LOS GORDOS
Vintage a la chilena
Que me perdonen mis lectores, pero mi memoria gastronómica a veces la pierdo en el intrincado mundo de la nueva gastronomía. Pensaba, y gran error, que Los Gordos, ese restaurante de El Arrayán y pegado al cristalino río Mapocho, había sucumbido ante la modernidad. Menuda sorpresa me llevé la semana pasada: aun abre todos los días del año bajo la atenta mirada de Patricia Urzúa, su propietaria de siempre.
Han de saber los lectores más jóvenes, que Los Gordos es un restaurante de la época del golpe de Estado allá en los setenta. En ese tiempo, Enrique Ihnen y Patricia, marido y mujer, a sugerencia de unos amigos, abrieron este local de buena gastronomía y eterna algarabía. A pesar de las circunstancias como el toque de queda impuesto por la autoridad de la época, el local se mantenía incólume a los problemas. Era rural en esos entonces y actualmente lo sigue siendo. Y allí, entre añosos eucaliptos y a un costado del río, almorcé recordando viejos tiempos.
Interesante volver al pasado y recrear recetas que en esa época eran lo máximo. Buena mano en la cocina para unas empanaditas de queso “empujadas” con un pisco sour de buena factura y con un paté de la casa adornado con pimiento rojo y aceitunas. Allí llegó hace un tiempo el modisto Oscar de la Renta y tras siete pisco sour nadie podía sacarlo para llevarlo al desfile de modas que haría ese día. A decir verdad, en Los Gordos guardan una colección infinita de anécdotas llenas de sabor y espontaneidad.
Actualmente Enrique ya no está pero el negocio lo continúa su mujer. Y creo que es necesario ir a visitarlo por varios motivos. Uno de los principales es poder entender la sociedad de la época y los platos que se comían en aquellos entonces. Aun ricos, sucumbí ante una trucha blanca con salsa de langostinos y papas duquesa. Mis acompañantes optaron por un filete apenas cocido y por otra trucha, esta vez con alcaparras a la mantequilla. El plus de la gastronomía en los 70.
Ameno y a precios de esos años. Patricia ya no quiere lucrar con el negocio. Tampoco lo hacía antes. Diez mil pesos promedio por persona es su hándicap. Campestre y sumamente limpio, acoge a los que se animan a estas alturas de la vida a llegar por el camino El Bajo, allá en Lo Barnechea. Cerezas Jubilée de postre… y un largo bajativo a cargo de la dueña de casa, que no se cansa de contar encuentros y desencuentros de épocas pasadas.
Especial. Si se es mayor es necesario ir para rememorar momentos que nunca más volverán. Si se es joven, para conocer la vida que tenían sus antecesores. La memoria del gusto y del olfato pocas veces se pierde y creo que es necesario (de vez en cuando) dejar de lado la gastronomía actual para poder entender, esta vez gracias a la gastronomía, esos años difíciles donde no era cosa de llegar al shopping y comprar, sino que las vituallas había que conseguirlas entre piratas y el mercado negro. Y eso es bueno recordar o conocer. Es parte de nuestra historia culinaria y es un homenaje a los años 70.
A dos minutos del restaurante, la cuidad. Cuesta imaginarlo pero así es. Aun es campo, aun el río suena y viene cristalino, aun se conservan recuerdos imborrables de los tiempos pasados. Y lo más importante, aun se come bien.
Para nostálgicos y para las nuevas generaciones. La fiesta que comenzó allá en los setenta, aun no termina. No hay modernidades de ningún tipo. Pero si hay amor por la cocina (Juantonio Eymin).
Los Gordos: Camino el Bajo 17650, El Arrayán, Lo Barnechea, fono 321 5525
Vintage a la chilena
Que me perdonen mis lectores, pero mi memoria gastronómica a veces la pierdo en el intrincado mundo de la nueva gastronomía. Pensaba, y gran error, que Los Gordos, ese restaurante de El Arrayán y pegado al cristalino río Mapocho, había sucumbido ante la modernidad. Menuda sorpresa me llevé la semana pasada: aun abre todos los días del año bajo la atenta mirada de Patricia Urzúa, su propietaria de siempre.
Han de saber los lectores más jóvenes, que Los Gordos es un restaurante de la época del golpe de Estado allá en los setenta. En ese tiempo, Enrique Ihnen y Patricia, marido y mujer, a sugerencia de unos amigos, abrieron este local de buena gastronomía y eterna algarabía. A pesar de las circunstancias como el toque de queda impuesto por la autoridad de la época, el local se mantenía incólume a los problemas. Era rural en esos entonces y actualmente lo sigue siendo. Y allí, entre añosos eucaliptos y a un costado del río, almorcé recordando viejos tiempos.
Interesante volver al pasado y recrear recetas que en esa época eran lo máximo. Buena mano en la cocina para unas empanaditas de queso “empujadas” con un pisco sour de buena factura y con un paté de la casa adornado con pimiento rojo y aceitunas. Allí llegó hace un tiempo el modisto Oscar de la Renta y tras siete pisco sour nadie podía sacarlo para llevarlo al desfile de modas que haría ese día. A decir verdad, en Los Gordos guardan una colección infinita de anécdotas llenas de sabor y espontaneidad.
Actualmente Enrique ya no está pero el negocio lo continúa su mujer. Y creo que es necesario ir a visitarlo por varios motivos. Uno de los principales es poder entender la sociedad de la época y los platos que se comían en aquellos entonces. Aun ricos, sucumbí ante una trucha blanca con salsa de langostinos y papas duquesa. Mis acompañantes optaron por un filete apenas cocido y por otra trucha, esta vez con alcaparras a la mantequilla. El plus de la gastronomía en los 70.
Ameno y a precios de esos años. Patricia ya no quiere lucrar con el negocio. Tampoco lo hacía antes. Diez mil pesos promedio por persona es su hándicap. Campestre y sumamente limpio, acoge a los que se animan a estas alturas de la vida a llegar por el camino El Bajo, allá en Lo Barnechea. Cerezas Jubilée de postre… y un largo bajativo a cargo de la dueña de casa, que no se cansa de contar encuentros y desencuentros de épocas pasadas.
Especial. Si se es mayor es necesario ir para rememorar momentos que nunca más volverán. Si se es joven, para conocer la vida que tenían sus antecesores. La memoria del gusto y del olfato pocas veces se pierde y creo que es necesario (de vez en cuando) dejar de lado la gastronomía actual para poder entender, esta vez gracias a la gastronomía, esos años difíciles donde no era cosa de llegar al shopping y comprar, sino que las vituallas había que conseguirlas entre piratas y el mercado negro. Y eso es bueno recordar o conocer. Es parte de nuestra historia culinaria y es un homenaje a los años 70.
A dos minutos del restaurante, la cuidad. Cuesta imaginarlo pero así es. Aun es campo, aun el río suena y viene cristalino, aun se conservan recuerdos imborrables de los tiempos pasados. Y lo más importante, aun se come bien.
Para nostálgicos y para las nuevas generaciones. La fiesta que comenzó allá en los setenta, aun no termina. No hay modernidades de ningún tipo. Pero si hay amor por la cocina (Juantonio Eymin).
Los Gordos: Camino el Bajo 17650, El Arrayán, Lo Barnechea, fono 321 5525