin)