EL INCENDIO DEL BALI HAI
La
sangre es roja brillante y luego oscura. La de los caídos. La farándula y las
redes sociales nos predisponen a gozar con los restaurantes que caen en
desgracia. Cerró Fulanito, comentan mientras sonríen maquiavélicamente… pronto
caerá Zutano y Mengano está pasando por muchas dificultades, aseguran. Se sabe
más de los derrotados que de los florecientes. Poco interesa que un restaurante
tenga buenos resultados. Más importan las quiebras, los cambios de propietarios
o de chefs. Sangre es el leitmotiv.
Y
desgraciadamente nos estamos acostumbrando. Ya no leemos con entusiasmo las
críticas gastronómicas. Ahí no hay grandes emociones. Buscamos las desgracias
de los otros para satisfacer nuestros más ocultos instintos. Nunca nos enteramos
de los sacrificios y de las inversiones que existen tras la puesta en marcha de
un local. Le damos la espalda a ello.
Este
lunes amanecimos con la noticia de un incendio en el Bali-Hai. Un restaurante
que a pesar de todos los comentarios –buenos y malos- es uno de los más
conocidos y visitados de nuestra capital. Miles de turistas han disfrutado de
sus espectáculos ya que es uno de los pocos restaurantes que incluye un show
mientras se cena. Su gastronomía no es buena –más bien regular -, ya que bien
es sabido que las agencias de viaje estrujan a los restaurantes para mandarles
a sus pasajeros. Si mal no recuerdo, en nuestra capital, aparte del Bali-Hai,
este tipo de espectáculos sólo es posible verlos en Los Adobes de Argomedo y en
Los Buenos Muchachos. Tres restaurantes para una ciudad de siete millones de
habitantes y cinco millones de turistas anuales.
En
las redes sociales hicieron un festín con el incendio. Sin respetar la historia
ni la trascendencia del lugar, a muchos les encantó saber que las llamas habían
destruido parte de nuestra historia turística. Lo hicieron “bolsa” sin misericordia alguna, como si mantener en
pie un restaurante durante 37 años fuese algo absolutamente normal. ¿Alguien
puede tirar la primera piedra?
¿Estamos
tan mal como para llegar a estas instancias? ¿A qué se debe tanta hostilidad?
Hay
algo que se llama ética y eso se aprende con los años. Personalmente creo que
la crítica –y ese es mi oficio- causa un efecto positivo en la gastronomía.
Pero pasar de la crítica a la “mala leche” no es conveniente para nadie… y
reemplazar el limón por “Limón Soda” –la gaseosa-, aparte de ser un comentario
estúpido, no le hace nada de bien a nuestra industria. (JAE)