miércoles, 26 de noviembre de 2008

DE BEBISTRAJOS Y REFACCIONES



CUBA EN CHILE
CON OLOR A TABACO Y RON

Cuando presenciaba la semana pasada un formidable y selectivo evento que realizó Havana Club en la tienda Wain, donde Havana Club presentó sus rones de categoría, mientras una torcedora cubana de Partagás elaboraba puros primera calidad, pensaba –tristemente- en nuestro pobre pisco y de su futuro. Ellos son cubanos y como país llevan soportando un bestial bloqueo comercial desde hace años. Sin embargo tienen dos de las industrias más poderosas (a nivel hedonístico) del mundo. El ron y los habanos. Nosotros, llegando casi al bicentenario, siempre libres y republicanos, nos afanamos con el pisco y peleamos con los peruanos por la paternidad de este destilado. Mientras discutimos, el ron entra en los almacenes como si fuese agua, y aparte del mercado perdido y con pocas posibilidades de recuperarlo, nadie despierta. Todos duermen… ¿Será que las cooperativas pisqueras son tan deficientes o nuestro pisco es una mierda?

Un olor a tabaco y Chanel
me recuerda el olor de su piel.
Una mezcla de miel y café…

Esa es una canción y el lector la debe haber escuchado cientos de veces. El tabaco inunda sentidos y alegra corazones (para bien de los cirujanos cardiovasculares). Sin embargo es y sigue siendo un placer. Tanto, que la organización de Pernod Ricard, copropietarias de la marca Havana Club en el mundo, decidió traer a Chile a Asbel Morales, un maestro ronero de primera clase y a Elizabeth Águila, torcedora de la fábrica Partagàs de Cuba. Entre los dos realizaron una clase magistral de ron y tabaco que difícilmente podrá ser olvidada por los asistentes.

Fueron francos y directos. Y eso tiene su gracia. Para hacer un puro de calidad, por ejemplo, se necesitan hojas de tabaco de al menos cuatro variedades distintas (aparte de la conservación, guarda y cuidado del tabaco). Los falsificados, no trabajan con calidades iguales ni variedades distintas. Es complejo pero entretenido. Una variedad le da consistencia al habano, otra sabor, la tercera le da aroma y la cuarta el aporta el terroir… Algo similar de lo que pasa con el ron. Muchos pueden elaborarlo, sin embargo, cuentan -y me declaro fan-, que la caña de azúcar en Cuba proviene de un “terrroir” casi exclusivo, de ahí, a su elaboración y su prestigio… la nada.

Definitivamente a Chile han llegado rones de alta calidad. No solo de Cuba. Obvio. Conocemos los haitianos (Barbancourt), los guatemaltecos Zacapa, los hoy en día norteamericanos Bacardí, otros como el Flor de Caña y otras 50 marcas que han llegado al país este último tiempo. Ron. Mucho ron. Tanto que pronto (y que quede escrito ya que es una premonición) el ron será parte de nuestra patria, adoptándolo como parte de la idiosincrasia nacional, así como las cumbias en nuestro “criollo” 18 de septiembre.

En rones, hay de todo. Desde botellas que cuestan un ojo de la cara hasta el que llega en envases de cartón (cartoné). ¿Falta cultura de ron? Claro que si. No todos son iguales ni se elaboran de la misma forma. Por eso se agradece a esta “embajada” que envío Pernod Ricard a Chile. Si vamos algún día a adoptar este destilado como propio, necesitamos lógicamente de aprendizaje. Ese que nunca nos dieron los elaboradores de pisco, que se dedicaron por años solo a discutir paternidades estúpidas y perdieron un gran mercado, en Chile y en el exterior, donde al gran perjudicado fue la industria pisquera y los habitantes de esta tierra.

Ojalá al vino chileno no le pase lo mismo. Pareciera que va por el mismo camino.(JAE)