LA SHAKIRA
Nota de Don Exe: En el
baúl de mis recuerdos había quedado una aventura que viví con mi primo Axe
cuando vino a Santiago hace un tiempo. Si mal no recuerdo, la historia comienza
así:
La
diferencia entre Shakira y “la Shakira” es grande. Un universo las separa. Axe,
mi primo que tenía de visita, me despertó a las 9 de la mañana del sábado con
unos huevos revueltos de gallina collonca. Ni se acordaba de la farra del día
anterior y estaba fresco como lechuga de feria.
-
¿Qué haremos hoy, primito?
Estuve
a punto de decirle que me encantaría llevarlo al terminal para que tomara un
bus y se mandara a cambiar a sus tierras. Pero como la sangre tira y somos
parientes, le respondí que estaba a su disposición.
-
¿Me llevas a la peluquería?
-
No te entiendo Axe.
-
¡Quiero cortarme el pelo como lo hacen en Santiago! En Renaico el viejo
peluquero aun usa esas máquinas que te dejan como milico.
-
¿Antes de almuerzo, Axe?
-
Antes de almuerzo, Exe.
Llegamos
a uno de esos caracoles pecaminosos del centro y entramos a Yenni’s. Allí, la
encargada me pregunta si vamos por corte de pelo u otros servicios. Le cuento que
mi primo quiere un corte más moderno que el actual. ¡Eso es trabajo para la
Shakira!, comenta y la llama de un grito:
-
¡Shakira, ven pa’cá!
Axe
abrió los ojos como plato cuando apareció. Rubia, platinada, chica, con un par
de descomunales pechugas y un poto de colección. Todo exuberante. Las uñas de
sus manos estaban pintadas de varios colores y olía a pachulí. Aun así, tenía
un buen lejos… pero bien de lejos.
-
¿Qué querí, Pao?
-
Que atendai al caballero, comentó.
-
¿A cuál de los dos?
-
Al de la chaqueta verde, respondió.
-
Hola lindo, le dice a mi primo, aun masticando su chicle.
Me
senté en un rincón a leer La Cuarta mientras la Shakira trabajaba a mi primo.
Axe estaba casi enloquecido ya que ella le aplastaba sus pechugas en la espalda
y en los brazos. Como estaba lejos, no supe lo que conversaron, pero se veían
contentos. Al final, ella le lavó el pelo, lo peinó y lo dejó como jugador de
fútbol.
Me
acerqué cuando terminaron el coloquio. Mi primo estaba pasado de revoluciones.
–“La invité a almorzar”, me cuenta. ¿Cómo se llamaba el boliche de ayer?
-
El Normandie, le dije. Pero hoy está cerrado a mediodía, mentí.
-
Primito… ¡creo que me estoy enamorando!
Al
huaso bruto le costó 8 lucas el corte de pelo y pagó con un billete de veinte.
“Propina para la chica”, comentó. Salimos de la peluquería y me pidió diez
minutos para esperar a su Shakira. Mientras, yo elucubraba donde llevar a
almorzar a este par de tortolitos.
Llegó
con chicle nuevo. – “Cómo te llamai”, me preguntó. Al decirle mi nombre se rió:
“se parecen a Tuco y Tico”, comentó. - “Axe y Exe”. ¿Todo lo hacen juntos?
Realmente
la Shakira no estaba ni para un hot dog en la Copec, pero mi primo,
entusiasmado, poco menos quería llevarla al Happening. Finalmente decidí
endilgarlos a un lugar donde hay mucha gente, baile y entretención. Allí poco
se notaría.
Ellos
se sentaron en la parte de atrás del taxi. Yo adelante. “Vamos a los Buenos
Muchachos, le dije al taxista. Él, mirando por el espejo retrovisor de su auto
me pregunta: “¿Usted cree que los dejen entrar?
Llegamos
y pedimos una mesa para tres. ¿Se han dado cuenta que en los restaurantes hay
mesas para dos o para cuatro y nunca para tres? Eso complica a los mozos. Como
Axe era el conquistador, dejé que pidiera la comida. Locos con salsa verde y
parrillada para tres (otro problema para los mozos); puré picante, papas
fritas, ensaladas surtidas; espinacas a la crema (alguien le contó que pedir
eso era topísimo); empanaditas de queso, y para que no se note pobreza, pisco
sour y una botella de vino por nuca. Eso para comenzar.
Los
tortolitos comían y se hacían arrumacos a cada instante. Shakira, dueña de un
estómago envidiable, comió y bebió como mujer de cosaco. Tarde ya, pide permiso
para ir a los retretes… y nunca más la vimos.
Axe
pidió autorización para revisar los baños. No lo dejaron, pero le contaron que
la Sarita (su Shakira) era conocida en el lugar y que no era la primera vez que
dejaba a sus amigos botados.
¡Pero
yo le pasé recién cien lucas para que pagara la cuenta!, gritó.
-
Otra vez te cagaron, Axe. – comenté.
-
Primito, le juro que nunca más regreso a Santiago. Ayer me la hizo un taxista y
hoy la Shakira.
-
Eso te pasa por caliente y confiado.
-
¿Le puedo hacer una pregunta, primito?
-
Pregunte lo que quiera, iñor.
-
¿Sería rubia natural mi Shakira?
Nadie
entendía en el comedor la razón de nuestras risas. – “Fue el corte de pelo más
caro de mi vida”, dijo, “pero nunca me habían puesto las pechugas en la nuca.
Capaz que cuando llegue a Renaico, ponga una peluquería y me llevo a dos
minitas de la capital para que hagan lo mismo con los huasos de allá… Sería
grito y plata.”
-
Siga con su campito, le comenté. Si se lleva guachitas de acá, lo más seguro es
que lo esquilmen.
-
Tiene razón, primo. A decir verdad, quiero volver a Renaico.
-
¿Hoy y no mañana?
-
Ahorita mismo. ¿Habrá pasajes? A decir verdad, prefiero estar en mi pueblo
leyendo sus diarios de vida.
-
¡Eres un carajo Axe!
-
¡Y tu otro carajo Exe! ¡Te comiste a la Rosita hasta hace poco y ella nunca me
lo contó!
-
Es que ella es una dama.
-
¿Dama? Me tinca que la pillaste enferma de borracha.
-
Bueno primo, por lo menos me resultó. ¿Quiere que lo lleve al terminal?
-
Por favor primito lindo, me da pánico esta capital. Lo único que falta es que
me violen.
-
¿Otra vez?
Exequiel Quintanilla