FARELLONES: TAN LEJOS Y TAN CERCA
A
mi jefe le ha dado por viajar y está tan a gusto con su vida que pocas veces
revisa mis escritos y los publica semana a semana sin chistar. Esta semana se
mandó a cambiar a Puerto Varas. Un gran desatino ya que las faltriqueras de su
empresa estaban fallando. Tres veces consecutivas me llamó el viernes pasado
para que hiciera gimnasia bancaria en su representación. A la cuarta, apagué mi
celular y no supe más de él.
Era
viernes. Fin de semana para los que trabajan y otro día cualquiera para mí. Lo
único excitante de los viernes es que aumenta la cantidad de chicas en las
calles y los negocios se ven repletos de bebedores (as) de fin de semana.
Pareciera que la Tolerancia Cero no existiera. Como nunca, pululan los taxis en
mi barrio en búsqueda de algunos grados de alcohol, pero, aun así, pareciera
que nada ha cambiado en esta ciudad.
Los
viernes en Ñuñoa son entretenidos. Posiblemente mágicos. Por ello esa tarde decidí recorrer algunas cuadras de mi barrio para no sentirme tan solo. Extraño
a Mathy y a mi paquita. Una en el norte y la otra en el sur, limitaban mis
posibilidades. Aun así, y en una jornada húmeda y fría, decidí recorrer una vez
más mis queridas calles. ¿Masoquismo o trastorno nocturno? Sólo el siquiatra lo
sabe… ¡Pero yo no tengo siquiatra!
Sé
que no me lo van a creer, pero llegando a la Plaza Ñuñoa y esperando la luz
verde, aparece un jeep Wrangler con un par de esquís en el techo. De pronto una
de las chicas del vehículo me reconoció. Era Shakira, la peluquera de mi primo Ixe.
-
¡Guachito pelúo!, gritó
Sin
duda andaba arriba de la pelota.
-
¿Vamos a Farellones?
Me
excusé diciéndole que andaba vestido de paisano y no de esquimal. Aun así,
insistió y me prometió la gloria eterna en un camarote en ese centro invernal.
Yo, aunque tenga mis prejuicios, no soy de fierro y me subí al jeep que
manejaba un tipo que parecía dealer de drogas. Yo era el sexto pasajero y la
compañía de la Shakira, quien se convirtió en mi pareja, ya que andaba sola.
Los
planetas se alinearon para llegar sanos y salvos a Farellones. Huevos
revueltos, pan, piscolas y roncolas fueron los amenities de la noche del
viernes. Liaron unos cigarrillos extraños, pero yo me mantuve incólume ante la
situación. El dueño de casa, el dealer, al ver mi avanzado estado de deterioro
físico, me cede la cama matrimonial y él se iría a uno de los camarotes.
Shakira, mi peluquera llena de piercings, con tanto ron y piscolas, se le apaga
la tele y entre cuatro la llevamos a la cama. Ahí mismo dormí yo.
Era
mediodía cuando desperté. Shakira no estaba en la habitación ya que estaba
tirándose en una bolsa de plástico por las colinas circundantes, El esquí no
era para ella ni para mí. Rescate de las sobras del vituperio una bolsita de té
y la bebí junto a dos paracetamoles. No me atreví a salir a la nieve ya que mis
zapatos aún estaban empapados de agua. Pasó una hora y llega Shakira.
-
¡Guapo, despertaste!
-
Apenas, respondí.
-
Perdóname ya que anoche me fui a negro
-
No te preocupes, linda.
-
Es una lástima, Exe, pero en una hora regresamos a Santiago. Tengo que
trabajar.
-
Yo también lo siento, Shakira. Ya nos vengaremos
-
¿Fue emocionante?
-
Bueno, si no fuera por toda la ropa que llevabas encima cuando te metimos a la
cama, la historia habría sido diferente
-
¡Todo a su tiempo!, rio. Por lo menos tienes una estilista a tu disposición
cuando me requieras.
-
¿Qué tal el próximo viernes?
-
¿Con desayuno incluido?
-
¿Y cuchi cuchi después?
-
Pasa a buscarme a la peluquería. Te lavo el pelo y de ahí nos encerramos.
-
¿Estás segura?
-
Adivina, buen adivinador
Hoy
es martes y estoy concentrado para este viernes. Mis amigas pelolai no conciben
esta amistad que nació de la nada misma. A decir verdad, a estas alturas de la
vida ni discrimino ni soy intolerante. Si la guacha es rica, bienvenida. Si no
lo es tanto… con dos piscolas soluciono el detalle. La vida es una y hay que
encontrarle el sabor mientras se pueda. ¿Mala o buena filosofía? No importa.
Pero es la mía.
Exequiel Quintanilla