SI NO ESTÁS, NO EXISTES
La hoguera de las vanidades
Los
antropólogos y los especialistas rara vez hablan de este fenómeno. Es posible
que ni siquiera esté en sus ideas o propuestas. Pero de que existe, existe.
Es
que es un caso curioso que debería ser estudiado por los especialistas. La moda
gastronómica. Funciona más o menos parecido a todas las modas: de la música,
del vestuario, de destinos exóticos o de las marcas. Aun así, la moda
gastronómica no deja de ser algo subjetivo. Sucede… y más de la cuenta.
La
moda manda: Si no te ven en un lugar estiloso te estas quedando fuera del
circuito. Si no has ido a la disco del hotel de moda, te miran como bicho raro;
si aún no conoces el restaurante favorito de la farándula, es que eres de otro
planeta, como si anduvieras con pantalones “pata de elefante”. Vas a los
restaurantes no a comer sino para que te vean allí, te fotografíen y aparezcas
en las redes sociales. Si eres poco conocido, vas para ver gente linda… gente famosa…
“-En la mesa del lado estaba fulanito… y si él estaba quiere decir que el lugar
es bueno”.
Pero…
¿cuánto dura la moda?
En
Santiago aparecen varios de estos locales al año. Al menos media decena.
Pareciera que la gastronomía se está farandulalizando y no importan los
esfuerzos que hagan los influencers para conseguir una mesa lo más cerca del más
famoso del lugar. Y ojalá que el chef pase por el lugar a saludarlos. ¡Eso
sería el súmmum!
Pero
la moda pasa. Y los que van de lugar en lugar se cambian rápidamente a otro que
les ofrecen los beneficios de “verse y ser vistos”. Comer pasa a segundo lugar y felices se
sientan (y sienten) en los locales de moda. Y no son pocos los que salen a
comer gente.
El
mensaje va para los empresarios que disfrutan del éxito que les imponen las
redes sociales. Créanlo o no, la moda pasa rápidamente y sólo sobrevive la
cocina. Son, por así decirlo, algunos meses de bonanza. Y si la cocina no está
preparada para cuando termine la moda, todo se va al tacho de la basura.
Sobreviven
los visionarios. Los que saben que en algún momento pasará el minuto millonario
y que después deberán hacer esfuerzos para tener clientes. Los que saben que en
la cocina se amasan los productos que son la fortaleza del lugar. Esa cocina
que no distingue clases y que no vive gracias a Internet. Ahí está la razón de
ser de un restaurante. Brindar buena comida y ojalá en el mejor ambiente
posible. Lo demás, sólo una cosa pasajera que pocas veces tiene buen destino.