martes, 3 de julio de 2012

MIS APUNTES GASTRONÓMICOS

LA CASA VIEJA

Es un contrasentido a mi larga letanía de la convivencia de restaurantes de corte tradicional y los de tradición extranjera que tenemos en nuestro país. Aun así disfruto como un enajenado cada vez que piso un local con comida típica. Pienso que les pasa a muchos ya que ya es tradición de que todos los lugares donde se expende nuestra comida, la afluencia de público es masiva.

“Más aun cuando llueve”, me cuenta Sebastian Contesse, administrador e hijo de Jorge Contesse, el creador de la Casa Vieja, esa que nació en Ñuñoa y que en la actualidad tiene un reluciente local en Vitacura. Allí llegué, un día lluvioso de la semana pasada, para probar parte de lo nuevo y mucho de lo antiguo que ofrece este típico restaurante santiaguino.

Dos grandes comedores y una terraza (inutilizable en invierno) son los espacios donde se mezclan públicos etáreos a almorzar o a la hora de la cena. Desde reuniones de amigos de oficina hasta matrimonios con niños que van a disfrutar las bondades de nuestra cocina. Ágiles mozos para una degustación apoteósica y una cocina de tradiciones aunque si con algunas restricciones que nos habría encantado degustar, como las prietas, por ejemplo, que un día salieron de la carta ya que no eran pedidas por su público. Sin embargo la lista de platos es eterna.

Lluvia y frío: en mi caso, un pisco sour a la vena y mis acompañantes con espumoso. Para probar antes que nada, un sabroso consomé de carne con huevo ($1.990) con el fin de calentar los motores. Luego, comenzaría la fiesta.

Entradas para compartir: camarones al ajillo (5.990), empanaditas fritas, machas a la parmesana y calamares a la romana (5.000 promedio cada porción), donde la fritura les pasó una mala jugada ya que no quedó perfecta y las pobres machas, si bien son un plato estrella en miles de restaurantes, bien valdría una gran veda para que volvamos algún día verlas grandes y turgentes. Causeo de patitas ($2.390), rico y majestuoso, y vinos a discreción ya sea blanco o tinto para los comensales.

Los fondos son impresionantemente grandes. Tanto que es casi imposible, a no ser que seamos trogloditas, darle el bajo a un plato. Todos varían entre los 5.500 y 7 mil pesos y ¡vaya Dios que vale la pena! Mi vecino de mesa pidió un pernil con puré picante (5.990) y créanme que es el más grande y sabroso que he visto en mi vida. Crujiente y lleno de carne, les juro que una familia normal se lo comerían entre todos y quedarían sobras para el día siguiente. Mi vecina escogió por un congrio a la plancha con salsa mediterránea ($ 8.000) y no fue capaz, cuando le ofrecí, probar de mi cazuela de ave ($4.990), una enjundiosa preparación con papa, choclo, porotitos verdes, pata de pollo, arroz, cilantro y un sabor memorable.

Más que cocina chilena, acá se come lo tradicional. Muchos van por sus milanesas, que por cierto son de otro origen pero ya la adoptamos como nuestra; el bife chorizo y otras preparaciones no son de nuestra cocina pero ya nos son tradicionales. Es posible que ese, junto a la buena calidad de su propuesta, sea parte del éxito de este local que en Ñuñoa va por los 30 años y en Vitacura aun no cumple tres. A la hora de los postres me ofrecieron varios típicos y sin embargo opté por una copa de miel de palma. Aunque no lo crean y a pesar de que no estaba en la carta, la tenían. ¡Eso es chilenidad!

Me gustó La Casa Vieja. A pesar del nombre, ni mesas ni sillas cojean y su servicio es bastante eficiente. Es para almuerzos o cenas largas. Nadie apura en este lugar y es por eso que recomiendan llegar temprano para encontrar mesas disponibles. Es posible, después de estar en este restaurante, encontrar la diferencia que existe entre comida típica y comida tradicional. Si no me equivoco, acá no hay quínoa ni carne de llamo. En La Casa Vieja de disfrutan tradiciones, esa mezcla que han hecho de este país un lugar lindo para vivir y morir en paz. (Juantonio Eymin)

La Casa Vieja: Vitacura 8411 (Las Tranqueras), fono 202 0355