LA NAVIDAD Y SUS
TRADICIONES PERDIDAS
Antes,
y no mucho tiempo atrás, había que ser amigo del panadero para que éste asara
tu pavo navideño en uno de sus hornos. Eran pavos gigantes que no cabían en la
cocina familiar. No existía el pavo trozado y la única fórmula para asarlo era
en la panadería o descuartizarlo en casa inyectándole con una jeringa al menos
medio litro de coñac ordinario para que diera jugo y sabor. Ese plumífero que
aun extrañamos y que siempre lo acompañábamos con papas duquesas y puré de
manzanas.
Lo
preparé muchas veces ya que mi amigo panadero jubiló. Sufría, ya que aparte del
calor ambiental, la cocina hacía su aporte adicional. Menos mal que ya existían
las papas duquesas congeladas, así que la tarea era más fácil. Mi receta era
sencilla: “pintaba” el pavo (por fuera y por dentro) con pimentón en polvo,
aceite, sal y pimienta, le metía manzanas cocidas por el traste. Le chorreaba
jugo de naranjas por su exterior y el pobre quedaba lleno de agujeros por donde
le introducía el coñac Tres Tiritones.
A
las tres piscolas el pavo estaba listo y jugoso. ¿Puré de manzanas? Fácil
¡Colados de manzana para guaguas! (un dato que aun pocos utilizan y que es
insustituible). En esos tiempos, los regalos los entregaba el Viejito Pascuero
muy de madrugada así que los niños comían en paz y su apuro mayor era acostarse
temprano para tener los regalos a los pies de sus camas el día 25.
De
entrada, jamón serrano (sepa Dios el origen) con melón calameño. De fondo, el
pavo con sus tontas papitas duquesas y puré de manzanas. De postre, cerezas y
un pan de pascua lleno de fruta confitada y duro como el acero. Ni hablar en
esos años de stollen alemán ni panetonne italiano. Para terminar de destruirse,
dos o tres vasos de Cola de Mono, la pócima navideña de los chilenos.
Navidades
sencillas. Una botella de blanco y otra de tinto sin nombre ni apellido. Un
Viejo Pascuero madrugador al que los niños le dejaban una Bilz para refrescarse
y un buen trozo de pan de pascua para que se terminara pronto. Un 24 sin
Twitter, Facebook ni Instagram. Con suerte un teléfono fijo que tampoco servía
ya que las líneas estaban colapsadas.
Así
eran mis navidades. Nunca volverán. Se extrañan, pero hay que adecuarse a los
tiempos. No somos un país de grandes tradiciones y el pavo navideño es una de
las pocas que mantenemos. Hoy el viejito pascuero pasa por nuestras casas más
rápido que el león de Tasmania y todos perdemos la ocasión de compartir una
cena en común.
Tradiciones
perdidas, pero me soplaron que en Casa Costanera (Av. Nueva Costanera 3900,
Vitacura), durante los dos fines de semana que quedan para Navidad (15 y 16 /
22 y 23 de diciembre), realizarán junto a 50 expositores que vienen desde Arica
a Chiloé, una muestra con las mejores tradiciones gastronómicas y de decoración
para esta importante fecha. Sabores y aromas que quedan en el recuerdo y que
sólo se disfrutan un día al año. En una de esas, encontramos la original Cola
de Mono, elaborada con aguardiente de Doñihue y los recordados panes de Pascua
de antaño.
Una
vez que pasemos Navidad, regresaremos a lo habitual. Conectados con todos y
desconectados de los nuestros. (JAE)