LA SANTISIMA TRINIDAD GASTRONÓMICA
Un
polémico libro escrito por Michael Moss, reportero de New York Times y ganador
del Pulitzer, revela cómo la industria alimentaria usa la ciencia para seducir
a la población y lograr que sea más atractiva.
Muchas de las estrategias se centran en lo que él llama una “trinidad
perniciosa”: el aprovechamiento de la sal, el azúcar y la grasa. Modificaciones
microscópicas, estudios mecánicos de la boca e, incluso, el uso de imágenes
cerebrales son algunos de los trucos que él identifica. “Lo que hoy sabemos es
que, como animales, nuestros paladares disfrutan de la sal, el azúcar y la
grasa.
Es
cierto que las grandes cadenas de comida invierten en I+D (investigación y
desarrollo), ya que poseen dinero destinado a ello. La clave de todo está en
esa “trinidad” de sal, azúcar y grasa, y de ahí las investigaciones han logrado
grandes beneficios para las multinacionales de la cocina. Aun así, lejos de los
grandes centros de investigación, el negocio alimentario chileno es similar.
Nuestra cocina también se basa en la investigación de las necesidades de los
clientes y el cómo poder darles en el gusto. A nadie se le ocurriría ir a un
restaurante si lo que se ofrece es soso y propio de comida para enfermos.
Hace
varios años, Sebastián Maturana, un inquieto chef de la capital instaló un
restaurante donde trató de implementar el concepto de la “comida sana”,
pretendiendo crear conciencia entre sus clientes. El resultado fue el esperado.
A los seis meses tuvo que irse para la casa.
Por
un antiimperialismo mal entendido, muchos detestan las grandes cadenas
provenientes del país del norte. Sin embargo nadie se queja ni molesta por la
gran cantidad de sangucherías que se han instalado este último tiempo en
nuestras ciudades, ni nadie se preocupa de la calórica alimentación de los
niños incluso en los hogares, donde la vienesa y la hamburguesa son parte del
menú diario. En fin. Todo es una cadena donde al final los causantes de todos
estos desbarajustes alimenticios serán los restaurantes y su oferta. A la
larga, todo exceso hace daño. Y la única forma de contrarrestar los males de la
sociedad moderna es la educación desde la más tierna edad, con o sin etiquetado
alimenticio.