martes, 21 de agosto de 2018


 
LA CHICA DIAMANTE
Entre tanto entrar y salir de mi departamento, el sábado me percaté que el departamento contiguo estaba desocupado y que llegaban nuevos arrendatarios. A los que vivimos en estos silos humanos, poca importancia le damos al hecho. Total, casi todos los fines de semana se ven camiones con colchones y comedores entrando o saliendo. En este caso tendría vecinos nuevos. ¿Qué tal serán?, me pregunté.

No sé si será por el Alzheimer progresivo o la poca importancia del hecho, que se me olvidó por completo eso de tener nuevos vecinos. Estaba oscureciendo cuando regresé a casa luego de una partida de dominó en el Bar Nacional y como hacía frío decidí guardarme temprano. Agarré el control remoto y comencé a pasearme por todos los canales imaginables. Ley de Murphy: cuando quieres ver algo decente en la pantalla, nunca hay nada. Extrañaba a mi paquita. y para peor, los sábados no puedo contar con mis amiguitas ya que todas tienen panoramas más atractivos en la capital.

Como a nadie le falta un Dios, me sobresalté con el sonido del timbre. Pocas veces llega alguien a mi depa. Miré por el ojo mágico y descubrí una chica platinada (koleston), de pelo cortito y bastante apetecible.

Abrí la puerta y me estira la mano.

- Buenas noches señor. Soy Cony, su nueva vecina
- Un gusto señorita Cony, contesté siguiéndole el juego. Yo soy Exe. ¿A qué se debe esta visita?
- Ay… lo que pasa es que me encanta tener buenas relaciones con mis vecinos. ¿Te puedo tutear?
- Me lo esperaba, Cony.
- ¿Tienes azúcar?, preguntó mirándome fijamente los ojos.
- Cla… claro que tengo. ¿Cuánto necesitas?
- Ay, Exe. Eso de necesitar es otra cosa, pero con dos cucharaditas de azúcar me puedo preparar un café. Aun no encuentro la caja donde vienen las cosas de la cocina.
- ¿Y tienes café?
- ¡Eso supuestamente te lo pediría después!, rió
- ¿Vives sola?
- Sip, ¿tú también?,
- ¿Y qué haces?
- En estos momentos mendigo por dos cucharadas de azúcar, pero si es el día a día, se podría decir que soy una chica…chica diamante.
- ¿Y trabajarás acá… en el depa del lado?- No seas boludo. Acá sólo llego a dormir.  -¿Seré un peligro para ti?
- Para nada, Cony. Sólo preguntaba. Ya que estás sola, ¿te tomas el café acá?
- ¿Tienes algo más fuerte?
- No sé si te gusta el whisky, Cony
- ¡Me fascina!... y tú también Exe. Creo que seremos muy buenos amigos.

¡Diablos! Mi vida se está poniendo cada vez más complicada. Ahora, una chica diamante viviendo a mi lado. ¿Sabrá ella que no tengo plata? ¿Sabrá que a estas alturas de mi vida su cuerpo me emociona pero eso mata?

Trago en mano me contó que trabajaba de escort o algo así. Que acompaña a gerentes de grandes compañías a cerrar negocios y que en su portafolio tiene bastantes empresas. Que se vino a vivir al centro para bajarle el perfil a sus ingresos y un largo etcétera.

- Estoy juntando dinero, Exe. Mi profesión es como la de los tenistas, ¡a los 38, cagaste!
- ¿Y cómo te mantienes tan rica?, le pregunte con todo el desparpajo de un veterano que nunca había conocido una chica diamante.
- Cremas caras, perfumes caros, masajes, sauna y Pilates.
- Se nota, querida… se nota

Al segundo whisky le dio calor. Yo estaba perturbado e intrigado por esta tremenda mina. – “Sabes, Exe. Yo no trabajo los miércoles ni jueves. Así que si quieres, podríamos cenar, esta vez en mi casa… ¿la próxima semana?”

Descruzó sus largas piernas y se paró del sillón. –“Es tarde”, dijo y se las emplumó a su departamento. Me dio un beso en la nariz (posiblemente lo más grande que tengo) y me prometió junta para el miércoles. Les juro que el depa quedó pasado a aroma caro y a feromonas. Apagué la TV y partí a dormir. Soñé con ella y no les puedo contar mis sueños oníricos. A la mañana siguiente, tarde ya, en la puerta de mi depa veo una tarjeta. Era blanca y de opalina. A un lado una marca de sus labios con rouge y al otro un número de celular.

La plusvalía de mi departamento sube día a día. Cony, o cómo diablos se llame, volverá este miércoles. No cabe duda que el edificio está inundado de feromonas. Esas mismas que me llevarán al cementerio uno de estos días. No será difícil: ¿de qué murió don Exe? ¡De lacho!, dirán todos.

¿Quieren ser como yo cuando viejos? ¡Vénganse al centro! ¡Acá pasa de todo!

Exequiel Quintanilla