martes, 8 de diciembre de 2015

NOVEDADES


EL COLA DE MONO
Mitos y leyendas de esta popular bebida navideña

Tengo asociada a mi infancia la memoria del popular trago de esa época, el cola de mono o “col’e mono”, cuando mi madre preparaba una olla de varios litros para pasar todo el mes de diciembre con "algo" para recibir a las visitas sedientas que aparecían en mi concurrida casa en aquellos años. Lo potenciaba con aguardiente, recuerdo, a la usanza de las familias populares, pues en mi clan casi nunca se veía el cogñac ni el vodka. A los menores de la tribu nos hacía una versión sin alcohol, onda café con leche, pero era inevitable que los grandotes se distrajeran y atacáramos la ponchera aromática de los adultos con cucharones de sopa, velozmente metidos por la puerta entreabierta del viejo frigeraide. Habrá sido, acaso, mi primera y moderada ingesta alcohólica.

No está del todo claro el surgimiento del cola de mono ni la razón de tan estrafalaria denominación para un trago, sin embargo algunos proponen que, inicialmente, se hacía también con anís, además o en lugar del aguardiente. Según esta teoría, el producto era envasado en las mismas botellas en que llegaba el licor de anís, correspondiente a la marca española "Anís Refinado Vicente Bosch", más popularmente conocido como “Anís del Mono” por su etiqueta. Era la única marca que lo producía desde 1870. Otros aseguran que sólo se usaba la botella del famoso anís, muy bella y apreciada en América, pero no su contenido, pues el cola de mono siempre se habría hecho a base de aguardiente. Como sea, se mantenía la etiqueta en la botella a la venta y el ponche envasado en ella comenzó a ser llamado por ello “cola de mono”, aludiendo al logotipo del anís que es, precisamente, un mono.

Otra teoría sobre el origen y la denominación del producto la aporta el costumbrista chileno Manuel Antonio Román en su “Diccionario de Chilenismos y otras Voces y Locuciones Viciosas”, donde propone que sería el color marrón o café del cola de mono lo que habría inspirado su particular nombre. Puede que esta asociación efectivamente se haya hecho pero, para nuestra opinión, es difícil que la sociedad chilena del siglo XIX o principios del XX haya estado tan familiarizada con el color del pelaje dominante entre los primates como para darle su nombre a un ponche, a partir de ello. Algo más debe haber entremedio.

Un dato especialmente concreto lo entrega Eugenio Pereira Salas en sus “Apuntes para la Historia de la Cocina Chilena”, donde declara de manera categórica que la creadora del ponche sería una comerciante del sector Parque Almagro en calle San Diego, por ahí después del cambio de siglo: “Juana Flores, la creadora del “cola de mono”, variación de los tradicionales ponches en leche con malicia, con su bien oliente agregado de esencia de café y vainilla, murió de mal de amores en su querido barrio de la Plaza de Almagro en su rincón acogedor y coqueto al lado del boliche del “uruguayo” y frente al Coq Hardi, con su tabladillo superior en que los habitués ensayaban sus “gracias”.”

Pero la teoría más aceptada, probablemente por ser la más simpática y no exactamente la más respaldada con pruebas, es que el nacimiento del cola de mono se lo debemos a una anécdota de don Pedro Montt, Presidente de Chile entre 1906 y 1910. Dicen que el Presidente Montt se encontraba asistiendo una fiesta en su honor en la casa de doña Filomena Cortés viuda de Bascuñán, muy conocida en esos entonces por sus elegantes y exquisitos banquetes, como el que ofrecía aquella noche de invierno al Mandatario, mientras afuera llovía copiosamente. Pero Montt creyó en algún momento que ya era demasiado tarde y anunció que se retiraría a pesar de la lluvia, pidiendo de vuelta su revólver marca Colt para irse. Luego de presionarlo, lograron convencerle de que se quedase. Sin embargo, a esas alturas de la fiesta todo el vino y el licor se habían acabado, por lo que comenzaron a trajinar la cocina de doña Filomena para encontrar algo con qué seguir regando la fiesta. Y dieron, en el proceso, con una jarra llena de café con leche. En un arranque de creatividad, mezclaron este contenido con aguardiente, azúcar y especias de repostería, logrando una bebida maravillosamente sabrosa y agradable al paladar, que bautizaron de inmediato como el “Colt de Montt”, aludiendo a su arma. Desde entonces, la receta ha derivado en algunas versiones relativamente distintas entre sí, pero con una base de ingredientes común y propia: leche, aguardiente, café, azúcar, vainilla, clavos de olor, canela y nuez moscada. De preferencia frío, por lo que algunos especulan informalmente, también, alguna relación entre la parte del nombre cola con las palabra inglesa cold, equivalentes a frío o fresco.

Versiones alternativas de esta historia, dicen que Montt llegó con unas armas Colt de regalo oficial tras una gira en la que, además, había aprendido una receta de ponche que repitió y adaptó acá (aunque se dice que lo conoció en Europa, Estados Unidos o Perú, según cada relato) y que fuera llamado “Colt de Montt” en esta situación. Otros dicen que fue su empleada o cocinera la que lo había aprendido en Europa y se lo habría enseñado. Como sea su verdadero origen, sin embargo, pasó desde las mesas aristócratas hasta las de manteles de arpillera o de pita de los estratos más bajos, convirtiéndose en un trago popular por la facilidad de la receta y lo barato de los ingredientes. Sin embargo, como el populacho desconocía la historia original que le dio el nombre, comenzó a llamarlo por corrupción fonética cola de mono. Otros aseguran, en cambio, que el Presidente Montt era llamado desde antes por sus amigos como “El Mono Montt”, por lo que el trago estaría asociado al concepto simio desde que fuera bautizado por primera vez, en la fiesta de doña Filomena.

Por alguna razón, el tiempo le dio al cola de mono una temporada de preferencia en el consumo popular, tal como a la chicha en las Fiestas Patrias. En este caso, diciembre: la Navidad y el Año Nuevo, tomándolo con frecuencia mientras se pica pan de pascua como acompañamiento, pese a los esfuerzos de los comerciantes por estimular su consumo sin temporadas y por todo el año. Sólo en puertos como Valparaíso y menormente en San Antonio parece ser que se lo toma como un trago apropiado para las fiestas dieciocheras. Tal vez la fuerte sensación refrescante que produce, además de la doble estimulación de la cafeína y el alcohol, lo hacen más apropiado para las calurosas semanas en los albores del verano meriodional.

Algunos famosos bares y restaurantes de Santiago fomentaron su consumo y preservaron la tradición originaria, como los desaparecidos “Chez Henry” y “Cinzano”. Actualmente, son famosos los cola de mono del “Ciro’s Bar” de calle Bandera, el “Nuria” del Portal Fernández Concha y del “Bar Nacional” de Huérfanos, local, éste último, que asegura anualmente por estas fechas, comerciar el mejor cola de mono de todos, envasado por sus propios dueños. En lo más popular está la cantina "El Quinto Patio" de calle Gandarillas junto a La Vega Chica, que ha vendido por cerca de sesenta años una receta propia y secreta de cola de mono muy cotizada en el barrio. (Recopilación: JAE)