AMBROSÍA
MÁS Y MEJOR
Tras cada visita que hago al Ambrosía, salgo más encantado. Es que Carolina Bazán, su chef ejecutiva y socia de este restaurante familiar ubicado en pleno centro de Santiago, a medida que pasa el tiempo se va liberando de ataduras y es capaz de presentar verdaderas obras de arte gastronómicas. Si no me cree, revise este artículo y luego visite este oculto merendero que ya lleva cinco años deleitando a los conocedores de la buena gastronomía que viven o trabajan en el centro de la capital.
Es que el Ambrosía sólo abre sus puertas al mediodía durante la semana laboral. Ubicado detrás de la Casa Colorada, en la calle Merced y a pasos de la Plaza de Armas, no es un lugar para los parroquianos de larga duración que circulan por el centro. Es más bien un enclave de buena gastronomía para los que gustan de la calidad y no pueden, por ubicación, trasladarse a restaurantes de mantel largo ubicados en otros sectores de la ciudad.
Por ello es frecuente verlo repleto durante la semana disfrutando las ocurrencias de Carolina. Ella tiene manos de “ángel” y eso lo saben y disfrutan sus clientes. Recién hizo un cambio de carta. Más bien dicho, cambió casi todo el menú del restaurante. Adecuándose a los tiempos, y a los costos de la crísis, se aventuró con una serie de platillos únicos que pueden ser acompañados con un cóctel o una copa de vino. De ahí conocimos y disfrutamos unas sobresalientes papas bravas y el Cammembert apanado. Dos muestras superiores y gustadoras que son capaces de reemplazar (por así decirlo) un almuerzo de rápido. Pero su cambio de carta no termina ahí. Las nuevas entradas son un perverso lujito para los sibaritas. De partida un sabroso tártaro de ternera con aceitunas negras envuelto en jamón de wagyú y una delicada ensalada de verdes con “pino de camarones” y semillas de maravilla, perfectamente sazonada en aceite de oliva y especias. Toda una aventura.
Su gran cambio está en los platos de fondo. La pelirroja Carolina incorporó un sabroso confit de pato (presa entera) con salsa de frambuesas acompañado de puré de zapallo camote; un delicado y blandísimo garrón de cordero con charquicán y un maravilloso (y más que recomendable) salmón con salsa de eneldo y risotto de hongos al limón. Bajo la manga, y sólo para paladares refinados, unos calamares rellenos con anchoas, aceitunas y pasta de calamar y acompañado de arroz amarillo es una de las grandes apuestas de la temporada y dato fijo para los exigentes.
A la hora del dulce final, a la fina repostería del Ambrosía que es de herencia familiar, se agregan divinos postres como los merengues con castañas, los rollitos tibios de plátano con helado de naranja y jengibre, junto a sus imperdibles postres como el cake soufflé con corazón de chocolate derretido y la clásica tarte tatin de manzanas; verdaderas delicias que no se pueden evadir.
El bar, optimo y una pequeña carta de vinos es suficiente para los almuerzos que propone el restaurante. La oferta de vino en copas es algo mezquina, variable solucionable en un abrir y cerrar de ojos. El servicio eso si queda al debe. Ni el restaurante ni Carolina merecen el servicio que ofrecen. No es malo ni deficiente, pero el Ambrosía necesita una excelencia en el servicio más acorde a su calidad gastronómica.
El lugar es cómodo, tranquilo y acogedor. La comida es de buena para arriba, los precios son absolutamente asequibles y también son cordiales. Si alguna vez tiene que almorzar en el centro de Santiago y anda en las cercanías de la Plaza de Armas, asómese por este restaurante. Se acordara de Lobby. (Juantonio Eymin. Foto retrato: Rodolfo Gambetti)
Ambrosía. Merced 838 –A (entrada por el Museo Casa Colorada), Santiago Centro, fono 697 2023
MÁS Y MEJOR
Tras cada visita que hago al Ambrosía, salgo más encantado. Es que Carolina Bazán, su chef ejecutiva y socia de este restaurante familiar ubicado en pleno centro de Santiago, a medida que pasa el tiempo se va liberando de ataduras y es capaz de presentar verdaderas obras de arte gastronómicas. Si no me cree, revise este artículo y luego visite este oculto merendero que ya lleva cinco años deleitando a los conocedores de la buena gastronomía que viven o trabajan en el centro de la capital.
Es que el Ambrosía sólo abre sus puertas al mediodía durante la semana laboral. Ubicado detrás de la Casa Colorada, en la calle Merced y a pasos de la Plaza de Armas, no es un lugar para los parroquianos de larga duración que circulan por el centro. Es más bien un enclave de buena gastronomía para los que gustan de la calidad y no pueden, por ubicación, trasladarse a restaurantes de mantel largo ubicados en otros sectores de la ciudad.
Por ello es frecuente verlo repleto durante la semana disfrutando las ocurrencias de Carolina. Ella tiene manos de “ángel” y eso lo saben y disfrutan sus clientes. Recién hizo un cambio de carta. Más bien dicho, cambió casi todo el menú del restaurante. Adecuándose a los tiempos, y a los costos de la crísis, se aventuró con una serie de platillos únicos que pueden ser acompañados con un cóctel o una copa de vino. De ahí conocimos y disfrutamos unas sobresalientes papas bravas y el Cammembert apanado. Dos muestras superiores y gustadoras que son capaces de reemplazar (por así decirlo) un almuerzo de rápido. Pero su cambio de carta no termina ahí. Las nuevas entradas son un perverso lujito para los sibaritas. De partida un sabroso tártaro de ternera con aceitunas negras envuelto en jamón de wagyú y una delicada ensalada de verdes con “pino de camarones” y semillas de maravilla, perfectamente sazonada en aceite de oliva y especias. Toda una aventura.
Su gran cambio está en los platos de fondo. La pelirroja Carolina incorporó un sabroso confit de pato (presa entera) con salsa de frambuesas acompañado de puré de zapallo camote; un delicado y blandísimo garrón de cordero con charquicán y un maravilloso (y más que recomendable) salmón con salsa de eneldo y risotto de hongos al limón. Bajo la manga, y sólo para paladares refinados, unos calamares rellenos con anchoas, aceitunas y pasta de calamar y acompañado de arroz amarillo es una de las grandes apuestas de la temporada y dato fijo para los exigentes.
A la hora del dulce final, a la fina repostería del Ambrosía que es de herencia familiar, se agregan divinos postres como los merengues con castañas, los rollitos tibios de plátano con helado de naranja y jengibre, junto a sus imperdibles postres como el cake soufflé con corazón de chocolate derretido y la clásica tarte tatin de manzanas; verdaderas delicias que no se pueden evadir.
El bar, optimo y una pequeña carta de vinos es suficiente para los almuerzos que propone el restaurante. La oferta de vino en copas es algo mezquina, variable solucionable en un abrir y cerrar de ojos. El servicio eso si queda al debe. Ni el restaurante ni Carolina merecen el servicio que ofrecen. No es malo ni deficiente, pero el Ambrosía necesita una excelencia en el servicio más acorde a su calidad gastronómica.
El lugar es cómodo, tranquilo y acogedor. La comida es de buena para arriba, los precios son absolutamente asequibles y también son cordiales. Si alguna vez tiene que almorzar en el centro de Santiago y anda en las cercanías de la Plaza de Armas, asómese por este restaurante. Se acordara de Lobby. (Juantonio Eymin. Foto retrato: Rodolfo Gambetti)
Ambrosía. Merced 838 –A (entrada por el Museo Casa Colorada), Santiago Centro, fono 697 2023