EL RINCÓN DEL POETA
Isla Negra: Un sábado de enero. 12.30 horas. Integrado a la Casa-Museo de Pablo Neruda, en el corazón mismo de nuestra costa Metropolitana (aunque pertenece a la región de Valparaíso), encuentro El Rincón del Poeta, la instancia gastronómica y cultural de ese pequeño poblado.
Me recibe una mujer alta y de pelo rubio entrecano. Es Ingrid Weinrich, una leyenda de la gastronomía nacional. Posiblemente la primera mujer chef profesional del país y que hizo historia en el mítico Balthasar que compartía con Carlos Monge, otro de los visionarios de aquellos entonces. Hablo de los años 80, donde todo estaba por descubrirse y aun la palta reina y el filete con champiñones eran platillos de los grandes restaurantes. Con ellos aprendí de condimentos indios, del chagual y de platos que veinte años después serían un éxito comercial. Eran los años de Acklin, Solorza, Torito, Eyzaguirre, Quersen Vásquez y otros que olvido pero que rememoro. Ingrid, igual que siempre, me mira con sus hermosos ojos celestes y me invita a quedarme para conversar de la vida.
Me cuenta que un día se cansó de vivir en Santiago y decidió refugiarse en Isla Negra, en su casa veraniega llena de recuerdos y anécdotas. Como la profesión es fuerte, le ofrecieron un pequeño café que serviría como solaz a los turistas que visitaban la casa de Neruda. Poco a poco el café fue transformándose en lo que ella quería: un restaurante hecho y derecho.
No le fue fácil pero lo consiguió después de varios años de sacrificio. Hoy es tan atractivo como el museo e incluso más. Y lo más genial…no se cansa de inventar, ya que la cocina, según ella, es algo vivo y de constante renovación.
Activa como siempre, Ingrid maneja con severa (pero suave) mano, la cocina. Recibe a los clientes como si fuesen sus amigos y no se le va detalle alguno. Del poeta, sólo el caldillo de congrio y un pisco sour al que le agregan una gotita de Curazao para que adquiera una horrible tonalidad marina aunque no afecta las cualidades del producto. Aunque cueste creerlo, en el bar exterior -una réplica de un bote- ofrece buen café (de esos que difícilmente se logran en Santiago; sándwiches de ave (1.900), de queso caliente (1.300) y cervezas de la zona a $ 2.500.
Realmente yo iba preparado para precios mayores.
Espumoso Flichman mendocino para brindar por los años idos y los actuales; Jardín del mar para acompañarlo (un gran platillo con delicadezas marinas –frías y calientes- de la zona, por 11.900 para dos comensales). Un almuerzo casi completo por diez mil pesos por persona en un ambiente marino donde gracias a grandes ventanales corta vientos y quitasoles apropiados, se puede almorzar bajo el sol sin que siquiera se derrita la mantequilla.
Luego, y acompañado de un buen sauvignon blanc Amayna, una joyita: Congrio a la plancha con frutillas a la pimienta y un generoso chorrito de vodka, un regalo para el paladar y un halago para Ingrid, que no se cansa de crear platos originales para su fiel clientela.
Sábado, 15.45 horas. Bonus track. Divisé a un parroquiano goloseando un lebrillo con porotos granados con mazamorra. -¿Los quieres probar?, me preguntó Ingrid. No pude resistir a la tentación de la gula y los acompañé con un par de finas láminas de tomate con albahaca. El cielo, la gloria, el éxtasis…sinceramente (y con el perdón del congrio con frutillas a la pimienta) caí rendido a la majestuosidad de nuestro típico plato veraniego.
Una mousse de menta para bajar todo. Un decir, ya que todo lo comido no se baja ni con menta ni con un brandy Torres que llegó a continuación. A decir verdad, el almuerzo fue como un pecado de esos que dejan remordimientos, pero sólo algunos (y de los buenos).
Si este febrero siente pánico entrar a los restaurantes de la costa central por temor a que lo esquilmen y salga decepcionado por la oferta, anote este datito. Neruda se caracterizó por su pluma y por el amor a la cocina. Y sinceramente el restaurante insignia de esta casa-museo es un poema. Durante febrero atenderán los sábados en la noche. El resto del año solo a la hora de almuerzo, con excepción de los lunes… día de mantenimiento general de todo el complejo.
Un lugar con una historia que encanta, sea o no Neruda uno de sus favoritos. Pero sí lo será la cocina de Ingrid Weinrich -la gringa-. Su comida es una poesía… y de la buena.
El Rincón del Poeta: Casa-Museo Pablo Neruda. Camino Vecinal. Isla Negra.
Isla Negra: Un sábado de enero. 12.30 horas. Integrado a la Casa-Museo de Pablo Neruda, en el corazón mismo de nuestra costa Metropolitana (aunque pertenece a la región de Valparaíso), encuentro El Rincón del Poeta, la instancia gastronómica y cultural de ese pequeño poblado.
Me recibe una mujer alta y de pelo rubio entrecano. Es Ingrid Weinrich, una leyenda de la gastronomía nacional. Posiblemente la primera mujer chef profesional del país y que hizo historia en el mítico Balthasar que compartía con Carlos Monge, otro de los visionarios de aquellos entonces. Hablo de los años 80, donde todo estaba por descubrirse y aun la palta reina y el filete con champiñones eran platillos de los grandes restaurantes. Con ellos aprendí de condimentos indios, del chagual y de platos que veinte años después serían un éxito comercial. Eran los años de Acklin, Solorza, Torito, Eyzaguirre, Quersen Vásquez y otros que olvido pero que rememoro. Ingrid, igual que siempre, me mira con sus hermosos ojos celestes y me invita a quedarme para conversar de la vida.
Me cuenta que un día se cansó de vivir en Santiago y decidió refugiarse en Isla Negra, en su casa veraniega llena de recuerdos y anécdotas. Como la profesión es fuerte, le ofrecieron un pequeño café que serviría como solaz a los turistas que visitaban la casa de Neruda. Poco a poco el café fue transformándose en lo que ella quería: un restaurante hecho y derecho.
No le fue fácil pero lo consiguió después de varios años de sacrificio. Hoy es tan atractivo como el museo e incluso más. Y lo más genial…no se cansa de inventar, ya que la cocina, según ella, es algo vivo y de constante renovación.
Activa como siempre, Ingrid maneja con severa (pero suave) mano, la cocina. Recibe a los clientes como si fuesen sus amigos y no se le va detalle alguno. Del poeta, sólo el caldillo de congrio y un pisco sour al que le agregan una gotita de Curazao para que adquiera una horrible tonalidad marina aunque no afecta las cualidades del producto. Aunque cueste creerlo, en el bar exterior -una réplica de un bote- ofrece buen café (de esos que difícilmente se logran en Santiago; sándwiches de ave (1.900), de queso caliente (1.300) y cervezas de la zona a $ 2.500.
Realmente yo iba preparado para precios mayores.
Espumoso Flichman mendocino para brindar por los años idos y los actuales; Jardín del mar para acompañarlo (un gran platillo con delicadezas marinas –frías y calientes- de la zona, por 11.900 para dos comensales). Un almuerzo casi completo por diez mil pesos por persona en un ambiente marino donde gracias a grandes ventanales corta vientos y quitasoles apropiados, se puede almorzar bajo el sol sin que siquiera se derrita la mantequilla.
Luego, y acompañado de un buen sauvignon blanc Amayna, una joyita: Congrio a la plancha con frutillas a la pimienta y un generoso chorrito de vodka, un regalo para el paladar y un halago para Ingrid, que no se cansa de crear platos originales para su fiel clientela.
Sábado, 15.45 horas. Bonus track. Divisé a un parroquiano goloseando un lebrillo con porotos granados con mazamorra. -¿Los quieres probar?, me preguntó Ingrid. No pude resistir a la tentación de la gula y los acompañé con un par de finas láminas de tomate con albahaca. El cielo, la gloria, el éxtasis…sinceramente (y con el perdón del congrio con frutillas a la pimienta) caí rendido a la majestuosidad de nuestro típico plato veraniego.
Una mousse de menta para bajar todo. Un decir, ya que todo lo comido no se baja ni con menta ni con un brandy Torres que llegó a continuación. A decir verdad, el almuerzo fue como un pecado de esos que dejan remordimientos, pero sólo algunos (y de los buenos).
Si este febrero siente pánico entrar a los restaurantes de la costa central por temor a que lo esquilmen y salga decepcionado por la oferta, anote este datito. Neruda se caracterizó por su pluma y por el amor a la cocina. Y sinceramente el restaurante insignia de esta casa-museo es un poema. Durante febrero atenderán los sábados en la noche. El resto del año solo a la hora de almuerzo, con excepción de los lunes… día de mantenimiento general de todo el complejo.
Un lugar con una historia que encanta, sea o no Neruda uno de sus favoritos. Pero sí lo será la cocina de Ingrid Weinrich -la gringa-. Su comida es una poesía… y de la buena.
El Rincón del Poeta: Casa-Museo Pablo Neruda. Camino Vecinal. Isla Negra.