martes, 9 de agosto de 2016

LA NOTA DE LA SEMANA


 
EL PLACER DE VOLAR

Hace algunos años el sólo hecho de volar nos provocaba sensaciones de felicidad. Viajar en avión siempre ha sido para nosotros un sinónimo de placer, descanso o aventuras, algo muy ligado a nuestra calidad de habitantes del último lugar del planeta y por lo mismo, con unas ganas locas de embarcarse en un avión y conocer tierras lejanas.

Lo que antes era un deleite, hoy es un desagrado. Los aeropuertos se han convertido en presas fáciles del terrorismo y las medidas que toman los gobiernos (en todos los países del mundo) son extremas. En un aeropuerto TODOS somos sospechosos. Seamos del color, raza o provenientes de oriente o del occidente. Y esa sospecha se transforma en horas y horas de espera para tomar un vuelo. Una o más revisiones en que más te vale no llevar consigo la autoestima, es pan de cada día en los aeropuertos del mundo. En definitiva, se ha perdido el glamour.

Los aeropuertos ya no son lo que alguna vez conocimos. Cada día más gigantescos, enmarañados y complejos, dificultan los traslados entre terminales para tomar otros vuelos, cosa poco agradable en aeropuertos de tránsito. Obvio, tampoco esperen una sonrisa del personal o vigilantes del lugar. No te olvides que eres un terrorista, un traficante o un inmigrante ilegal desde que ingresas hasta que salgas de sus límites.

Lo que antes odiábamos, como la aduana, es hoy la nada en comparación a los otros agentes aeroportuarios. Cuando por fin llegas a tu destino aún no se termina todo ya que hay que esperar las maletas. Otra larga y tediosa espera que hay que soportar.

Como estamos en el fin del mundo, es difícil reemplazar el avión para dirigirse a otro país. Argentina, Perú y Bolivia entre los cercanos. El resto, volando y soportando todas las reglas, normas y decálogos de los aeropuertos actuales. A decir verdad sería bueno tener un manual del “cómo viajar en avión sin que te jodan”. El autor se haría millonario. (JAE)