LA MODA VEGGIE
Lo
verde está de moda. O más bien dicho, hay muchos adeptos a este nuevo mundo vegano.
Se usa y abusa del concepto. Gusta ya que es fashion. Sin embargo, es más fácil
convertirse en un fanático antes de entender los motivos científicos del
consumo de productos alimenticios sometidos a la agricultura orgánica o la
tradicional. Para muchos es comer sano, no meterse en el cuerpo los químicos
que habitualmente se recurre para tener mejores cosechas y productividad. Es
exclusivo, y por lógica, caro, bastante más que el producto “contaminado”
-entre cremillas- con fitosanitarios. Sin embargo, sus fanáticos seguidores no
dudan tomarse una aspirina o dos paracetamoles cuando apenas les duele algo y
no les falta el diazepam para las noches de insomnio ni el omeprazol después de
una buena y calórica ingesta. O sea, otros químicos.
La frutilla azul es resistente a las heladas |
No
cabe duda que un tomate sacado de una chacra de la quinta región en febrero es
infinitamente más sabroso que el producido para el mercado global. Y que los
zapallos italianos y las berenjenas que crecen con aguas de la acequia son más
apetitosos y firmes que los que se compran en las ferias de la capital. Pero
eso no es cultura orgánica. Eso es aprovechar la temporada para disfrutar de
productos recién sacados de la tierra. No estoy en contra de los apasionados de
la cultura verde, sin embargo, deberíamos dejar esta tendencia dentro de las
categorías de la política, la religión y el fútbol. Todos tenemos diferencias y
nunca nos pondremos de acuerdo. No estoy ni a favor ni en contra de este
modelo. La comida orgánica es una opción, no una ciencia ya que los expertos
aún no se ponen totalmente de acuerdo de sus beneficios. A la larga… cada uno
con su tema. Como dicen por ahí, para gustos los colores y para los colores los
sabores.