TURISTAS Y MÁS TURISTAS
Dentro
de algunos años, cuando los gurús de la economía teoricen sobre los fenómenos que
marcaron la segunda mitad del siglo XX y los principios del XXI, llegarán a la
conclusión de que la verdadera globalización no la causó ni el fin de la guerra
fría, ni la caída del comunismo, ni el iPhone. La globalización la inventaron
los turistas.
El
turismo representa el 10 % del PIB mundial (3,2
% en Chile*) y emplea al 11 % (4% en
Chile *) de la población activa del globo terráqueo (2017). Masas enteras
de proletarios ya no creemos eso de que viajar es cosa de ricos y nos movemos a
nuestras anchas por el mundo con pasajes de avión a precio ridículo, hacinados
pero felices en asientos hechos para enanos, alojándonos en hoteles que dicen
tener cuatro estrellas pero que dan precios (y servicios) de una, cenando en
camiseta de tirantes en restaurantes de una estrella Michelin, visitando con
hawaianas las catedrales, disparando los flashes del Smartphone en las narices
de la Monalisa o empujando el carrito del supermercado en bikini. ¿Deberíamos
cuidar nuestro país del turismo masivo? ¿Estamos capacitados para ello?
Los
turistas, además, son como los gases: se expanden hasta ocupar todo el volumen
disponible. Si antes era la Coca Cola la que llegaba a cualquier rincón, ahora
lo que llega es un turista. Hay turistas en el Polo Norte, en las ruinas de
Angkor, en la selva del Amazonas, en los monasterios tibetanos, en los
glaciares de Groenlandia, en las aldeas de Burkina Fasso y en la cumbre del
Everest.
*Cifras ACHET 2017