EL ESPECIALISTA
Me
tinca que la invitación no era para mí. Bueno, todo el mundo se equivoca pero
yo estaba feliz de ir con mi paquita a un asunto muy especial. Yo el vino me lo
bebo, pero no lo estudio. Nunca me he preocupado de maceraciones carbónicas,
malolácticas, pié franco, suelos ferruginosos arenosos-limosos ni demases. Para
mí, el vino es bueno o malo. Y pare de contar.
Pero
parece que la ocasión era especial. Vendría un experto francés a presentar los
vinos que elabora en distintos países del mundo. Sofía, elegante y vestida muy
veraniega, no dejaba de estar inquieta. Era la primera vez que estaría en una
sesión de cata, toda una experiencia para ella. Yo, algo más mundano (en el
mundo del vino, obvio), le recomendaba solo un par de cosillas. Que las copas
se toman por el pie y luego de beber un sorbo hay que botarlo en una especie de
pelela que pondrían a nuestra disposición.
- ¿Una pelela?
- Si, mi capitana. Debes botarlo en una especie de pelela o escupidera. Así son las catas de vino y esa es la idea.
- ¡Qué huevada más ordinaria! ¿Y todos hacen lo mismo?
- Sí. Ese es el concepto de una cata. Imagínate si bebiéramos todos los vinos que nos sirven… ¡quedaríamos hecho bolsa!
- Sabes Exe, te voy a acompañar sólo porque me muero de curiosidad. Pero eso de andar escupiendo… yo estudié en colegio de monjas.
- Te va a gustar, preciosa. Verás lo entretenido que es…
Llegamos
a la hora en punto. Nos recibe una guapa bien pechugona vestida de negro y nos endilga a uno
de los salones del hotel donde se haría la presentación. Yo pensaba que el
mundo del vino era cosa de hombres pero sorpresivamente me encuentro con bellas
chicas que con lápiz y papel en mano esperaban el comienzo de la cata. Una sala
con aire acondicionado y una larga mesa en “U” para la degustación. Diez copas
de pie alto, una botella de agua mineral y tres galletitas de soda en cada uno
de los puestos. A un lado, la famosa pelela o como quieran que se llame. Al
centro, el especialista.
¿De
qué se trataba? De conocer los distintos vinos que hace el especialista en
Francia, Portugal, España, Argentina y Chile. Hay que reconocer que el tipo se
las trae. -“Poco menos que un imperio”, me comenta Sofía tras leer las notas de
cata que teníamos frente a nuestra mesa.-“Además, interesantón el tipo” -prosiguió, mientras yo contemplaba las piernas de una coqueta chica que estaba
sentada frente a mi puesto. Partimos con dos vinos franceses. Con la misma
solemnidad de todos los presentes los catamos mientras el capo di tutti entregaba los datos técnicos. Todos ocuparon las
pelelas menos nosotros. Son pocas las oportunidades de beber buenos vinos y
¿habría que escupirlos necesariamente?
Seguimos
con un par de ejemplares portugueses. Para el sabor sudaca, bastante más
aceptables que los referentes franceses. El quinto y el sexto fueron vinos
argentinos. De Mendoza para ser más claros. Ahí me di cuenta que varios de los
presentes se lo bebían sin piedad alguna. Rico vino, incluso casi mejorcito que
los nacionales que vendrían a continuación. La presentación del especialista se
estaba animando parece.
-
Nos podrían convidar una empanada, me cuchichea Sofía al oído. Andaría regia
con este vino.
-
Linda. Esto es una cata. Con cueva nos darán al finalizar las gracias por la
asistencia, sentencié.- ¡Pero tengo hambre!
- Yo también, preciosa, pero esto es trabajo… y hay que convertirlo después en un artículo para la prensa. Así son las catas y hay que seguirlas no más…
¿Empanadas
con vinos premium? Definitivamente mi paquita andaba fuera de tiesto ese día.
Es posible que un risotto al funghi le hiciera juego, pero ¿empanadas?... En
fin, cada uno con sus gustos.
Finalizamos
con dos vinos españoles. Potentes como ellos lo saben hacer. Cercanos a nuestra
realidad vinícola. En total, diez ejemplares. Todos diferentes y todos
elaborados por la misma mano. Una demostración que bien valió la pena asistir.
Sofía
terminó con la boca y los dientes negros como si hubiera estado comiendo maqui
en el campo. Yo y todos los presentes también. – Tengo sueño, me comentó. Parece
que bebí más de la cuenta.
Es una amateur,
pensé. Para eso están los escupideros. Pero un cóctel hasta con hojitas de
parra la hizo despertar. No quiso vino. Bebimos un pisco sour que si bien no
estaba a la altura de los mejores de la ciudad, tenía sus méritos. Además,
piscolabis varios que reemplazaron el almuerzo. Abracé un par de regias
periodistas mientras Sofía hablaba en francés con el especialista. Ella se
defiende con los idiomas. Yo, con el parloteo.
Exequiel Quintanilla