PIZZAMANÍA
Masa
madre, harina italiana doble o triple cero, mozzarella (y sus variedades),
tomates italianos, rúcula, pizzaiolo, napolitana, romana, etcétera, etcétera…
son términos cada día más comunes en el vocabulario de los chilenos. ¿La
razón?: sencilla. En épocas de incertidumbre, muchos empresarios (desde los que
saben de gastronomía hasta los que no tienen idea en lo que se meten) piensan
que una pizzería es la clave del éxito en los negocios. Pizzas, pizzas y más
pizzas. Por ello donde quiera que viajemos encontraremos no uno, sino varios
expendios que gritan a los cuatro vientos que su producto es el mejor, que no
hay nada como el horno eléctrico (o gas, o leña); que la masa reposa varios
días y que su pizzaiolo viene directamente de la Toscana.
Poco
a poco la pizza se transforma en una chilenidad más. ¿O no se venden por miles
durante las fiestas patrias? Nuestro folclore se va globalizando y adoptando
sabores y gustos foráneos. No es malo pero les podría jurar que las últimas
diez pizzas que he comido y todas de diferentes lugares, son exactamente
iguales. Da lo mismo si la comí en
Santiago o en Pichilemu. Puede cambiar el ambiente pero la pizza es una eterna
copia de una masa delgada, queso, salsa de tomates y guarniciones varias. Entre
vender pizzas o rosados algodones de azúcar no hay diferencia. Y preocupa ya
que eso no es desarrollo gastronómico. Es simplemente otra forma de hacer
dinero. (JAE)