DE GALLINAS FELICES Y
GATOS DE BURDELES
La
diferencia de color de la cáscara de los huevos de gallina únicamente difiere
por causas genéticas ya que cada raza aporta pigmentos diferentes que se irán
depositando en el cascarón a su paso por el oviducto de la gallina. El interior del huevo no cambia, ya sea de un
color o de otro, porque el sabor y el
color interno del huevo dependen de la dieta de la gallina.
En
el fondo, el huevo es un producto bastante homogéneo, por lo que para
diferenciarlo los productores recurren a estrategias como enriquecerlos con
Omega-3, vitaminas, minerales y carotenoides, todo esto a través de la comida
que se les da a las gallinas.
¿Y
la yema más naranja? Para los chilenos un huevo con yema más oscura es más sano
y mejor, en tanto que en otros países los consumidores prefieren las yemas más
pálidas. Sin embargo, las diferencias de color también están dadas por la dieta
que siga la gallina: si consume mucho pasto, sus huevos tendrán una yema más
naranja. O sea, el manejo de las características de los huevos lo hace la
industria.
Lo
mismo pasa con los gatos de prostíbulo. El gato es otro de los personajes
novelescos que moran en las casas de remolienda durante todo el día. Equivalía
al perro faldero de las prostitutas parisinas que posaron para
Toulouse-Lautrec. Si el gato no estaba paseando entre las piernas depiladas de
las "niñas", recibiendo una caricia de ninfa cada tres pasos,
ronroneaba sobre las piernas de la regenta o dormía cómodamente en las camas de
las habitaciones, además de que comía más de la cuenta ya que todas las niñas
de la casa lo alimentaban. De ahí proviene otro corolario popular chileno:
"Más flojo que gato de casa de putas", sin tomar en cuenta que la
gran mayoría de los gatos urbanos se crían como mascotas, comen alimentos
fortificados y con mucha suerte cazan polillas.
Probablemente,
el gato era el ser vivo más regaloneado de un burdel, después de la clientela,
y el único con autorización a pasear sin restricciones por todos sus rincones.
Pegarle un puntapié al minino equivalía a estrellarse con todas las mujeres de
la casa. Pasa lo mismo con las gallinas felices. Hay quienes buscan
afanosamente los huevos de estas gallinas para sentirse con la conciencia
aliviada al comer productos supuestamente más sanos, cuando la realidad es que
está alimentándose con el mismo valor nutricional pero el doble de caro, sin
tomar en cuenta que debido a que la demanda supera la oferta, la gallina feliz
se ha transformado en otra figura literaria, tanto o mejor (con todo respeto)
que el gato novelesco de las casas de putas. (JAE)