Y MI MEJOR RESTAURANTE
ES…
La
pregunta del año. Y la hacen cada vez que conocemos a alguien y saben nuestro oficio.
Más aún, familiares la hacen cada vez que desean salir a comer. Y me decido a
escribir esta crónica para que los lectores vean que no es nada de fácil
recomendar locales debido a que nuestra apreciación es definitivamente
subjetiva.
Si
esta pregunta me la hubiesen planteado hace ocho o diez años, es posible que
les hubiera entregado una respuesta rápida. Casi instantánea. Los buenos
restaurantes se podían contar con los dedos de las manos. Hoy no. En estos
tiempos hay que hablar de especialidades y/o de temas. Más precisamente cuando
la gastronomía en Chile (en Santiago en particular) este último tiempo ha
tenido un considerable repunte. Hay de todo… y para todos.
Por eso también soy un crítico de las
encuestas. No me parecen adecuadas para la época y son tan relativas que muchas
de ellas aparte de confundir a los lectores, crean una especie de sicosis entre
los que las siguen y los que no están de acuerdo con ellas. Muchos reaccionan
mal cuando van a un restaurante recomendado bajo las encuestas y no supera sus
expectativas.
Consumidor
frustrado y enojado.
Por
eso digo que la crítica (o crónica) es relativa. Y el lector deberá seguir las
columnas de su cronista favorito para escoger un restaurante. Me pasó hace unos
días. Uno de mis hijos me llama por celular ya en la hora del ocaso para
preguntarme dónde podía ir a celebrar su aniversario de matrimonio. Bueno,
bonito y romántico, me explicó. Maldita la hora en que se acordó de mí, pensé.
Debía contestarle al momento un lugar afín a sus necesidades. Es cierto que
visito una buena cantidad de restaurantes al año, ¿pero tener en la lengua,
ahora y ya, algo absolutamente personal?
Dura
faena.
Le
entregué dos opciones que a mi parecer eran buenas. Él escogió y salió a comer
con la madre de mis nietos. Quizá muchas veces pasa lo mismo con amigos o
conocidos. Ellos quieren saber dónde está lo mejor. Pero, ¿quién es el mejor?
Ese aún no lo descubro.
Tenemos
cocinas de muchos tipos: peruana, francesa, española, thai, chilena,
mediterránea, latina, molecular, centroeuropea, italiana, china, alemana, árabe
e incluso vietnamita y coreana. Y en todas ellas hay ejemplos dignos de
alabanzas. Cocina de especialidades, se podría decir. Como la medicina quizá,
donde cada médico se especializa en algo y entrega una mejor solución a los
males. Ya la figura del médico general casi no existe. Tampoco en la
gastronomía. La figura del restaurante “internacional” hace tiempo que dejó de
existir.
Un
crudo en el Bar Nacional del centro de Santiago acompañado de una cerveza,
puede ser una experiencia tan fascinante como unos blinis con caviar y
champagne francés en el Nolita o unos callitos a la madrileña en el Carrer Nou.
Eso es lo bueno. Tenemos restaurantes para regodearnos. En Santiago se come
bien. Y bastante mejor de lo que muchos dicen por ahí. ¿Falta?, sí. Falta. Pero
vamos por buen camino. Ojala nos acompañe un buen servicio y una calidad pareja ya que ahí estoy de acuerdo con
los que reniegan la cocina que tenemos en nuestro país. (JAE)