EL BOHÍO
Nos habíamos acostumbrado a esa terraza de madera que nos acompañaba todos los veranos en el Sheraton. El Bohío era un referente de frescura y de calidad desde hace muchos años. Tengo la suerte de haber conocido a varios de sus gerentes y todos querían obtener fondos para renovar este “quincho” que le producía grandes satisfacciones económicas al hotel. Pero los dineros nunca llegaron. Por A, B o C motivos, El Bohío seguía igual, y aunque nadie se quejara, la idea era renovarlo.
Tanto va el agua al cántaro que por fin este año llegaron los fondos para hacer una remodelación profunda al hotel. No sólo fue beneficiado El Bohío y el sector de la piscina, también se remodelaron los salones y actualmente están trabajando en el lobby y en el piso 21 de la torre. Pronto, el Sheraton mostrará una nueva y moderna cara.
Pero vamos a lo que nos interesa en estos momentos. El Bohío es, desde hace dos semanas, otro lugar. Ya no hay maderas a la vista y la piedra se suma a un elegante cielo que se ve lindo y moderno. ¡Que envidia!, dice una amiga. - Me encantaría venir todos los días.
- Yo preferiría venir todas las noches, le respondí. Ya oscuro, la piscina se transforma en una fuente multicolor con chorros de agua y el hotel en un oasis. Es como estar de vacaciones.
Lo que no ha variado es su buffet. Durante la temporada de verano los desayunos de los pasajeros (o los que quieran), son en este idílico lugar. El Cid, el restaurante insignia del hotel, descansa ya que todas las actividades se realizan en El Bohío. Al ojo atento de Josef Gander, su chef ejecutivo, cada minuto se reemplazan los productos que se ofrecen en este buffet que debe ser uno de los mejores de la capital. A la hora de las entradas, carnes frías, pescados ídem, mariscos, verduras y un cuantuay para degustar las veces que se desee. Acá nadie apura ni molesta. Y la tentación es grande: partí con ostras, cambié a salmón y quesos y terminé con cebiche (la idea de ponerlo en copas no es la mejor) y camarones. “Nada más”, me dije. Había que dejar espacio para los fondos.
La parrilla prendida para degustar lo que uno desee las veces que requiera. Desde lechoncitos a pollo, pasando por todas las variedades de carnes de cerdo y vacuno. Aparte, longanizas y todas las “izas” que se puede degustar en este Santiago en verano. Aparte, en richaud, paella, pasta y pescado. ¿Dará todo para dos vueltas?
Difícil a no ser que cenemos con Pantagruel. Hay un dicho muy citadino que cuenta que el ojo es una cosa, pero el estómago, otra. Sin embargo, luego de una porción de paella, volví por un trozo de pollo y ensalada.
No fui capaz.
¿Cuánto?, preguntarán mis lectores. $ 28.000 por persona con una bebida sin alcohol. Si opta por aperitivo y media botella de vino, tendrá de desembolsar $ 34.500 y si quiere tener un fin de fiesta con un bajativo, la experiencia le saldrá por $ 39.500.
Pedí tres deseos cuando comí mi primera sandía de la temporada. Dos de ellos eran personales y el tercero era desearle larga vida a este lugar. Definitivamente es uno de los mejores oasis de la capital. No es para ir todos los días ya que el presupuesto se iría a cierta parte, pero es necesario conocerlo y disfrutarlo. Día y noche a disposición. Mi amiga prefiere de día, yo de noche. Es posible que nunca nos encontremos. Pero la experiencia es sin igual. El nuevo El Bohío le encantará. Y si por alguna razón no le gustó algo, es cosa de pararse y cambiar de productos.
Otra amiga, periodista de una revista dedicada a los placeres de la vida me dice: -Conocí a Jawi, (Howie Brown, el gerente del hotel). Luego de un rato me dice: ¡Es espectacular!
Nunca supe si hablaba de El Bohío o de Howie Brown. Pronto lo sabré. (Juantonio Eymin).
El Bohío. Hotel Sheraton & Convention Center, Av. Santa Maria 1742, Providencia, fono 233 5000
Nos habíamos acostumbrado a esa terraza de madera que nos acompañaba todos los veranos en el Sheraton. El Bohío era un referente de frescura y de calidad desde hace muchos años. Tengo la suerte de haber conocido a varios de sus gerentes y todos querían obtener fondos para renovar este “quincho” que le producía grandes satisfacciones económicas al hotel. Pero los dineros nunca llegaron. Por A, B o C motivos, El Bohío seguía igual, y aunque nadie se quejara, la idea era renovarlo.
Tanto va el agua al cántaro que por fin este año llegaron los fondos para hacer una remodelación profunda al hotel. No sólo fue beneficiado El Bohío y el sector de la piscina, también se remodelaron los salones y actualmente están trabajando en el lobby y en el piso 21 de la torre. Pronto, el Sheraton mostrará una nueva y moderna cara.
Pero vamos a lo que nos interesa en estos momentos. El Bohío es, desde hace dos semanas, otro lugar. Ya no hay maderas a la vista y la piedra se suma a un elegante cielo que se ve lindo y moderno. ¡Que envidia!, dice una amiga. - Me encantaría venir todos los días.
- Yo preferiría venir todas las noches, le respondí. Ya oscuro, la piscina se transforma en una fuente multicolor con chorros de agua y el hotel en un oasis. Es como estar de vacaciones.
Lo que no ha variado es su buffet. Durante la temporada de verano los desayunos de los pasajeros (o los que quieran), son en este idílico lugar. El Cid, el restaurante insignia del hotel, descansa ya que todas las actividades se realizan en El Bohío. Al ojo atento de Josef Gander, su chef ejecutivo, cada minuto se reemplazan los productos que se ofrecen en este buffet que debe ser uno de los mejores de la capital. A la hora de las entradas, carnes frías, pescados ídem, mariscos, verduras y un cuantuay para degustar las veces que se desee. Acá nadie apura ni molesta. Y la tentación es grande: partí con ostras, cambié a salmón y quesos y terminé con cebiche (la idea de ponerlo en copas no es la mejor) y camarones. “Nada más”, me dije. Había que dejar espacio para los fondos.
La parrilla prendida para degustar lo que uno desee las veces que requiera. Desde lechoncitos a pollo, pasando por todas las variedades de carnes de cerdo y vacuno. Aparte, longanizas y todas las “izas” que se puede degustar en este Santiago en verano. Aparte, en richaud, paella, pasta y pescado. ¿Dará todo para dos vueltas?
Difícil a no ser que cenemos con Pantagruel. Hay un dicho muy citadino que cuenta que el ojo es una cosa, pero el estómago, otra. Sin embargo, luego de una porción de paella, volví por un trozo de pollo y ensalada.
No fui capaz.
¿Cuánto?, preguntarán mis lectores. $ 28.000 por persona con una bebida sin alcohol. Si opta por aperitivo y media botella de vino, tendrá de desembolsar $ 34.500 y si quiere tener un fin de fiesta con un bajativo, la experiencia le saldrá por $ 39.500.
Pedí tres deseos cuando comí mi primera sandía de la temporada. Dos de ellos eran personales y el tercero era desearle larga vida a este lugar. Definitivamente es uno de los mejores oasis de la capital. No es para ir todos los días ya que el presupuesto se iría a cierta parte, pero es necesario conocerlo y disfrutarlo. Día y noche a disposición. Mi amiga prefiere de día, yo de noche. Es posible que nunca nos encontremos. Pero la experiencia es sin igual. El nuevo El Bohío le encantará. Y si por alguna razón no le gustó algo, es cosa de pararse y cambiar de productos.
Otra amiga, periodista de una revista dedicada a los placeres de la vida me dice: -Conocí a Jawi, (Howie Brown, el gerente del hotel). Luego de un rato me dice: ¡Es espectacular!
Nunca supe si hablaba de El Bohío o de Howie Brown. Pronto lo sabré. (Juantonio Eymin).
El Bohío. Hotel Sheraton & Convention Center, Av. Santa Maria 1742, Providencia, fono 233 5000