EL PADRASTRO DE
MI PAQUITA
Cuando las
cosas se ponen peludas
-
Aló. ¿Don Exequiel Quintanilla?
-
Con él. ¿Con quién hablo?
-
Soy Abelardo Rosas-Jaña
-
Perdona, pero no te ubico.
-
Soy el padrastro de Sofía, la oficial de carabineros. Ella no para de hablar de
ti y me gustaría juntarme contigo.
-
¿Para qué?, (dije medio asustado).
-
Para conocernos, respondió. Ella me contó que eras mayor y que algo le
provocabas.
-
Es probable que compasión. (Yo sabía a lo que iba este Abelardo con apellido
compuesto.)
-
Más vale Exequiel que sea por las buenas…
-
Dime Exe y yo te digo Abe. ¿Te parece?
-
Esta bien Exe. ¿Mañana a las 12.30 en el Don Peyo de Lo Encalada?
Una
de las buenas técnicas de negociación es cagarse al enemigo de partida, así que
le cambié la hora.
-
Deberá ser a las 13.30. Antes estaré muy ocupado.
-
Esta bien Exe. Pregunta por mí en la entrada. Me conocen ya que tengo el honor
de tener una mesa siempre dispuesta.
Lo
que no sabía el condenado es que yo era conocido del dueño del lugar. Nos
teníamos buena y más de una vez habíamos terminado una farra bebiendo ron con
jugo de huesillos. Un día me dio su número de celular y esta era la ocasión
para importunarlo.
-¡Exe!
Como va tu pobre vida.
-
Acá, Olguer. Bien, pero preocupado.
Le
conté la historia lo más rápido que pude. – No te preocupes Exe. Pondré a tu
lado a dos mozos para que te cuiden. Y si él llega antes, le mandaré tres
roncillos para que se ponga a tono. Si le da por pelear, llamamos a los pacos,
pero creo que no, ya que es un cliente frecuente, bonachón y muy buena tela.
Cuando
llamé a Sofía para contarle lo de su padrastro, me dejó con los pelos de punta.
- Lo siento mi Exe querido, pero parece que metí las patas, comentó. Mejor voy
a tu departamento y hablamos del tema.
“Lo
busca la policía”, me dice el conserje por el citófono. – Déjela entrar, fue mi
respuesta. Llego más linda que nunca pero algo alterada. –“No sé cómo vas a
manejar esto Exe, pero mi padrastro pese a su aspecto simpático es mal genio
también. Y no quiero que te pase nada.
No
quiso tomarse una cerveza ya que andaba de servicio, pero eso no fue obstáculo
para retozar un par de minutos. ¿Te gustan los veteranos?, le pregunté
entremedio de la fogosidad y ella respondió que yo era su debilidad.
¡Qué
dilema!
…..
Hice
hora para llegar atrasado. Eso molesta, pero es un indicio de autoridad. No me
extrañó ver una patrulla de carabineros en las puertas del restaurante. Tampoco
cuando me recibe el maître y me lleva a la mesa de Abelardo. – Está con dos
piscolas en el cuerpo, me cuenta uno de los mozos.
-
¿Abe?
-
¿Exe?
Nos
saludamos como dos caballeros. Le di excusas por mi atraso echándole la culpa a
los tacos de Irarrázaval. Él untó una sopaipilla en una salsa de ajo y fue
directo al grano:
-
Exe. Mi hija, si bien no es propia, pero la considero como tal, tiene 37 años y
tú ya estás a punto para entrar en un hogar de ancianos. ¿Qué pretendes con
ella?
-
Abe. Estás equivocado o recibiste mal la información. Sofía es sólo una buena
amiga.
-
¡Eso no es lo que me contó ella!
Primer
round casi a salvo. Ahí aparece uno de los mozos a ofrecernos comida. Machas a
la parmesana y ajíes rellenos para comenzar. Pernil y plateada de fondo, con
puré picante y ensalada chilena. Una de blanco y otra de tinto para compartir.
Y más sopaipillas para que Abelardo se atragante con el ajo.
-
Tu hija es un encanto, le comenté. Pero es como una sobrina para mí.
-
¿Sobrina? Sinceramente creo que eres un viejo lacho.
-
No me conoces Abe. A propósito, ¿cómo andamos por casa?
-
¿Por qué dices eso?
-
Que yo sepa, te ven en este restaurante tres veces a la semana con minitas de
esas que se pasean con medias caladas y carteritas chicas.
-
¿Quién te lo contó?
-
¿Tú no sabes que por diez lucas un mozo puede conseguirme hasta tu ADN?
-
¿No se lo contarás a Sofía?
-
De ninguna manera. Esa es información confidencial.
-
Gracias Exe. Eres un gran hombre.
Round
final: fue por lana y salió trasquilado. Llegó aguerrido y partió como una
oveja. Estoy seguro que no traerá a sus minitas nunca más a este restaurante y
buscará otra opción. Pedí la cuenta y el mozo me dice que todo estaba
cancelado. - “¡Incluso dejó diez lucas de propina!, comentó el mozo. ¿Qué le
habrá pasado?”.
Cuando
le conté a Sofía mi experiencia con su padrastro, no paraba de reír. A decir
verdad -dice-, Abelardo acompaña a mi mamá. Ella y yo sabemos de sus salidas,
pero no hace daño. ¡Te apuesto tres a uno que en una semana más estarás cenando
en mi casa!, comenta.
Lo
siento mucho Sofía, respondí. Ese día estaré enfermo.
Pobre
Abelardo. Eso le pasa por puto. Yo soy de otra estirpe… y que lo digan mis
chicas.
Exequiel Quintanilla