¿ES JUSTO EL COMERCIO
JUSTO?
Las
palabras son lindas y suenan a poema. Muchos cocineros y empresarios de
restaurantes ven en los pequeños productores agrícolas la novedad del siglo.
Algunos incluso predican acerca del comercio justo y de la alianza entre el
pequeño productor y su restaurante.
Es
la moda. Muchos pretenden acercar al pequeño productor para entregar en sus
restaurantes platos con un valor agregado extra: sentirse no ajenos al mundo
global ayudando a los parceleros a desarrollar su actividad. Además, predican
con pagarles un precio justo por sus productos.
¿Estamos
preparados en Chile para este concepto que alguna vez acarició Gastón Acurio en
el Perú?
Creemos
que no. La explotación siempre ha sido parte de nuestro sistema y si bien en
bonito decirlo, a nadie se le ocurriría pagar un sobreprecio a los pequeños
productores (y ni hablar de los que cultivan uvas viníferas). A decir verdad,
es una pobre estrategia de marketing y una verdadera utopía.
- ¿Tení factura?
- No patrón. - ¿Y cómo querí que te compre? Me pilla Impuestos Internos y me revienta.
- Pero si son apenas cien lechuguitas semanales, jefe. De agüita de pozo y certificá. Y se las acarreo a su negocio.
- Pero sin factura estamos sonados.
-¿Y si me consigo una con un vecino que sí tiene esas cosas que usté dice?
- Ahí si poh. Pero me la tení que vender al mismo precio y con IVA incluido.
- ¿200 más IVA?
- 150 más IVA. ¿No ves que la cosa está difícil para todos?
- ¡Pierdo plata po’ patrón!
- Ese es tu problema… no el mío. Te estaba haciendo un favor al comprarte tus lechugas.
- ¿Y me las paga al contado?
- Lo siento amigo. Acá pagamos todo a treinta días (¡Con cueva!, fue lo único que calló)
Precio
justo y comercio justo son sólo conceptos y no realidades. Todos ven
oportunidades en el negocio gastronómico y nadie se preocupa del resto de la
cadena productiva. Eso de “tus lechugas son tan buenas que te pagaré el doble
por ellas”, sinceramente es una mentira… y de las grandes.
Ojalá
desmientan este razonamiento. Seriamos los primeros en destacar una iniciativa
que sólo marea a los incautos. Por el momento, el comercio justo y el apoyo a
los pequeños productores no existe realmente. Es cierto que algunos cocineros
consiguen productos novedosos y pagan más por ellos, pero una golondrina no
hace verano. En un país tan largo como el nuestro, el distribuidor es el que
pone el precio final y cada uno se las arregla con sus propias uñas.
Duele,
pero es verdad. (JAE)