TODO PARTIÓ CON UNA VACUNA
Ustedes
sabrán que vivo solo. Es realmente una forma de vida maravillosa ya que nadie
molesta ni nada altera el ánimo. Sin embargo a comienzos de otoño los días se
ponen un poco más tristes y a veces –tonteras de viejo- dan ganas de tener
compañía -femenina en mi caso-; aunque también sé que es un fenómeno pasajero y
que se me pasará dentro de unas horas.
Es
una estupidez, lo sé, pero el sábado amanecí tarde y de inmediato me sentí
solo. Pensé llamar a Sofía –mi paquita- para que me reconfortara, pero me
acordé que la habían enviado de comisión de servicio a Ercilla, esas bravas
tierras ancestrales y esa hora debería estar contando camiones quemados. ¿Qué
mierdas hago ahora - me pregunté-, mientras con pocas ganas me vestía para no
hacer nada de nada?
Comencé
a odiar todo. A decir verdad, no era mi día.
Tal
sería mi lata que incluso llamé a Jeremías, mi nieto favorito, para que me
acompañara, “Lo siento Exe, me contestó al otro lado de Santiago, tengo un asado
con unas minitas que conocí ayer”
Hacer
nada en estas circunstancias definitivamente no es una buena solución, así que
agarré un sweater grueso, ya que está comenzando a hacer más frío, y partí a
vacunarme contra la influenza. Por último, con el pinchazo me sentiría vivo.
En
un dos por tres estaba en la farmacia. En realidad las hay en todas las
esquinas. Saqué un número y me llaman de inmediato. “Señor, ¿dígame?”
-
Me quiero vacunar contra la influenza.
- ¡Uy!… llego justo. En cinco minutos se va nuestra enfermera.- ¡Uy!, qué suerte, le contesté, remedándola.
- ¿Tiene alguna enfermedad?
- ¡Todas!, linda. ¡Todas!
- ¡Ay!… ¡usté que es! -Le pregunto si usa corticoides.
- ¡Ay!, me va a creer que no tengo idea ni siquiera que son esas cosas… ¿Son similares a los preservativos?
- No caballero… No es lo mismo, precisamente… Acá está su vacuna. Son $ 8.990. ¿Quiere dejar 10 pesos para la Fundación…
- ¿Tengo que pagarle a la enfermera?
- No señor. Está incluida en el precio.
Me
hicieron pasar a una salita pequeña donde había una camilla, un lavatorio, dos
sillas y un pequeño escritorio. Me senté y comencé a mirar alrededor. Jugué un
rato con unos elásticos gruesos y después, de aburrido, inflé un aparato para
tomar la presión. En eso tocan la puerta y aparece ella… la enfermera.
-
¿Usted es don Exequiel?
-
Si me dices Exe me sentiré mucho mejor. ¿Cómo te llamas?- Jenny.
- Un agrado conocerte Jenny. ¿Soy tu último paciente?
Se
sentó a mi lado y se le subió su delantalcito blanco por arriba de sus muslos.
No hizo ademán de bajarse el delantal y me dice ¿Se sacaría la camisa por
favor? Así trabajo más tranquila.
Mientras
procedo a mi propio striptease, ella lava cuidadosamente sus manitos en el
lavatorio y luego coge una toalla desechable para secarse. Regresa con la aguja
en ristre y nuevamente se sienta en la silla, ahora incluso más osada que la
vez anterior ya que alcancé a divisar su diminuto churrín de color verde agua.
Me concentré en sus lindas piernas y no sentí
nada. Al momento dice: ¡listo!, ¡qué valiente es usted!
-
¿Dónde vas a almorzar Jenny?, le pregunté mientras me vestía.
- Bueno, tenía planeado ir al Dominó de Pedro de Valdivia a comer algo y de ahí
al cine. - ¿Te puedo acompañar al Dominó? ¡Yo pago! Así te doy las gracias por tus buenas manos (y buenas piernas iba a decir, pero me contuve).
- ¿Tu mujer no te espera en casa?
- Vivo solo Jenny. Soy viudo. (Y conste que no era mentira)
- ¡Pobrecito! Yo feliz que me acompañes. A decir verdad me siento sola ya que la semana pasada me patearon.
Así
se alinean los planetas. Yo solo y con nostalgia, ella sola y con sed de
venganza. Tomamos un taxi hasta el Dominó y Jenny, aun vestida de enfermera se
mandó al buche una vienesa chacarera y otra con tocino. Yo, un lomito Luco, con
queso fundido a la plancha. Dos cervezas para cada uno y su delantal cada vez
le quedaba más corto.
- ¿Vamos ahora al cine, Exe?
- ¿Qué te gusta ver, Jenny?- Soy fanática por las películas románticas.
- ¿Viste Los Puentes de Madison?
- ¡Nooo!… ¡Me encantaría! ¿En qué cine podemos verla?
- Si quieres la vemos en mi departamento. ¡La tengo en DVD! Además, aunque no lo creas, me molesta un poco el brazo, mentí.
- ¡Pobrecito! Eso se cura con un masajito y un poquito de hielo.
- ¿Vamos por los Puentes de Madison?
Regresamos
a mi covacha y preparé el sofá del living con la “mise en place”
correspondiente. A un costado, una botella de ron y una de coca-cola + papitas
fritas y otras cochinadas. Me tincaba que podía gustarle esa popular
combinación. Puse la película y mientras ella miraba con lágrimas en los ojos
cómo el fotógrafo se enamoraba de la dueña de casa –y viceversa-, yo me
deleitaba con sus medidas anatómicas. En un momento de emociones, se acurrucó y
me dio un suave beso…
Despertamos
a las 10 de la noche muertos de hambre. En algún momento la película paso a
segundo plano y poco importaba. - ¿Tengo hambre? ¿Tienes algo para comer?
Le
presté un chaleco grueso para que se lo pusiera arriba de su delantalcito y
partimos a La Chimenea, un clásico de la bohemia del centro de la capital. Jorgito,
el amo del lugar nos ve llegar y al ver mi cara de agobiado aplica su plan de
emergencia. “Tengo erizos recién llegados” me cuenta. ¿La señorita querrá algo
similar?, pregunta con voz socarrona.
De
fondo, lomo con puré picante para Jenny y unas guatitas a la jardinera para mí.
Quedamos exhaustos cerca de la medianoche. Le digo que es tarde para que se
regrese a su casa y le ofrezco mis dependencias.
- ¿Cómo está su bracito?
- Creo que aún le falta un poquito de masajes, respondí.
Desperté
el domingo cuando sentí aroma a café inundando mi departamento. También escuché
la ducha funcionando. En medio minuto recordé toda esta historia que les estoy
contando.
-
Está fresca la mañana, ¿me prestas este sweater para no resfriarme cuando
regrese a casa?
- Llévalo, es tuyo.
Bebimos
un café de esos potentes. Saqué del lector de DVD la película que ella no
terminó de ver y se la regalé. Yo la había visto siete veces y ya no me
emocionaba tanto. Me dio un beso, las gracias y se fue. ¡Anda a la farmacia uno
de estos días!, me dice. ¡No sabes lo bien que hacen los masajes en el brazo!
Cuando
se alinean los planetas… a nadie le falta un dios.
Exequiel Quintanilla