OVALLE, TIERRA DE VINOS Y PISCO
Si esta columna fuese un diario de viaje, llegar en un minibus a Ovalle me llevó el mismo tiempo que arribar a Miami vía aérea. Largas y tediosas horas mirando un panorama desértico y poco atractivo. La misión era una: visitar -y en mi caso conocer- Ovalle y asistir a la Fiesta de la Vendimia, una gentileza de la Municipalidad local, de Marta Lobos, su alcaldesa; de Mariano López, director del Departamento de Fomento de la municipalidad y del sommelier Antonio Aguilera, quienes fueron nuestros anfitriones en esa ciudad.
De noche ya, nuestro primer destino: Tamaya, una de las grandes bodegas de la zona. Allí, en una bodega aun en construcción, el enólogo José Pablo Martín nos esperaba con una paciencia de santo. Bebimos y catamos su dos nuevos chiches, el espumoso T, un Blanc de Blancs Brut Nature que tendrá mucho que decir los meses venideros y el Gran Pisco Tamaya, una versión súper premium elaborado a partir de uvas seleccionadas de las variedades moscatel rosada y moscatel Alejandría y cuyo precio bordea los 90.000 pesos, algo impensado para un pisco nacional.
La apretada agenda nos llevó luego a conocer la casa de Mirko Ibarra, productor de los aceites de oliva Oleovalle, donde ¡al fin! logramos saciar nuestra sed y hambre. Bajo parronales y al alero de un horno de barro degustamos quesos de cabra asado y cabrito al horno, la especialidad de la ciudad, acompañados de unos blancos y tintos algo desafortunados de la viña Dalbosco.
Era medianoche cuando llegamos al hotel Limarí, un oasis en la ciudad, a cenar nuevamente. Sinceramente no es fácil cenar dos veces en una noche. (Si algún día llega por ahí, no se pierda las churrascas a la hora del desayuno… son maravillosas)
Largo pero fructífero viaje. Tras otro extenuante recorrido llegamos al día siguiente a una de las viñas que Tabalí tiene en las cercanías del parque Fray Jorge en suaves lomajes de suelos calcáreos. Allí, donde antes hubo desierto y cactus, hoy crecen viñedos que le están dando un gran valor agregado a Tabalí, gracias al aporte de estas tierras, de Felipe Muller, su enólogo y Héctor Rojas, su viticultor. A esa hora del día, el eterno viaje se estaba compensando gracias a la gentileza de César, cuyo apellido no recuerdo, un gran guía e historiador de la provincia. Tarde ya (a decir verdad llegamos tarde a todos los eventos programados), nos obsequian un gran cóctel en la casa de huéspedes de la viña Tabalí, donde sus mejores blancos y tintos permitían degustar delicatessen preparadas para la ocasión en una de las propiedades más hermosas de la ciudad y sus alrededores. Bueno, los Luksic no lo podrían haber hecho de otra manera.
La fiesta popular nos traslada luego a la Plaza de Armas para ver sus tradiciones: cueca, baile, elección de reina, pisadores de uva y todo lo que rodea una vendimia. A los costados de la plaza, puestos con licores artesanales, quesos, piscos, vinos, espumosos, aceites y cientos de ovallinos disfrutando su fiesta. Luego, la presentación de Sensus, un nuevo espumante de la viña Francisco de Aguirre, para finalizar el día con una fiesta en el hotel Limarí, donde el pisco Waqar fue la estrella.
Waqar merece un párrafo aparte. La apuesta del enólogo Jaime Camposano de elaborar un pisco Premium donde cada botella bordea los 30 mil pesos, ha sido exitosa y de gran aceptación. Como empresa familiar, sólo el boca a boca lo está posicionando como uno de los mejores piscos que se producen en la actualidad y ya ha traspasado fronteras. Jaime me cuenta que ellos embotellan el corazón del corazón de alcohol que destilan y todos caen rendidos a sus atributos, como niña bonita e inteligente. Más aun. Hace un par de días, Waqar ganó dos medallas de oro en el San Francisco World Spirits Competition 2012, donde compitieron más de 1200 destilados de todo el mundo. Todo un honor para ellos.
Ovalle no para de mostrar sus encantos y la siguiente recalada sería en la Hacienda Mal Paso, lugar donde la familia Prohens reestructuró el año 2002 su planta de alcoholes y comenzó años después a producir su propio pisco. En la actualidad con versiones de 35 y 40° y ya están próximos a envasar una nueva línea con un destilado más puro y transparente.
¿Más comida y bebida? Auque no lo crean, si. Despidiéndonos de Ovalle llegamos a Barraza, un encantador pueblito que sólo tiene un centenar de habitantes. Allí, y en un costado de su antigua plaza, visitamos el Cabildo Abierto, un restaurante al aire libre y levantado con materiales de la zona. Una pulcra cocina que ofrece diariamente comida familiar (cabrito incluido) con un bar donde abundan los vinos y licores de la provincia.
Cerca de 1.500 kilómetros recorridos durante un fin de semana agotador. La idea de la municipalidad ovallina es atraer más turismo a la zona ya que en la actualidad sólo el Parque Fray Jorge atrae visitantes. Para ello deberán armar una infraestructura turística y mejorar su calidad gastronómica. No se puede vivir de camarones del Limarí y de cabritos al horno permanentemente. Desgraciadamente (o felizmente), al ser humano se le conquista por el estómago y si la ciudad y sus alrededores quiere que su valle tenga similar atractivo que el Elqui, los esfuerzos deberán multiplicarlos. Aun así, su geografía impresiona y merece ser tomada en cuenta. (Juantonio Eymin)
Si esta columna fuese un diario de viaje, llegar en un minibus a Ovalle me llevó el mismo tiempo que arribar a Miami vía aérea. Largas y tediosas horas mirando un panorama desértico y poco atractivo. La misión era una: visitar -y en mi caso conocer- Ovalle y asistir a la Fiesta de la Vendimia, una gentileza de la Municipalidad local, de Marta Lobos, su alcaldesa; de Mariano López, director del Departamento de Fomento de la municipalidad y del sommelier Antonio Aguilera, quienes fueron nuestros anfitriones en esa ciudad.
De noche ya, nuestro primer destino: Tamaya, una de las grandes bodegas de la zona. Allí, en una bodega aun en construcción, el enólogo José Pablo Martín nos esperaba con una paciencia de santo. Bebimos y catamos su dos nuevos chiches, el espumoso T, un Blanc de Blancs Brut Nature que tendrá mucho que decir los meses venideros y el Gran Pisco Tamaya, una versión súper premium elaborado a partir de uvas seleccionadas de las variedades moscatel rosada y moscatel Alejandría y cuyo precio bordea los 90.000 pesos, algo impensado para un pisco nacional.
La apretada agenda nos llevó luego a conocer la casa de Mirko Ibarra, productor de los aceites de oliva Oleovalle, donde ¡al fin! logramos saciar nuestra sed y hambre. Bajo parronales y al alero de un horno de barro degustamos quesos de cabra asado y cabrito al horno, la especialidad de la ciudad, acompañados de unos blancos y tintos algo desafortunados de la viña Dalbosco.
Era medianoche cuando llegamos al hotel Limarí, un oasis en la ciudad, a cenar nuevamente. Sinceramente no es fácil cenar dos veces en una noche. (Si algún día llega por ahí, no se pierda las churrascas a la hora del desayuno… son maravillosas)
Largo pero fructífero viaje. Tras otro extenuante recorrido llegamos al día siguiente a una de las viñas que Tabalí tiene en las cercanías del parque Fray Jorge en suaves lomajes de suelos calcáreos. Allí, donde antes hubo desierto y cactus, hoy crecen viñedos que le están dando un gran valor agregado a Tabalí, gracias al aporte de estas tierras, de Felipe Muller, su enólogo y Héctor Rojas, su viticultor. A esa hora del día, el eterno viaje se estaba compensando gracias a la gentileza de César, cuyo apellido no recuerdo, un gran guía e historiador de la provincia. Tarde ya (a decir verdad llegamos tarde a todos los eventos programados), nos obsequian un gran cóctel en la casa de huéspedes de la viña Tabalí, donde sus mejores blancos y tintos permitían degustar delicatessen preparadas para la ocasión en una de las propiedades más hermosas de la ciudad y sus alrededores. Bueno, los Luksic no lo podrían haber hecho de otra manera.
La fiesta popular nos traslada luego a la Plaza de Armas para ver sus tradiciones: cueca, baile, elección de reina, pisadores de uva y todo lo que rodea una vendimia. A los costados de la plaza, puestos con licores artesanales, quesos, piscos, vinos, espumosos, aceites y cientos de ovallinos disfrutando su fiesta. Luego, la presentación de Sensus, un nuevo espumante de la viña Francisco de Aguirre, para finalizar el día con una fiesta en el hotel Limarí, donde el pisco Waqar fue la estrella.
Waqar merece un párrafo aparte. La apuesta del enólogo Jaime Camposano de elaborar un pisco Premium donde cada botella bordea los 30 mil pesos, ha sido exitosa y de gran aceptación. Como empresa familiar, sólo el boca a boca lo está posicionando como uno de los mejores piscos que se producen en la actualidad y ya ha traspasado fronteras. Jaime me cuenta que ellos embotellan el corazón del corazón de alcohol que destilan y todos caen rendidos a sus atributos, como niña bonita e inteligente. Más aun. Hace un par de días, Waqar ganó dos medallas de oro en el San Francisco World Spirits Competition 2012, donde compitieron más de 1200 destilados de todo el mundo. Todo un honor para ellos.
Ovalle no para de mostrar sus encantos y la siguiente recalada sería en la Hacienda Mal Paso, lugar donde la familia Prohens reestructuró el año 2002 su planta de alcoholes y comenzó años después a producir su propio pisco. En la actualidad con versiones de 35 y 40° y ya están próximos a envasar una nueva línea con un destilado más puro y transparente.
¿Más comida y bebida? Auque no lo crean, si. Despidiéndonos de Ovalle llegamos a Barraza, un encantador pueblito que sólo tiene un centenar de habitantes. Allí, y en un costado de su antigua plaza, visitamos el Cabildo Abierto, un restaurante al aire libre y levantado con materiales de la zona. Una pulcra cocina que ofrece diariamente comida familiar (cabrito incluido) con un bar donde abundan los vinos y licores de la provincia.
Cerca de 1.500 kilómetros recorridos durante un fin de semana agotador. La idea de la municipalidad ovallina es atraer más turismo a la zona ya que en la actualidad sólo el Parque Fray Jorge atrae visitantes. Para ello deberán armar una infraestructura turística y mejorar su calidad gastronómica. No se puede vivir de camarones del Limarí y de cabritos al horno permanentemente. Desgraciadamente (o felizmente), al ser humano se le conquista por el estómago y si la ciudad y sus alrededores quiere que su valle tenga similar atractivo que el Elqui, los esfuerzos deberán multiplicarlos. Aun así, su geografía impresiona y merece ser tomada en cuenta. (Juantonio Eymin)