martes, 6 de septiembre de 2016

EL REGRESO DE DON EXE


 
AFTER OFFICE

- ¿Así que chupando con los amigotes, eh?
- ¡No te entiendo!
- No te hagas el de las chacras, Exe. No te resulta.
- Aun no te entiendo, preciosa.

De mal modo toma una revista que tenía en el sofá y me la pasa.

- Averígualo solito y tómate tu tiempo. Yo ahora salgo con una amiga a un after office.
- ¿After qué?
- After office, menso.

Estaba tan emputecida que mi instinto de supervivencia no me dejó decirle que ella me había dejado meses mientras apagaba incendios en  la Araucanía, pero me contuve y tras el portazo que dio me quedé solo y con la revista en cuestión. No tenía idea pero en esas páginas estaba yo, bebiendo en un sinnúmero de lugares. Ahí me acordé que un amigo periodista me había pedido ayuda para buscar los mejores Negroni de la capital. Pero nunca pensé que pondría fotos con nombre y apellido. Leyendo la crónica me enteré que habíamos visitado doce locales. Y lógicamente doce tragos (al menos). ¡Con razón mi paquita estaba furiosa!

No quise esperarla ya que no valía la pena. Dejé en su refrigerador una nota avisándole que me retiraba de su covacha que le pasaban los pacos, ya que no pretendía estar solo allí. Como aún era temprano y mi día no podía terminar de esa abrupta manera, llamé por teléfono a Colomba, una jovial argentinita que tiene un ambigú en Providencia. ¿Me invitas a cenar? -pregunté con mi mejor voz de conquistador y ella sin desvanecerse -ya que nadie se desmaya por mí a estas alturas de la vida-, me contesta que feliz lo haría, pero que tiene un par de problemas familiares que le impedirán estar en el boliche.

Opción uno: un fracaso. Me acordé de Adelita pero me contestaron que estaba en Miami en un curso; de Jacinta, y otra vez fallé ya que estaba visitando el nuevo casino de Ovalle. ¡Michelle, ella sí!... pero otro error ya que era su día libre. Tras cinco llamados posteriores a Maca, Eva, Renata y Agustina (incluida a la Perlita, la secre del jefe), llegué a la conclusión que mi after office sería muy latero. Menos mal que no me deprimo, ya que ese día estaba para el suicidio. ¿Dónde mierdas quedaba mi fama? ¿Qué dirían si ven tomándome un trago sin compañía en algún tugurio de mala muerte?

Mala cosa.

Con la puteada de mi Sofía no tenía hambre. Traté de llamar al autor de la crónica de la discordia para salir a tomar un trago entre hombres. Para variar su móvil no contestaba. Caminé por la calle Cienfuegos con la mirada puesta en las rayitas que hace el cemento entre un bloque y otro de la acera. ¿Por qué no habrá un bar en esta calle?, feliz habría entrado a uno a beber un Martini en vodka.

Sin horizontes de algo entretenido, regresé a mi terruño. Al llegar me encuentro debajo de la puerta con un parte de los pacos donde en su reverso y con un plumón rojo Sofía había escrito “Perdona Exe, fueron celos”.

¿Celos? ¿De qué? ¿De un par de tragos? ¡Mujeres! Con razón dicen que no hay que entenderlas, sólo hay que quererlas.

Casi dormía cuando sonó mi celular. Pensé que era Sofía pero era Adelita.
- Querido… te llamo desde Miami… ¡supe que me andabas buscando!
- Cierto, pero ya pasó.
- Nada de eso. Te espero el jueves a cenar. ¡Tengo mucho que contarte!
- Pero…
- Nada de peros, Exe. El jueves a las nueve de la noche. ¡Te llevo de regalo unas colleras de cuero chévere!

Yo sé que a nadie le falta Dios, pero aquí la están tirando con pala. Ahora, y con la cueva que ando, capaz que aparezca el domingo en las sociales de El Mercurio cenando con Adelita.

Definitivamente tendré que irme paso a paso. Los incendios se apagan de a uno y no todos juntos. ¿Qué hago si Colomba también llama para invitarme a cenar?

Tiene razón mi paquita cuando dice que me voy a ir al cielo –o al infierno- en pelotas, con una copa en la mano y una corbata puesta como cintillo indio en la cabeza y que seré titular en “La Cuarta”. Definitivamente no soy un buen ejemplo.

Pero lo comido y lo bailado…

Exequiel Quintanilla