EXE Y AXE
Los primitos del diablo
Si
hubiese existido el telegrama, Axe me habría mandado uno. Es mi único primo.
Hijo de un hermano de mi padre que nació y se crió en Renaico. A decir verdad
él se llama Axel pero todos le dicen Axe. Lo tenía en el olvido hasta que un
día me llamó por teléfono. A decir verdad, Axe es un huaso bruto que ha pasado
toda su vida en al campo criando vacas y cultivando trigo. Imposible negarme
cuando me avisó que venía a Santiago. Lo tendría tres días en mi departamento y
cuando le anuncié a mi paquita su visita, ella decidió marginarse del magno evento.
-
Conozco parte de tu familia Exe, pero creo que tu primito sobrepasará mis
expectativas.
Como
poco y nada conocía la capital, tuve que ir a buscarlo al Terminal… allá en la
Alameda abajo. Lo reconocí de inmediato ya que algo nos parecemos. Yo, con mi
abrigo de pelo de camello y él con un poncho araucano y un sombrero de fieltro
negro.
-
¡Primo!
-
¡Viejo puto Exe! ¿Cómo estás?
Me
contó que venía a Santiago a firmar unas escrituras de un campo que había
vendido y que eso era un buen pretexto para que “su vieja” lo dejara salir de
Renaico. – Tengo plata primito-, me contó. Aquí mismito, en mi pantalón ando
con dos palitos para estos días. ¿Nos alcanzará para pasarlo bien?
Traía
longanizas, tortillas de rescoldo y huevitos de campo en su equipaje. A decir
verdad, más que ropa traía comida. Guardamos los víveres en el refrigerador y
como bienvenida le presté algo de ropa decente para salir a cenar la primera
noche. Para que se fuera de a poco acostumbrando a nuestros placeres
gastronómicos lo invité a la Confitería Torres, cerquita de mi depto.
- Gancho, me dijo, por ahí he sabido que acá hay unas minas que se empelotan en los cafés con piernas.
- Si, Axe. Es cierto. Pero esos boliches están a varias cuadras.
- Ya pu’ iñor… ¡Vamos pues!
Lo
convencí que había sido un día agotador y bien valía sólo una buena cena. Se
aperitivó con un arrollado de malaya y luego comió unas guatitas a la española
y un charquicán con costillar de chancho. A la hora que salíamos del lugar y ya
con poca gente por ser lunes me pregunta: - ¿Hay casas de huifas por aquí, Exe?
-
Que yo sepa no, Axe.- Primito… La próxima semana te vas a Renaico. Tan’ llegando unas culombianas requetecontra ricas.
……..
Desperté
cuando Axe despotricaba que no había leche para su desayuno. El aroma que salía
de la cocina era fuerte pero maravilloso. Longanizas fritas con huevos de campo… Aparte, tortilla de rescoldo
y mantequilla sureña. Yo le ofrecí café del bueno. Rezongó un poco pero igual
se lo bebió. Fuimos a la notaría y en un par de horas su trámite estaba listo:
-Esa mierda de campo que vendí no servía para nada, me comentó. ¿Dónde está el
correo para mandarle un telegrama a la vieja?, preguntó….
Huaso
de mierda, me contesté… si lo llevo al Happening
es capaz de agarrar a puteadas al personal y me hace pasar la vergüenza del
siglo, pensé.
-
Ya no existen los telegramas, Axe.
-
Benhaiga… ¿y que weaita hay ahora?- Internet, e mails, iphones…
-¿Tai seguro primo que te podí comunicar con esos aparatos?
No
quise sacarlo de mi comuna. No me atreví a llevarlo a ningún boliche top de la
capital. Estábamos en la Fuente Alemana zampándonos unos Rumanos de miedo
cuando el huaso, es decir Axe, pregunta:
- ¿Tiene alguna pierna primito?
-
Tengo dos, le contesté- No me refiero a eso. Lo que quiero saber es que si alguien lo consuela.
- Obvio, Axe. Claro que me consuelan.
- ¿Y cómo se llama la minoca?
- Sofía.
- ¿Es italiana, primito? ¿Cómo la Loren?
- No.
- Ahh. Una pena. ¡Son tan ricas! ¿Y por qué no la conozco?
- No está en Santiago, le mentí.
- ¡Más le vale! Contesto riendo. A mí, pocas minas se me arrancan.
Duro
de matar el famoso Axe. Con él visitamos el Ana María, el Venecia, el Hoyo, la
Piojera, el San Remo, el Quitapenas, los boliches de la Vega y de la calle Fariña,
el Rincón de los Canallas, y varios otros. El día anterior a su partida lo
llevé a cenar al Bristol y se negó a entrar.
- Ni cagando me mete aquí primito. Esto es pa’ gente elegante poh’. Vamos mejor
al Chez Henry.
Le
conté que el centro de Santiago ya no era lo de antes. Que había cerrado ese y
muchos otros. Lo llevé al Barrio Bellavista y se entusiasmó con el Galindo.
–Esta es otra cosa pu’ iñor, me dijo. Aquí sí que si pues.
Se
me apagó la tele en la cuarta botella de vino. Desperté en mi cama y vestido.
No sabía ni el día ni la hora y tenía un hacha clavada justo al centro de mi
pelada. Como pude me levanté y al llegar a la cocina encuentro una hoja de
cuaderno son una nota: “Lo espero en Renaico primito. No quise despertarlo ya
que ayer anduvo portándose malito. Pero no se preocupe. No mató a nadie ni
nadie salió herido. Los gentiles carabineros –y una paquita que dijo que lo
conocía- nos trajeron hasta la puerta de su departamento. Eso sí que está
citado al juzgado para la próxima semana. Cuando termine el juicio vengase a mi
pueblo. Acá los pacos son amigos míos y yo pago todo. Usté traiga su maleta y
si se atreve, a su peuca. Acá los espero con buena comida y bebida y… ¡usté
sabe pue…!”
Me
tendí en la cama con los ojos abiertos y las pupilas dilatadas tratando de
acordarme de algo. Imposible. Nunca supe qué pasó. Antes de dormirme nuevamente,
pensé en mi primo Axe. Mala junta. Hoy (creo) que nunca más lo veré. Mañana
(nunca hay que decir nunca jamás), capaz que llegue a Renaico. Si es que algo
de vida me queda (y la paquita me perdona).
Exequiel Quintanilla