LAS VACACIONES DE DON EXE
Para: revistalobby@gmail.com
Asunto: Vacaciones
Estimado jefe:
Heme aquí, posado en una tumbona, mirando un cielo azul y sin una nube mientras bebo un Bloody Mary a media mañana. No pretendo contarle dónde estoy ni cómo llegué por estos lares. Estoy al ladito de la playa y veo espectaculares cuerpos asoleándose. Ya no me expongo al sol (no porque sea malo sino que me da fastidio hacerlo) y con una guayabera de lo más coqueta y mi sombrero Panamá dejo pasar las horas mientras descanso del sauna urbano que usted debe estar sufriendo allá en la capital.
¿Por qué le escribo? Fácil. Para contarle que he decidido quedarme otra semana en estas idílicas playas ya que mi paquita anda a la caza de vándalos en Temuco y no regresará hasta inicios de marzo a Santiago. Además no me imagino capeando el calor en una ciudad donde no pasa nada, ni nadie me necesita (sólo usted). Por ello le informo que si bien mis vacaciones serían más cortas, estas se están alargando única y exclusivamente porque no tengo ganas de regresar.
¿Por dónde quiere que parta? ¿Por lo que he bebido o lo que he comido?, ya que aparte de eso, lo mío se va en mirar mujeres y dormir. Pero como eso es una pérdida de tiempo para usted, le cuento que mi descanso ha sido bastante regado y lleno de mariscos y pescados. Mi hotel tiene un restaurante – terraza que mira a la playa y es donde estoy ahora con mi trago y mi laptop. De ahí almorzaré con mi anfitrión (uno tiene amigos en todas partes) quien hoy me ofrecerá unos camarones de orilla (de esos difíciles de encontrar) y luego un chupe de locos. Obvio que acompañados de buenos sauvignon (para partir) y pinot noir (para terminar). Los postres, la fruta, yo me la como en la mañana a la hora del desayuno así que nuestros almuerzos son finalizados con un buen café de máquina y un limoncello de bajativo. Lógico, después de almuerzo parto a mi habitación a descansar y a reponerme ya que las jornadas son largas.
A falta de Sofía, estoy leyendo un libro. La Fortaleza Digital se llama y es un enredo de los grandes. Mejor mi paquita que el libro, pienso cuando se me cierran los ojos y me dispongo a dormir siesta.
En las tardes salgo a caminar por la costanera. Ahí se ve de todo. Lindas chicas solas o en grupos. Algunos jotes que las siguen y las piropean. Mamás con sus retoños, nanas con los bebes en coches y papás andando en bicicleta, que es la única forma de desprenderse de sus mujeres y lo aprovechan para mirar los teams de verano y las guapas que pasean por el lugar. Yo llego hasta el final de la costanera y ahí hay una feria artesanal. Es la versión veraniega de los malls y allí hay de todo. Pulseritas (me compré dos), aros, tatuajes a la minuta, colgantes, cortinas de plástico, naipes, chapitas y sorpresas a $100. Le juro jefe que va más gente a la feria que a la misa dominical.
¿Se ha dado cuenta que en todas las playas del país hay dos sectores: uno, el cuico, lleno de guapas mostrando sus figuras; y el rasca, donde se bañan las gordas de medio pelo junto a unos niñitos que salen del agua con los labios morados? Bueno. Mi balneario es igual a todos. O sea, normal. También hay horarios y se respetan más que las señales de tránsito. En la mañana y a mediodía bajan las regias y se retiran a las 2 de la tarde. Luego llegan las familias con los críos y en la tardecita las nanas con los coches de guaguas se toman el sector. ¿Y en las noches? Bueno, en las noches llegan los flaites a hacer la “previa”. O sea beber harto antes de ir a los carretes. Al fin, todos felices y en su lugar.
Hago el mismo camino al regreso cuando el sol está poniéndose en el horizonte. A esa hora el diablito malo que llevo en mi cabeza comienza a ofrecerme algunos cócteles con el fin de apaciguar mi sed y disponerme a otra jornada nocturna. ¿Pisco sour, kir royal o un Manhattan para comenzar? Ahí apuro el tranco.
Como está fresco a esa hora, ocupo una de las mesas del interior cerquita de la chimenea –prendida, obvio- y de un ventanal. Ese será mi cuartel de mando. Parto con un vodka – tónica y el mozo me ofrece unos ostiones grillados para picar mientras leo la carta y llega el dueño de casa. Feliz lo acepto y ahí comienza otra aventura más.
¿Usted cree que me dan ganas de regresar a la ciudad? Nones. Por lo menos me quedaré una semanita más en este balneario. ¿Metro, taxi, Bip? Nada de eso existe acá. Tampoco dan ganas de alejarse mucho. Ojalá así sea el Paraíso.
Luego de los ostiones y ya acompañado con el dueño del ambigú y con un fresco pinot noir, me sorprendieron con unos calamares (a la romana) pero adobados en panko, con soya o tártara, para elegir. Ricos los anillos y sus aderezos. Luego, y “para no cargar tanto el estómago”, una palometa al vapor con panaché de verduras. Peras al late harvest de postre y una tisana de hierbas para aplacar lo comido. De ahí a la timba. A jugar póker con dos matrimonios amigos de la casa.
Lo del póker es un pretexto para alargar el bajativo, el cual dura hasta las tres de la mañana. Entre risas, whiskys y chistes se nos pasa volando la noche. De ahí al sobre, a leer mi famoso libro (una página) y hasta el otro amanecer.
No me espere jefe. Con esta vida que estoy llevando, boludo sería si regreso a la ciudad. Pero no se ponga nervioso. En marzo estaré allá sí o sí. A no ser que usted disponga otra cosa y cambie de veterano.
Nos vemos y saludos a los que se quedaron en la ciudad…
Exequiel Quintanilla
N de la D:
Para: Exe.siglopasado@gmail.com
Ojalá regreses vivo por estos lados y cuídate del daño hepático. A tu edad ya deberías estar tomando yogurt y comiendo cosas beneficiosas para la salud. Desde marzo en adelante la actividad gastronómica se pondrá interesante por estos lados y no me gustaría verte pagando las culpas de tus vacaciones en una clínica especializada en viejos de mierda.
Tu jefe.