LA CHORRILLANA
Típica y noctámbula
Escribo
esta nota el día de la chorrillana. Por su nombre, muchos piensan que es un
plato peruano adaptado a nuestro país, pero definitivamente esta mezcla de
papas fritas, cebolla al vapor, carne frita y huevos, nació en Valparaíso hace
cuarenta y cinco años en una sede de suboficiales de Carabineros en retiro.
Allí, en el J. Cruz Martínez, Casino Social, los noctámbulos de la época y
luego de una gran farra, terminaban comiendo esta suculenta preparación antes
de regresar a sus casas.
Pero
como la historia no está escrita y tiene muchos mitos urbanos, también se habla
de una ciudad llena de estudiantes que llegaron a estudiar a la Universidad y
que necesitaban una carga de alimentos abundantes y de bajo precio. De ahí se
extendió por todo el país y ya no existe ciudad que no tenga una versión propia
de este gran plato.
La
chorrillana es como la piscola o el cabernet matapenquero: no destiñe en las
madrugadas y es plato preferido de muchos chilenos.
En
épocas donde nuestros chefs buscan productos endémicos y rarezas para
confeccionarnos una carta llena de sabores y aromas, la chorrillana sigue viva.
Es popular y transversal: gusta a pobres y a ricos. Ojala uno de estos años se
considere como uno de nuestros platos nacionales con más arrastre entre nuestra
población. Nació de la pobreza y quiéranlo o no, la gran mayoría de las grandes
recetas que se han creado en el mundo, nacieron por necesidad. Aceite, cuatro
ingredientes más sal y pimienta, para una cocina de un Valparaíso que no quiere
morir y que orgullosa nos entrega una de sus grandes creaciones. (JAE)