martes, 17 de junio de 2014

LOS CONDUMIOS DE DON EXE


 
BYE BYE LOVE

Qué duro es cuando hay que enfrentar situaciones difíciles. Si bien a muchos se le aparece marzo, como dice la publicidad, a mí, en pleno junio, se me apareció la paquita.

Y no fue broma. El lunes pasado y llegando a casa luego de una junta extraordinaria del Club de Tobi en la casa de mi amigo diabético, me encontré palmo a palmo con Sofía, que sorpresivamente había regresado de Temuco para darme una sorpresita. Como ella tiene llaves de mi departamento, me sobresalté cuando la encontré sentada en el living.

- ¡Sofía! ¡Regresaste!

Me mira con sus ojos llenos de furia y mostrándome una foto de la una peruanita que tenía en el velador de mi dormitorio, pregunta: - ¿Quién es esta chusca?... ¡No me digas nada. Debe ser la misma que te regaló ese ordinario gato chino que boté a la basura!

- ¿Botaste mi gato a la basura?
- ¡Por Dios, Exe! Te convertí en un caballero mientras estuvimos juntos, pero apenas me desaparezco te baja nuevamente la ordinariez.
- ¡No soy ordinario!
- Ordinario y puto eres… Pero no te preocupes ya que vine a despedirme.

Uf, pensé. – ¿Y cuál sería la razón?

- Me voy a casar con el capitán Fuentes y me voy a vivir a Antofagasta. Arrendé mi departamento y encontré uno en el norte. ¿Te agrada, guachito?
- ¿O sea me abandonas?

Mirando la foto de la peruanita, dice: “No creo que te haga falta con estas flacuchentas que revolotean a tu alrededor. No sé qué ven en ti. Lo que es yo, nunca vi nada extraordinario… al contrario, todo era ordinario.

- ¡Ni la reina de Saba que fueras!
- ¡No soy reina, pero soy digna!
- ¿Cuándo te marchas?
- Mañana al alba. Hoy me quedo a dormir en la casa de mi hermana. El camión de la mudanza ya partió.
- ¿O sea… hoy es nuestra última noche?

Se derritió y me dice: - Sip… la última.
- ¿Me permites entonces que te invite a cenar?
- ¿Dónde me llevarás? ¿A alguna de tus picanterías a comer riñones al Jerez?

Como aún tenía en mi poder la tarjeta de crédito que me pasó Joaquincito para cambiar mi regalo del día de padre, no lo pensé dos veces. Además Sofía merecía una despedida que quedara en su recuerdo.

- No hermosa. Hoy iremos a El Otro Sitio.
- Años que no voy allí. ¿Será una cena de despedida?

No era tarde cuando llegamos al Alto Las Condes. Aun así había bastante público. Mientras no asignaban una mesa (ya que llegamos sin reserva), nos sentamos en la barra y bebimos un pisco sour de factura peruana. En los taburetes sentía sus piernas, duras y firmes. Yo, menos adicto al deporte me sentía en desventaja ante tamaña mujer. Es cierto que mi paquita es una tremenda mina.

No quise mirar el menú para no descomponerme con los precios, así que le pedí al mozo que nos ofreciera algo original y nuevo. –“Recién cambiamos la carta”, nos cuenta con una sonrisa de oreja a oreja y nos recomienda un cebiche Lázaro y unos anticuchos de filete, que son de otra galaxia. “Uno y uno y otro par de sours”, le solicité. Pronto llegaron los platos solicitados. El cebiche, realmente fuera de serie. Ostras, ostiones y erizos y corvina en su composición. Si la leche de tigre es afrodisíaca, ¿se la imaginan con el jugo de los erizos? ¡Hasta el gato chino se le olvidó a Sofía!

- ¡No te vayas!
- Me voy.
- Carajo… y me dejas para siempre
- Quiero irme y tener hijos,  Exe. Me aburrió Santiago y me cansaron tus amiguitas.
- ¿Definitivo?
- Una pena Exe, pero definitivo. Además el clima allá es divino.

No era la primera vez que me mandaban a la cresta, pero sentí mucho la situación. De fondo, para comer y no pensar en estupideces, mi uniformada se mandó al pecho un picante de camarones (de río) de excelente factura y yo un muslo de pato con arroz verde. Ambos platos los acompañamos con sendas copas de un buen chardonnay y de un mejor pinot noir. A esas alturas, las piernas de Sofía recorrían las mías buscando, quizá, una gran despedida.

Ella pidió suspiro limeño de postre. Yo, un corto de pisco peruano de bajativo. Cancelé la cuenta con la salvadora MasterCard y nos retiramos de un lugar que en esos entonces hervía de público. En el taxi, y ya de regreso, le ofrecí mi departamento para su última noche en Santiago.

- Eso me compromete, Exe.
- Si quieres, puedes dormir en la habitación de la visitas. Respondí.
- Si es la última noche… pasémosla juntos.
- ¿Y puedo rescatar mi gato de la basura?
- Eres impredecible, Exe.

Mi pobre gato estaba aprisionado entre diarios y lechugas descompuestas que pilló Sofía en mi refrigerador. Lo saqué de una bolsa plástica del Santa Isabel y de inmediato comenzó a subir y bajar su pata delantera. Lo limpié y lo puse en su lugar. Cuando llegué a mi cuarto encuentro a la paquita roncando y en el séptimo cielo. No la desperté pero me acurruqué a su lado para sentir sus aromas y rememorar vivencias que difícilmente volverán.

No pretendo contarles lo que pasó cuando mi uniformada despertó a la cuatro de la mañana. Sí les puedo decir que eran las seis de la madrugada cuando llamamos un radiotaxi para viajar al aeropuerto. Como un caballero –y no un ordaca- la acompañé a AMB para tomar su avión definitivo. Cuando salí de mi departamento, vi que mi gato movía su pata lentamente y estaba triste. Parece que las cosas están claras: mis minitas se dan cuenta que soy un veterano y buscan un tipo de su edad para casarse. Pareciera que es la ley de la vida.

Exequiel Quintanilla