martes, 13 de agosto de 2019

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR



 
 
MARDOQUEO COSTILLAS

Hace once años (2008) conocí el primer local de la Fuente Mardoqueo. Allí, según algunos cronistas que vivían en ese sector, se comían los mejores lomitos de la ciudad; que eran mejores que los de la competencia; que la oferta de mostazas es la más grande del país; que sus sánguches eran gigantescos... y suma y sigue.
Tan buenos comentarios merecían una visita a Santiago Poniente. Un barrio antiguo, pero con una moderna infraestructura, ideal para parejas jóvenes y gente “urbana”. Barrio provinciano por así decirlo. Plazas propias, gente propia y vida propia. Una vida más sencilla y menos estresada. Quizá otra “República” dentro de un gran Santiago estresado y snob.

Pasó el tiempo y el éxito del pequeño local de la calle Libertad -en el barrio Yungay- derivó en otras aperturas, como la de la Av. Bilbao y la de El Bosque Norte. El emprendimiento de Gustavo Peñafiel, un amante de la cocina, había tenido un final feliz, como la de un Rockstar.
Pero sus ganas de seguir enfrentando la vida – hoy está en silla de ruedas debido a un accidente vascular- le motivaron a abrir en una de sus propiedades un restaurante –algo que va más allá de una sanguchería-, donde su caballito de batalla sería el costillar y algunas carnes, preparada esta vez en hornos de última generación y a precios populares. Así nació, hace unas semanas, Mardoqueo Costillas, un nuevo concepto, que, si bien aún tiene bemoles que resolver, ya atrae la atención de muchos.

Manejado por Álvaro Peñafiel, su hijo, el comedor, ubicado en una pequeña calle del barrio y a pasos del metro Cumming, alberga una serie de colecciones de platos, jarros, teteras y maquinas antiguas, que le da un aire bohemio y entretenido. Mesas con manteles y –caso único- una fuente para lavarse las manos al llegar, ya que se supone que las costillas se deben comer con los dedos de las manos. Acá (y por el momento) hay que venir por las costillas y por el asado de tira, que bien se pueden acompañar con ensaladas y guarniciones típicas nacionales. Sin carbón, leña o gas, las carnes son cocinadas a baja temperatura durante horas en modernos hornos, lo que les permite tener una correcta cocción.  
Buenos precios. 500 grs. de Asado de tira por $ 9.700; la media porción $ 5.200; el Costillar de cerdo (la razón de ser del restaurante), cuesta solo $ 7.700, y la media porción, $ 4.300. A ello debe sumarle las guarniciones, como las papas fritas ($ 2.100), Pastel de choclo ($ 2.100), Arroz ($ 900) y otras opciones cuyos precios no varían demasiado de los entregados.

Definitivamente carnívoro y familiar. El pisco sour (de la casa) es ofrecido gratis como bienvenida, aunque aún no tienen carta de vinos, algo absolutamente necesario en este lugar. Hay botellines de vino blanco y/o tinto, pero eso no se condice con la condición del lugar. En cervezas tienen una larga lista (debe ser por su tradición sanguchera), pero la coctelería y los vinos están al debe.
Ideal para ir en familia. El barrio es tranquilo y la casona que alberga al restaurante está muy bien conservada. Si afinan la puntería en los detalles, este lugar debería duplicar o triplicar sus clientes, ya que, por calidad y precio, merece la atención.

Si les va bien –como todos esperamos-, muy pronto podremos ver un Mardoqueo Costillas en el Barrio Alto capitalino. ¡Se lo aseguramos! (JAE)

Mardoqueo Costillas: Arzobispo González 441, Barrio Yungay / 22671 1698