¿JUGO DE
NARANJAS AL DESAYUNO?
El gremio de agricultores
norteamericanos le encargó a Edward Bernays, el genio de la publicidad de los
años 20 del siglo pasado, que aumentara el consumo de naranjas. El hizo creer a
la gente, a través de la propaganda y construyendo opinión en los medios, que
exprimir unas naranjas para desayunar con jugo de frescas naranjas era bueno
para la salud… algo que se mantiene hasta
hoy.
Si
hay alguien responsable del hecho en cuestión es el bioquímico Elmer McCollum,
que alrededor de 1920 se dedicó a promocionar las maravillas de las vitaminas a
la hora de alargar la vida y curar todo tipo de dolencias, mostrando los
efectos devastadores que la falta de vitaminas producía en ratas de
laboratorio.
Y
como no hay nada más efectivo para aumentar las ventas de un producto que usar
la muerte o el sufrimiento como señuelo, su labor rápidamente fue aprovechada
de forma muy inteligente por los productores de fruta agrupados en la “National
Fruit Growers Exchange”, al lanzar una campaña publicitaria que enfatizaba la
necesidad de beber un vaso de jugo de naranja a diario para obtener vitaminas,
sales y ácidos imprescindibles para mantenerse vivo.
En
los años 20 el conocimiento sobre el metabolismo humano, tenía sus limitaciones
(aún hoy las tiene) y McCollum usó lo que él mismo denominó “acidosis” a una
enfermedad que causaba fatiga y cansancio provocada por el consumo de carne,
huevos y pan, que eran productores de ácido. Para evitarla aconsejaba comer
muchas frutas cítricas y lechuga. Alimentos, según él, capaces de variar a
alcalinos en el estómago.
Durante
la segunda guerra mundial, el gobierno estadounidense incluía en las raciones
de los soldados unas pastillas de limón con ácido ascórbico, para evitar
deficiencias en las tropas, pero el sabor no gustaba. Buscando una alternativa
nació el jugo concentrado de naranja en lata que se convirtió en un símbolo de
modernidad e innovación, que además sirvió de solución al exceso de producción
de naranjas en Florida.
La
solución era realmente brillante, se podía alimentar a más gente de forma más
cómoda y por menos dinero (en EEUU la fruta fresca suele y solía ser muy cara)
y a la vez evitaban la superproducción de naranjas en determinados meses y la
carestía en otros.
A
esta forma de procesar el jugo de naranja pronto se le unirían el resto de
alimentos. En 1950 comenzó la producción industrial de alimentos, para ello se
desarrollan 400 aditivos que ayudarán a mantener los alimentos en perfecto
estado. Para la población mundial era muy seductor el hecho de poder disponer
de algunos alimentos aún fuera de temporada a la vez que se ahorraba mucho
tiempo de preparación
La
idea de que un jugo de naranja es una bebida sana y natural está tan sumamente
arraigada en nuestro subconsciente colectivo que cuesta muchísimo hacer
entender, por ejemplo, que contiene la misma cantidad de azúcar que una lata de
gaseosa, un detalle que es importante en una sociedad en la que las cifras de
diabetes y obesidad son cada vez más preocupantes y que para quienes las sufren
comenzar el día tomando un “saludable” jugo de naranja que puede, sin duda, no
ser lo más conveniente.