miércoles, 4 de abril de 2012

LOS CONDUMIOS DE DON EXE



MI NIETO JEREMÍAS

Uno de mis nietos, el mayor, se llama Jeremías. Un nombre bastante poco académico ya que su apellido sigue siendo Quintanilla, y que yo sepa, de hebreo no tengo nada. Bueno, ese es problema de sus padres. O era, ya que el pendejo acaba de cumplir quince años y lo mandaron un fin de semana a mi casa con el fin de que el guacho conociera a su abuelo.

Ustedes deben saber que yo soy poco querendón con estos espinilludos de la primera edad ya que por muy buen colegio donde estudien, se saben todas las maldades por libro. Con tal de dejar tranquilo a su padre y contenta a su madre, acepté que se viniera por el fin de semana a mi departamento, quizá echándome a perder todas mis maquiavélicas intenciones que tenía con Sofía, mi paquita, ya que tendría libre esos días. Hablé con ella y me entendió. ¿Si yo no estoy de acuerdo, como me puede entender ella?

El manfinflero llegó puntual a mi sucucho. Existiendo timbre, el muy bolas golpeó la puerta con los nudillos.

- ¡Jeremías!, ¡qué gusto verte tan grande!
- ¡Hola tata!

En esos instantes comencé a empelotarme. Con un corte de pelo extraño, aritos en las orejas y un piercing en una ceja, tiró su mochila arriba del sillón del living, apagó los audífonos de su Ipod y me dice.

- ¡Tengo hambre, tata!

Les juro que a esa edad yo también pasaba con hambre. Pero era un poco más digno.

- ¿En que curso vas, Jeremías?
- Mira tata, me carga que me digan Jeremías. Dime sencillamente Jota.
- Bueno Jota. Si eso te carga, te comentaré de inmediato lo que me sulfura. Primero, no me digas tata. Dime tío, Exe o como te plazca, pero nada de tata. Segundo, hay que pedir permiso para abrir el refrigerador. Tercero, me harías feliz si te sacas el piercing que llevas en la ceja y cuarto, todo lo que pase acá, desde hoy hasta el domingo, es problema de nosotros dos. ¿De acuerdo, Jota?
- De acuerdo Exe, pensé que eras un viejo cascarrabias, pero eres mucho más simpático de lo que me imaginé.
- Yo pensé que eras un cabro de mierda… y no me equivoque, le respondí riéndome.

Se aburrió el primer par de horas. Jota pensó que en casa habría revistas de esas que a él le gustan y sólo se encontró con libros de cocina. Lo pillé leyendo uno acerca de la comida afrodisíaca mientras yo leía las últimas crónicas recopiladas de Ruperto de Nola (el nuevo, no el viejo). Como a las nueve de la noche, Jota se acerca y tímidamente me dice: “¡Exe: tengo hambre!
- ¡Vamos a cenar, entonces!
- ¿Me llevaras a un restaurante? ¡En casa sólo como vienesas con puré o con arroz!
- Bueno, si donde vamos le puedes llamar así, ese sucucho será de hoy en adelante un restaurante, bromeé

Se había sacado el piercing de su ceja. Parecía más normal y no un avatar de película de terror. Llegamos a Las Lanzas y encontramos una mesa vacía. Como era fin de semana, el local ardía de público de todas las edades. Jota se queda mirando embobado a Jessica, una garzona voluptuosa y generosa.

- ¿Es su nieto, don Exe?
- No, le respondo. Es un amigo nuevo que le gustan las chicas como tú.

Ella se ruborizo y pregunta en su mejor español.

- ¿Qué se van a servirse?
- ¿Tienes callitos?, le pregunta Jota.
- ¿Dónde?, responde Jessica, mirándose sus pies.
- ¡A la madrileña, obvio!
- ¡Claro que le tenemos!, responde con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Quieres?
- Obvio. Con una porción extra de papas fritas en cubitos, responde Jota.
- Y para tomar ¿Qué podría ser?
- ¿Una cerveza?
- Lo siento guachito, responde con ternura, acá no les vendemos alcohol a menores de edad.
- Que sea una Coca Cola, entonces. El abue… perdón, Exe me convidará de su bebida.

El guacho estaba saliendo más astuto que yo. El primer día sin sus padres y ya estaba haciéndole guiños a la moza. Inteligente, sabe que para comer filete hay que atragantarse primero con osobuco y carne molida. Definitivamente mi nieto me tenía orgulloso.

Los callitos de Jota y mi carne al jugo desaparecieron en pocos minutos. Jota poco se preocupó de su plato ya que seguía con la vista cada paso que daba Jessica y ella, a sabiendas que la miraba, se ponía coqueta y se contoneaba de lo lindo. Incuso, le llevó a escondidas un tazón de loza con cerveza negra. “-No el cuentes a nadie”, le susurró al oído.” Yo, mientras bebía de mi copa, pensaba en la suerte del chico. No sé cuántas veces traté de hacerle los puntos a la Jessi y nada de nada. Bueno… todo quedará en familia.

Los vi intercambiándose números de celular cuando salimos del vituperio. “-Me gustaría vivir contigo”, dice mientras caminábamos a casa.

- Lo siento, respondí. En Ñuñoa no hay espacio para dos Quintanilla juntos.

Ya saben ustedes lo catetes que son los adolescentes cuando se ponen calientes como piedra de curanto. Me obligó el sábado a revisitar Las Lanzas pero la musa de sus sueños oníricos tenía el día libre. Aun así, cenamos en casa y lo pasamos más que entretenidos.

“- Quiero ser como tú cuando grande”, fue lo mas halagador que dijo. “–Jota -le respondí-, no te guíes por las apariencias. Estudia y verás que lo pasas mucho mejor.

El domingo temprano lo pasaron a buscar. Mamá y papá se sorprendieron ver al guacho sin aritos ni piercings. ¿El tata te obligó sacártelos?, le preguntó inquisitivamente mi nuera.

- No mamá, no los necesito. Ya crecí.

¡Ese es mi nieto, mierda!

Exequiel Quintanilla