miércoles, 6 de abril de 2011

PURO VINO ES TU CIELO




APUNTES TRAS LA CATA A MAYOR ALTURA DEL MUNDO

Este es un cúmulo de ideas sueltas, apunado todavía, el cronista sólo recuerda algunos pasajes de un evento que deja un par de lecciones para la industria del vino nacional.

* Por Rodrigo Martínez


En el límite fronterizo que divide la Provincia de San Juan y la Región de Coquimbo, se realizó la semana pasada la Cata de Vinos más alta del mundo, instancia en la que 4 viñas chilenas y 12 argentinas intentaron exponer sus mejores vinos ante medios de prensa, autoridades y un panel de expertas narices. Narices frías y entumecidas a 4.753 metros sobre el nivel del mar.

Si esto hubiera sido un partido de fútbol ya habríamos perdido por presencia de jugadores. Pero como el tenor de la actividad era de integración y así lo entendimos después de casi 20 horas en una van por cerros y caminos con vista a barrancos. En la altura, apertrechados con una bolsa con un emparedado, una barra de cereal y calugas para soportar el rigor de esta expedición, ustedes ya entenderán la calidad de lazos y la cantidad de chistes que se pueden establecer durante 20 horas en una van. Delante nuestro, una chica de La Cuarta, la periodista y escritora Karen Punaro se tomaba la cabeza “Y pensar que tenemos que volver todo este camino” decía, todavía sin completar la primera mitad del trayecto. El arribo fue a las Termas de Pismanta, un balneario precordillerano que evidenciaba glorias pretéritas y se mantenía con un look y servicio vintage que le resultaba muy natural.

La cata contó con una caótica previa la noche anterior llamada “Encuentro de sabores Binacional”, en el que se realizó un maridaje de vinos y frutos del mar chileno, y maridaje de carne “a la llama” acompañado de vinos. El maestro de ceremonias era el sommelier y cronista gastronómico Pascual Ibáñez quien terminó voceando los vinos que cataba ante la estampida de público que se abalanzó sobre los platos. Milenios de evolución, centurias de etiqueta y todo para volver a la barbarie que desata un buffet con comida gratis, nada que hacer. Previo chequeo de la presión arterial y las capacidades de oxigenación que realizó el cuerpo médico de la gendarmería argentina se emprendió al día siguiente un madrugador ascenso hasta los 4.753 metros. Otra vez la van.

Las viñas representantes de Chile fueron Cavas del Valle, Ocho Tierras, Viña Falernia y Viña Dalbosco, pero los vinos sufrieron por lo inclemente del viaje y por la imposibilidad de catar antes algunas cepas. En total sólo Cavas del Valle (Syrah), Falernia (Pedro Ximenez) y Ochotierras (Sauvignon Blanc) tuvieron la oportunidad de descorcharse en altura porque el evento se acortó abruptamente porque ya varios pedían oxígeno en el lounge exterior a la carpa y ya los discursos de las autoridades, además de las interlocuciones eternas de la voz en off argentina habían extendido más de la cuenta los tiempos del evento. A esa hora había caras pálidas, costaba pararse, personajes a paso cancino se acercaban a sus transportes. Uno que otro canchero encendía un cigarrito que apagaba luego y terminó lamentando después. Se temía que, de a poco, todos cayeran o practicaran su paso de zombi en busca de una mascarilla.

Pero ¿Por qué hacer algo así? Nuestros compadres del Oriente entienden bien esto del marketing, son amantes de las hazañas inútiles, se jactan de grandilocuentes y absolutos méritos que a nadie más interesan. Pero saben hacer de lo obvio una disciplina y -power point mediante- transforman lo cotidiano en algo superlativo. Parte de la personalidad, idiosincrasia, lo que sea. Allí estaba un correcto panel de cata liderado por la guapa académica de la Universidad Católica de San Juan, María Laura Serafino, ideado para conocer organolépticamente cada añada de este vasto valle vitivinícola que es el segundo de mayor producción en Argentina, que es el pilar de las mezclas tintas y capital del Syrah trasandino. Allí estaban los recuerdos, una manta, pins y gorras corporativas. A la pregunta que inicia este párrafo, la respuesta: ¿Y por qué no? Bajo el slogan de “Vino argentino, Bebida Nacional”, pregonado hasta el hartazgo queda de manifiesto que los argentinos en distintos estamentos y bajo el alero de diversas instituciones se toman el asunto del vino, muy, muy en serio.


* Rodrigo Martínez es periodista especializado y miembro del Círculo de Cronistas Gastronómicos de Chile. Escribe regularmente en La CAV, las revistas IN, UVA y administra el sitio http://www.vasoscomunicantes.cl/, consagrado a licores y bebistrajos de toda índole.