# BACOGATE
Estas
últimas semanas el restaurante Baco ha causado revuelo. Diarios, revistas y
redes sociales no quedaron inmunes a los comentarios que iban en contra de las
prácticas de este buen lugar de Providencia. Un tema interesante que tiene que
ver con el modelo de negocios que ha implementado Frédéric Le Baux, su propietario,
que fiel a su forma de ser y actuar, ha logrado convertir su restaurante en uno
de los más exitosos de la capital.
No
son sus palabras pero si son las mías: “Es lo que hay”. Tan sencillo como eso. Sus
pautas se convierten en ley y aunque no sean –inicialmente- del placer de sus
clientes que a la larga acatan las normas y disposiciones que dicta su
propietario. “No hay Wi-Fi” fue uno de los primeros mandamientos del local. Los
puntos de las cocciones son las que están establecidas y no las que los
clientes desean… el filete viene a punto y si le gusta ¾ o quemado, vaya a otro
lugar…
Suma
y sigue… y el local sigue repleto.
Hace
un tiempo supimos de una iniciativa que trató de hacerla colectiva con el fin
de que el personal de sala no dependiera de las propinas y que ellas se
convirtieran en un verdadero “sueldo” que les permitiria no cotizar por el
sueldo mínimo y así convertirse en “sujetos de crédito”, en un país bastante
discriminador con los que no pueden demostrar sus ingresos. Nadie lo siguió,
pero Frédéric determinó que en su restaurante –tras una corrección en el precio
de sus platos- no existiera la propina y la eliminó completamente de las cuentas.
¿Cumpleaños
con gorrito y happy birthday?... Olvídese. ¿Una piscola?... absolutamente vedada
Pero
el lugar sigue sumando clientes…
Lo
que pudo ser “la guinda de la torta” para algunos, fue la norma que involucra
la vestimenta (preferentemente masculina) de sus visitantes. No más “sudaderas,
musculosas, chalas, shorts ni gorros” con el fin de preservar lo que para
Frederick es lo correcto. “Este no es un lugar para turistas ni tampoco tenemos
una playa en la esquina”, dice en defensa de sus clientes habituales que si
bien ya no usan corbata como vestimenta diaria, andan vestidos como corresponde
a una ciudad y no a un balneario.
No
tienen días especiales (ni de la madre, ni la del padre, ni Navidad o Año
Nuevo); no hay promociones ni descuentos. Su carta es casi inalterable y muy de
vez en cuando ponen –o sacan- un plato de la carta. Absolutamente parejo, no transa
ni en productos ni en calidad y pese a que todas las normas impuestas
parecieran que van en contra de la libertad, el modelo Baco ha sido uno de los
más exitosos de la historia gastronómica de nuestra capital estos últimos años
y al contrario de lo que se puede pensar, no hay una suerte de discriminación
con sus clientes. El Baco no es un club. Es un restaurante hecho y derecho que cree
firmemente que la libertad de uno termina donde comienza la libertad de los
demás. (JAE)
Baco / Nueva de Lyon 105,
Providencia / 22231 4444