QUERIDO DIARIO…
Era
un secreto. Desde chico me gustó escribir. Una vez y por error, alguien me
regaló un diario de vida. Era de color rojo y tenía hasta un candado. ¿Por qué
no?, me pregunté, y desde los doce años escribo de vez en cuando algo
interesante que pasa en mi vida. Claro está que en la actualidad ya no es un
diario… son mis Condumios.
A
decir verdad, llené un montón de ellos antes que llegara la computación y hoy
escribo en la red y guardo celosamente mis andanzas y pesares en la nube
tecnológica. No sé la razón del por qué me acordé de los primeros cuadernos que
completé y que aún están guardados en un ordinario baúl en la casa familiar
ubicada cerca de Chillán. Allá vive mi primo Axe (¿se acuerdan del condenado?),
y como me avisó que venía a Santiago por un par de días – obvio que a mi
departamento-, le pedí que abriera el baúl y sacara los tres primeros diarios
ya que estaban enumerados.
-
¿Eres mariquita?, me preguntó de inmediato.
-
¿Por?-¿Cómo se te ocurre escribir diarios de vida?
- Mira Axe. En esa época vivía en el campo y poco y nada tenía que hacer.
- Yo también vivía en el campo, -contesta-, -pero nunca me dio por esas mariconadas. ¡Pero te los llevaré! Anda eso si a buscarme el viernes al terminal.
Llegó
como a las siete de la tarde.
Cuando
mi paquita lo supo, puso el grito en el cielo. “Te aseguro que van a terminar
en una casa de huifas”, sentenció. Yo, serio y acordándome de la calaña de Axe,
le respondí que ya no estaba para esos trotes y que si ella quería, nos
acompañaba a cenar.
-
Con tu primo ni a misa, respondió. -Es capaz de pedir vuelto cuando pasen
pidiendo la limosna.
-¡Primo!,
me dice llegando. Le traje de Renaico unas tortillitas de rescoldo y un quesito
de cabeza entre otras cositas. ¡También sus diarios de vida! No sabe cuánto me
entretuve leyéndolos. ¿Es cierto que te comiste a la Rosita?
Huaso
bruto. No debí confiar en él. Pero a lo hecho, pecho. -¡Vengo con platita
iñor!, dice. ¡Esta vez no me pierdo las minas de la capital, gancho!
Tiró
su maleta arriba de la cama de la habitación de las visitas, pasó al baño y a
los tres minutos estaba listo para salir. “No quiero perder el tiempo, primito.
¿Dónde vamos?
-¿Tienes
hambre?
-
Más que el Chavo del Ocho, primito. ¿Dónde me llevará? ¡Yo pago!
Tomamos
un taxi y salimos del centro. Al poco rato el auto llegábamos a La Cascade,
allá Vitacura arriba.
- ¡‘Tás la quinta de recreo bonita! ¿Hay baile y guachitas aquí?
Le
dije que sólo comeríamos. -“Es uno de los mejores restaurantes de la capital”,
comenté. Axe se acercó al taxista y le dice: - “Usté no se me mueve de aquí.
¿Cuánto cobra por hora?
-
25 lucas más la bencina, responde el taxista.
-
Tome… ahí tiene 50 a cuenta… Cuando salgamos quiero que esté esperándonos. ¿OK,
amigo?- De todas maneras, señor.
- ¡Y vaya pensando donde nos llevará después!
- ¿Conoce el Passapoga?
- ¿Qué es esa hueá, Exe?, me pregunta.
- Cenemos primero, dije algo compungido… de ahí vemos lo que haremos.
Pobre
Axe: quería pipeño y tuvo que beber champagne francés; las patitas de chancho
con ají rojo se la cambiaron por una brandade a la provenzal y el lomo a lo
pobre con pebre y ensalada chilena se lo reemplazaron por una merluza austral
con salsa de morillas. Se lo comió todo. A la hora de los postres pidió un mote
con huesillos y un mozo le hizo unas Crêpes Suzette en la mesa.
-
En Santiago no se come bien, pariente. Fue lo único que dijo.
- Eso te pasa por confiado.
- Puta que son malos aquí en la capital, iñor. Malos y cagaos… Con lo que pagué con esta comida siútica, en Renaico me habría comido una vaca entera. Quedé con hambre primito. En este boliche dan puras muestras. ¿Hay algún lugar donde comerse una parrillada de las que me gustan?
Cuento corto. Visitamos La Uruguaya y finalizamos en la Fuente Alemana. En cada uno de esos lugares Axe comió y bebió como cosaco. Yo sólo me serví una papita hervida y una prieta de esas generosas. Lo llevé a casa bastante malito. No se acordaba del Passapoga ni nada parecido. Llegando, se tiró en la cama y se puso a dormir. Le saqué los zapatos y lo cubrí con una frazada.
4 de junio
Querido diario:
Tengo dose años y hoy comienso a
escribir los abatares de mi existensiaia en Renaico. Recién me regalaron este
diario de vida junto a un lápis BIC que no conosía. Acá todo es con lápis a
mina. Mina como la Aurorita que hoy levantó su vestido y me mostró sus calzones
de lana. Ella tiene 13 y dice que va a ser monja cuando grande. Yo no le creo
mucho ya que a la Aurorita le gusta mirar a los caballos cuando se aparean…y
eso no es de monjita. Además se pinta las uñas de las manos y los pieces con la
pintura que le roba a su mamá. A mi me gusta la idea de atracar con ella, pero
me da miedo. ¿Qué hago si quiere repetir lo que hacen los pingos en el fundo?Hasta pronto, querido diario…
Exequiel Quintanilla