EL MATRIMONIO
Este artículo - anécdota fue escrito por don Exe en pleno verano.
Por razones que desconocemos (posiblemente por su extensión), nunca apareció en
Lobby, pero esta semana se lo presentamos.
Suena
el celular. Mi paquita al otro lado de la línea.
-
¡Exe!-¡Querida, tanto tiempo!
- ¿Cómo te fue con tu primo Axe?
- Se las endilgó un día antes. Lo estafaron dos veces.
-¡Ya me imagino! Es bien bruto ese huaso. Pero realmente no te llamo por eso. Estamos convidados a un matrimonio este sábado.
-¿Matrimonio? ¿Quién se casa?
- La hija de mi padrino.
-¡Pero esa lolita es una pendeja!
- Zapatillas de clavo querido Exe, pero igual tendrás que acompañarme.
- O sea, ¿se casa por las tres leyes?
- No seas mal hablado.
- ¿Y dónde será el sacrificio?
- En la parcela del tío Agustín. En Olmué
- ¿No podían hacerlo más cerca?
- Es una ceremonia casi privada, Exe. Y esta vez trata de no dejarme mal.
- ¿Con cena o sólo misa?
- Con cena y dormiremos en las cabañas que tiene mi tío para sus invitados.
- ¿Sabes quién cocinará?
- ¿Sólo eso te preocupa?
A
decir verdad más me preocupaba que hicieran abuela a la segunda señora del
famoso tío, la única amiga rica de mi paquita. Rica y rica…, o sea, un tremendo
cuero y una inmensa billetera. El tal Agustín la tenía como adorno en la casa y
le servía para cerrar buenos negocios. La última vez que me encontré con ella,
un año ya, me ofreció su vida si yo le conseguía un sicario. “Lo siento Coté”,
le comenté entonces. Prefiero dormir con la conciencia tranquila”. “Sólo
bromeaba”, sonrió - “Yo amo a Agustín”.
Llegó
el bendito sábado. Lo bueno de las amistades con billete es que te mandan a
buscar en una Van para llevarte a destino. Al llegar a Olmué me percaté que las
cabañas de Agustín eran un poco más que eso. Era un motel hecho y derecho que
estaba camino a Granizo. Poco le gustaron a Mathy el espejo en el techo y en
las paredes laterales. Menos cuando prendió el televisor y aparecieron dos tipos
que jugaban con las pechugas de una chica muy mona.
-¡Éste es un motel parejero!, grita.
-
Cálmate Sofía. De alguna parte tiene que salir el billete que tiene tu padrino- ¡Pero!
- Nada de peros, mal que mal no es el primero que conoces.
- ¡Pero hoy es una boda cristiana!, dice santiguándose.
- Ya estamos acá, Sophy. Y que sea lo que Dios quiera.
Sofía
se veía regia con su vaporoso vestido floreado con chalitas y carterita en
composé. Yo, con un ambo de lino de color crema, camisa lila y sin corbata.
Mentí que se me había olvidado en Santiago. La realidad era que en Olmué no
hace calor… es el infierno mismo. La misma Van que nos llevó a nuestro
alojamiento nos pasa buscar para ir a la ceremonia. Allí estaban todos y todas.
Los hombres, cagados de calor con sus trajes oscuros y corbatas de seda. Las
hembras, divididas en tres: las amigas de la abuela matriarca (casi todas
vestidas de jote); las amigas de la Coté (maduritas pero ricas), y las amigas
de la novia con unos vestiditos que no dejaban nada a la imaginación. Antes de
las ceremonias (2 x 1, igual que un happy hour: civil y religioso al mismo
tiempo) pasó un mozo sirviendo jugos y agua. Como más se sabe por viejo que por
diablo, me contenté con agua mineral ya que el jugo es un desatino cuando uno está
a pleno sol y sin un ápice de brisa.
Y
se casaron los niñitos. Más parecían chicos haciendo la primera comunión que
calenturientos primerizos. El tío Agustín,
contento ya, les regala la luna de miel en Playa del Carmen, además de un
Peugeot del año. No contento, le dice al novio que desde ahora en adelante será
su mano derecha en alguno de sus negocios (me tinca que lo va a mandar a
regentar el motel). La Cote, la mamá, también contenta, le traspasa el anillo
de brillantes que ha permanecido en la familia por generaciones y que se ganó
tras casarse con el veterano.
Nos
sentamos con unos desconocidos como en todos los matrimonios. Divisé a lo lejos
al chef Guillermo Rodríguez y me alegró la tarde ya que esto vendría bueno. Se
ocultó el sol y dos copas de espumante Zuccardi entraron por mi guargüero. Sofía
tampoco lo hacía mal. Nuestros vecinos de mesa conversaban del precio del cobre
y de las repercusiones de la poca inversión en el país. Yo, haciéndome el de
las chacras, agarré un muslo de mi paquita y le prometí una buena noche. –“Con
la luz apagada eso sí”, me contesta. “No soporto los espejos”.
Como
en todas las bodas, fotos con los novios mesa por mesa. Mientras tanto
Guillermo Rodríguez se esmeraba para sacar lo mejor de sí. Largos entremeses
entre cebiches, arrollados y magret de pato. Menú combinado para hombres
(pescado) y mujeres (filete). A decir verdad, no sobró ni faltó nada. Cuando en
un matrimonio hay vinos de Pérez Cruz, quiere decir que 1) a la hija se le
quiere mucho, o 2) el novio es hijo de Bill Gates o un vástago de Andrónico
Luksic.
¿Cómo
no ir al baño luego de varias copas de Zuccardi y de Pérez Cruz?
-
¡Vuelve luego!, me susurró Sofía. No soporto a mis vecinos de mesa.
- ¡No se preocupe, amor… es sólo la cortita!
El
destino es el destino. Saliendo del baño me encuentro a boca de jarro con la
Coté, la madrastra. - ¡Exe!, dice mientras me abraza y me planta un beso en el
cogote, ¡No te había visto en toda la noche!
- ¡Cote, qué gusto verte!
- ¿Viniste solo o con la paca?- Con Sofía
- ¿Viste lo que me hizo esta cabra de mierda?
- ¿Abuela a los 38?
- ¡No sólo eso! Me deja sola con Agustín… y ya no lo soporto
- Hace un año me dijiste que lo amabas
- ¿Estás seguro que yo dije eso?
- Bueno, casi
- Me aburro, Exe. ¡Olmué es una mierda!
- ¿Y qué puedo hacer por ti?
- Mucho, dice y me planta otro beso en el cogote antes de partir tambaleándose a la fiesta.
……
-
Te demoraste, Exe.
-
Perdona, pero me encontré con la madre de la novia, que andaba a medio filo.-¿La Coté?
- Sip
- ¿Y ella te manchó la camisa con rouge?
Pocos
saben lo que es tratar de dormir en un motel mirándose en el espejo que está
pegado al techo mientras tu pareja se hace la dormida en el larguero de la
cama. En la cajuela de la habitación habían dejado dos whiskys y una hielera,
cortesía de la casa. De ambos hice uno y me lo bebí sentado en el baño. No era
lo ideal, pero infinitamente mejor que soportar los bufidos varios que lanzaba Sofía.
Juro que para la próxima (si es que hay), me compro una camisa roja tornasol
para evitar estos bochornos.
Regresamos
a Santiago en silencio, el chofer de la Van pasó primero a dejarla a ella.
Luego a mí.
- ¿Por las marcas de labios en su camisa?
- Algo así.
- ¿Le puedo dar un consejo?
- De todos modos
- Pídale a la señora Coté que use rouge indeleble o por último uno no tan rojo.
- ¿Cómo sabe que esta mancha es de la señora Cote?
- Amigo… hace diez años que soy su chofer. Usted no es el primero.
Dura
respuesta. Ahora sin pan ni pedazo. Pedí al chofer que me dejara en el Metro U
de Chile con la intención de ir por un crudo y una cerveza al Bar Nacional. El
destino es el destino pensé por segunda vez cuando cinco cuadras antes de
llegar, al chofer se le ocurrió virar en U donde no se podía. Allí
estaba la policía. ¿Ustedes, mal pensados, se imaginaban que estaba Sofía, mi
paquita favorita? NO SEÑOR… eran dos uniformados con cara de parte. Y la
papeleta fue a dar a la billetera del chofer.
Al
bajarme de la Van le dije: “Venga con su jefa a pagar el parte. En una de esas
salimos los dos beneficiados.”
Por
el ruido y el bullicio de los vendedores de la cuadra, no alcancé a escuchar
los improperios del piloto de la Van, pero leí sus labios y no era nada bueno… Definitivamente
los matrimonios no son mi fuerte.
Exequiel Quintanilla