Cuando segundas partes también son buenas
¿Cuál es la clave del éxito de un restaurante?
Sinceramente pareciera que son muy variadas. Cuando uno escucha que de diez
establecimientos que se abren en la capital sólo cuatro logran sobrevivir... y
de esos cuatro, dos son peruanos, quiere decir que todo es más difícil de lo
que se piensa.
Sin embargo hay empresarios que nacieron con
una varita en la mano, o -como en el caso de esta crónica-, un mortal común y
silvestre se empecina en abrir un local de sushis y cócteles, según los
parámetros recogidos de diferentes viajes alrededor del mundo.
Patryk Zablocky y Claudia Otto, marido y
mujer, son los dueños de esta historia. Él, finlandés de nacimiento con papá
polaco, llegó de chico a Santiago debido a que su padre trabajaba en la gran
minería. Estudió hotelería en Europa y tras su regreso se casa con Claudia,
quien se desempañaba en la hotelería 5 estrellas capitalina. Juntos decidieron
armar un concepto de bar de sushi y cócteles y tras mucho batallar abrieron en
Lastarria su primer Zabo Sushi & Cocktails.
Les fue bien. Tras una carta donde predomina
lo japo tradicional (léase sushis y demases), incluyeron algunos platos de la
gastronomía peruana y cerca de una centena de cocteles diferentes. Pasó el
tiempo y a finales del año pasado decidieron dar un paso más y se instalaron en
el barrio Bellavista, en una propiedad que se ajustaba bastante a sus
pretensiones.
Allí llegué con el fin de conocer este nuevo
emprendimiento ambientado como lounge, con sillones, mesas bajas y otras más
altas con sus respectivas sillas. Para empezar, el caballito de la casa en lo
que respecta a cocteles, un refrescante Pepinoska ($3.900) con pepinos, limón,
vodka de pera y goma elaborada en casa. Luego, un destacado Sakana Tataki
($5.900), una mezcla fría de atún, salmón, pulpo (blandísimo) y camarones, todo
macerado en aceite de sésamo y limón, con cebollín y jengibre. Un plato cuyo
sabor queda en mi recuerdo.
Pero sólo sería el comienzo ya que de la nada
(o sea, de la cocina) aparecieron unas Pierogi ($4.900), empanaditas fritas y
rellenas con ricota y papas, con un destacado agregado de tocino y cebolla
frita. Para beber, Sauvignon blanc Amayna a $ 3.500 la copa y $15.900 la
botella.
Sin ser adicto ni fanático de los rolls (que
varían entre los 3.500 y 6 mil pesos), ese invento japo-norteamericano que ha
dado la vuelta al mundo, y de una extensa lista, nuevamente solicité el más
preciado por los clientes que visitan el
local. No era uno sino dos los más preciados: el Mulato ($5.200), con
camarón, queso crema y tinta de calamar, y el
Dragon Roll ($5.600), con camarón tempura, cebollín y queso crema
envuelto con anguila y palta y cubierto por una dulce y picante salsa
sriracha.
Agradable lugar. Adecuado para parejas o
grupos que van con el fin de compartir los platos. Una bonita terraza en el
segundo piso aumenta la capacidad del Zabo a casi el doble de clientes. Buena
mano en la cocina y un servicio atento aunque sin mucho conocimiento de una
carta donde también destacan algunos platos típicos de la gastronomía peruana,
como el ají de gallina ($5.800) y el lomo saltado ($7.200). Como bonus track, a
mediodía, toda la carta de sushi está sujeta a un descuento del 35%, lo que no
deja de ser.
Terminé el paseo culinario nipón con el Ebi
tempura, sabrosos camarones fritos en tempura y acompañados de salsa de soya,
para pasar a postres más tradicionales donde destaca sin duda la mousse de
chocolate (60% cacao, $2.800), de gran sabor y calidad.
En resumen: para iniciados y fanáticos en esto
de los rolls y para todos los que gustan compartir platos alrededor de una
amena mesa. A pesar de estar en el barrio Bellavista, que se caracteriza por un
bullicio casi infernal, una atmósfera de tranquilidad envuelve este Zabo, el
segundo de lo que esperamos sea una larga saga. (Juantonio Eymin / Fotos:
800.cl)
Restaurante Zabo Bellavista: Dardignac 0191, Barrio
Bellavista, fono 2737 4523