GRANADA
De sorpresa en sorpresa
“Dale limosna mujer, que no hay nada más triste en la vida que ser ciego en Granada” (Francisco de Icaza)
Debe haber sido uno de los más
inverosímiles viajes que he tenido en mi vida. Hace un tiempo, ejecutivos de NH
hoteles, de Air Europa y de Sky Airlines me contactaron para acompañarlos a un
periplo muy especial. Sólo sabría que llegaría a Madrid, el resto sería una
sorpresa de los organizadores.
Chequeado el pasaporte, me lancé en una
aventura que me llevaría a una de las ciudades más hermosas de España, pero ¿es
tan, tan bella como para no perdérsela?
Tras cuatro días en un Madrid donde se
palpa en parte una crisis de la cual el turista le saca bastante provecho, ya
que comer y comprar se transforma en un indispensable, me avisan que el domingo
siguiente emprendemos vuelo vía Palmas de Mallorca a Granada, mi destino final.
Sinceramente había preferido Milán o Roma, sin embargo me llevaban a Granada.
¿Qué veré allá? Fue lo primero que pensé. ¿Será tan perfecto el destino o es
sólo una excusa para conocer aeropuertos?
Un caluroso día me recibe en Granada
cuando en Santiago tiritan de frío. De ahí en taxi al centro de la ciudad para
cobijarme en un cómodo hotel de la cadena NH. Ubicado en pleno centro y a pasos
de todo, se convertiría durante cuatro días en mi cuartel general, óptimo para
perderme entre sus gentes y miles de turistas que recorren este enclave donde
lo árabe se palpa y respira en cada metro que se recorre.
Al igual que Roma, Granada, la capital
del reino nazarí, se alza entre siete colinas, entre los ríos Darro y Genil, y resguardada
por la mole montañosa de Sierra Nevada. Granada es la quintaesencia del arte
árabe en la Península. Ultima capital de Al Andalus, el rey nazarí Boabdil se
la entregó a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492. La larga permanencia de
los árabes en la ciudad, a la que dotaron de todos los monumentos imaginables,
convirtieron a Granada en un verdadero museo histórico y artístico al aire
libre.

Al llegar a Granada, una premisa ante
todo. Tómese todo el tiempo posible para visitar la ciudad. Maravillas como la
Alhambra y el Generalife exigen una dedicación especial que no puede medirse
reloj en mano. Pasear por las callejuelas en torno a la catedral o por el
barrio de Albaicín significa perder la noción del tiempo. El Marrakech de
Granada le llaman y en esas callejuelas se topará con un ambiente dedicado
exclusivamente a las teterías árabes, herederas de la antigua tradición
islámica de Granada, además de tiendas de artesanía moruna y chicas haciendo
tatuajes de henna. Allí lo español se convierte en árabe, con callejuelas
llenas de pequeños locales donde comprar seda, marroquinería, recuerdos y ¿por
qué no fumar una pipa de agua para pasar la tarde, bebiendo un té de especias?
LA
ALHAMBRA
Granada recibe a más de 2.200.000
visitantes al año. Y todos van para conocer La Alhambra. Contemplándola desde
el Mirador de San Nicolás, Bill Clinton dijo haber asistido a “la puesta de sol
más bella del mundo”. Su recinto amurallado ocupa 104 mil metros cuadrados, a
los que se suman otros tantos del Generalife. Las primeras referencias a
al-Qal’a alHamra (“La Fortaleza Roja”) son del siglo IX, pero es a partir de
1238 cuando los sultanes nazaríes comienzan a construir allí sus edificaciones,
en principio defensivas. Los principales palacios y estancias fueron
construidos en diversos momentos entre comienzos del siglo XIV y la segunda
mitad de esa centuria. Sus muros están recorridos por miles de versos inscritos
en ellos: solo en el Palacio de Comares hay documentadas más de 3.000
inscripciones en árabe. Fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1870.
Quienes la conocen bien suelen decir que
no hay una, sino muchas alhambras y que son muchas también las formas de
acercarse al monumento árabe más celebre del mundo. Vista desde el exterior, la
Alhambra parece un castillo, pero es el suyo un aspecto extrañamente
fortificado, pues el tupido bosque del que surgen sus torres es el peor paisaje
que se puede concebir para una defensa militar. Dentro de esos muros lo que
aparece es una auténtica ciudad palatina, cuya única zona militar es la
Alcazaba, sin duda la parte más antigua del conjunto, con grandes torres que
ofrecen vistas espectaculares sobre Granada y su vega. Desde la Alcazaba parte
una vía, la Calle Real, que bordea los palacios y llega hasta la zona urbana
propiamente dicha, donde aún se distinguen los restos de las viviendas y
talleres de los servidores de los soberanos nazaríes. Todo un microcosmos
recogido sobre sí mismo y que domina desde lo alto la ciudad de Granada que, al
decir del poeta árabe, “es la esposa que se muestra al monte, su marido”.
El monumento más conocido de la ciudad y
una auténtica maravilla del mundo, se alza sobre una frondosa colina, entre
numerosos manantiales y bosques centenarios. Obra cumbre del arte musulmán en
España, sus obras se iniciaron en el año 1238. Es uno de los monumentos más
visitados de la península y, desde luego, uno de los más apreciados
internacionalmente. Recordemos, sin más, Los Cuentos de la Alhambra, que
escribió Washington Irving…
La noche de un día de junio, la brisa
que viene de la Sierra Nevada, una buena y barata cena en una terraza del
Albaicin y como no, los ojos para poder contemplar las calles, los pequeños
rincones iluminados. ¡Y captar con una copa de vino el silencio de una noche
perfecta!, mientras uno se pierde con la mirada por los callejones mágicos de
la ciudad.
De Granada regresé a Santiago con un
souvenir diferente a cualquier otro que hubiera imaginado comprar y es una
experiencia diferente. Granada no sólo es Alhambra, son sus calles de corte
morisco, sus bares de siempre, su gente, su clima, su modernidad ambigua
anclada entre ayer y hoy.
Y si me preguntan con qué me quedaría
sólo puedo decir que con el Albaicín, un barrio para vivirlo y donde se siente
ese duende del que hablan los flamencos, donde se respira flamenco y donde
mejor se puede comer en toda Granada.
Estuve apenas cuatro días y creo que a
que la viví como nunca, algún día volveré y la veré con los mismos ojos, como
si no la hubiese conocido en toda mi vida.
La ciudad maravilla...Una desconexión
perfecta. Granada es un lugar idóneo para dejar de existir por un par de días.
(Juantonio Eymin)