BAHÍA INGLESA, EL CARIBE
CHILENO
Objetivo:
sol asegurado, playa de arena blanca, mar azul turquesa, ni gélido ni ¨tina¨
tipo Caribe, y apta para nadar; buena gastronomía y buena onda. A las 8 de la
mañana, mi vuelo sale hacia el aeropuerto Desierto de Atacama, en Copiapó. Dos
horas después estaré instalada en mi alojamiento de Bahía Inglesa, a dos
cuadras de la playa.
Bahía
Inglesa debe su nombre a los piratas ingleses que saqueaban La Serena y
fondeaban en el lugar, asegurando su botín. Hoy el botín es este paraíso libre
de malls y edificios en altura, con unos pocos negocios tipo pueblo que venden
de todo, con la tranquilidad de poder pasear por su animada y bien implementada
costanera El Morro de noche, sin peligro, con buena música y en short, porque
la temperatura acompaña. Si alguien tiene necesidades urbanas, tipo
supermercado, farmacia y demases, a 15 minutos está Caldera, con todo lo que se
le ocurra: desde una antiquísima iglesia, un mercado tradicional, farmacias,
cargadores de celulares en la plaza, mirador… y por supuesto un mall chino.
No
es fácil encontrar alojamiento en Bahía Inglesa en verano, no obstante, hay una
variada oferta de hoteles, hostales -con máxima calificación en las plataformas
especializadas-, casas y cabañas. Es que la sucesión de playas -una más linda
que la otra- son parte de la explicación, donde su gastronomía también tiene
algo que decir.
Del mar a la mesa
A
las 3 de la tarde atravieso de la playa Las piscinas al “Plateao” en la
costanera, a almorzar. Una terraza cubierta en plena avenida El Morro y un buen
espacio interior - todo con vista al mar- conforman el restaurante, bar, café.
Buen servicio, diversidad de pescados y mariscos y variedad en la oferta de
vinos, espumosos y cervezas. Un fresco pescado de roca, es mi debut. Rico,
sabroso, a punto y una porción de buen tamaño, al precio de cualquier
restaurante capitalino, pero la vista al mar lo hace más apreciable.
No
me gustan los tours, pero me tienta Lagarto Chango porque tienen el buen gusto
de recogerte a mediodía, después de un buen desayuno. Salimos con Nicolás, un
universitario guía, y el destino final es playa La Virgen, calificada como una
de las más lindas de Chile. Primera parada El Morro y los asentamientos de los
Changos ahí, como si no hubieran pasado miles de años. Seguimos a Chorrillos
donde luego de un trecking con mucha roca y preciosa playa, se aprecia como el
choque de las placas del Pacifico ha levantado imponentes paredes de rocas
labradas por el tiempo. Repuestos del trecking, Bahía Cisne es un bálsamo de
playa y la única con arenas doradas -no amarillas-, doradas. A continuación,
Salinas -y no lo puedo creer-, un humedal resurgido después de mucho tiempo
producto de las avalanchas que bajaron por el rio Copiapó en el 2015 y 2017.
Con razón dicen que los ríos siempre recuperan su curso. Agua dulce y salada,
patos, cisnes y aves migratorias. De fondo la playa y casas rodantes. Seguimos
a Puerto Viejo, que lo retrata su nombre, es como una pintura antigua y llegar
en auto, nada de fácil ya que el camino se lo llevo la avalancha. Ahí están las
playas Blanca, Turquesa y las Ágatas, y el mito del meteorito, un socavón hecho
por el mar y la lluvia en la superficie y que ha servido para contar que cayó
un meteorito y vinieron a verlo de la Nasa.
Finalmente,
Playa La Virgen (que justifica su fama), y donde uno se topa con la realidad. “Cuide
el agua, está en el desierto de Atacama” rezan carteles en diversos lugares. Un
restaurante, un quisco y bonitas casas enfrentan esta especie de milagro en
medio del desierto, de verdad, ¡cada día estoy más agradecida de los héroes de
la Guerra del Pacífico!
Mi
anfitrión en el hostal Ckair (el de más alta puntuación en TripAdvisor) me recomendó
el “Punto de Referencia”, un restaurante a metros de la costanera, y donde no resistí
probar los “Locos para compartir” y me los comí sola, acompañados de un
espumante. Exquisitos, como todos los platos probados en esa terraza que además
cuenta con buen servicio, precio de mercado, y buenas porciones. La mejor
sugerencia.
De
Bahía Inglesa se podría decir mucho, pero vale destacar que además de sus
atractivos playeros, gastronómicos, e históricos, este balneario tiene verano
casi todo el año y es por eso que escribir esta nota a días que se termine la
temporada, es ideal para los que salen de vacaciones en temporada baja. Este
lugar es como estar en el caribe, pero bastante más cerca. (MYG)