¿QUIÉN QUIERE SER CHEF?
Cuando estudias
ingeniería no te recibes de gerente general… y cuando estudias gastronomía no
te titulas de chef
Como
todos los años, a mediados de año se comienzan a definir las inquietudes
vocacionales de nuestros egresados de enseñanza media. Un universo de cerca de
300 mil jóvenes que buscan profesionalizar sus inquietudes. Una de ellas es la
gastronomía. Cientos - por no decir miles- de jóvenes optan por este oficio.
Pero ¿Saben algo de ella o sólo se ilusionan ya que ven a sus cocineros ídolos
como los grandes referentes de su futuro?
Conozco
de cerca la vida de los cocineros y no es para nada envidiable. Trabajan de sol
a sol sin parar, con dolor de espalda y de piernas. Se levantan temprano para
ir al mercado a comprar lo necesario para el abastecimiento de su negocio y de
ahí no paran, muchos hasta las dos o las tres de la madrugada. Llegan a casa
reventados y deben dormir “rapidito” ya que al día siguiente la vida continúa.
Casi no tienen amigos ya que los días de fiesta para los “civiles” es de arduo
trabajo para ellos. Ya no van ni siquiera a festejos ya que cuando llegan
después del trabajo, a altas horas de la noche, todos sus amigos están “arriba
de la pelota” y ellos no han tomado ni siquiera agua mineral.
El
éxito lo ven en algunas revistas que le dedican un espacio. El resto es
trabajo. Su día libre lo ocupa para dormir, emborracharse o planificar lo que
viene. Sufre de calambres en las piernas ya que trabaja de pie. Come parado
cualquier cosa que le llene la barriga ya que después de un año –o más-
comiendo lo mismo en el restaurante, es una tortura. Sabe que al día siguiente
le fallarán dos cocineros y que deberá suplirlos. Y si es dueño o socio del
local, el día libre se transforma en un momento para ordenar cuentas y pagos.
¿Vida
social? Bastante menos de la que uno se imagina. ¿Buena paga? Quizá en un
crucero donde los cocineros deben trabajar 16 horas diarias sin descanso
alguno. ¿Éxito social?... contados con los dedos de una mano.
Y
eso que escribo pensando en los chefs famosos que tenemos en Chile. Y, aunque
sean escépticos, nadie escapa de esta realidad. Si luego de estudiar al menos
cinco años en el país para tener un cartón de especialista y otros más en el
extranjero (los que pueden) y con papás que se gastan verdaderas fortunas para
educar a su hijo, se encuentran que los sueldos no son ni siquiera parecidos a
lo que esperan. Cuando estudias ingeniería no te recibes de gerente general… y
cuando estudias gastronomía no te titulas de chef. Y esa es una verdad del
porte de un buque.
La
vida del chef no es la que aparece en las revistas de papel couché ni nada que
se parezca. A decir verdad es una de las profesiones más ingratas del mundo.
Deben lidiar con todo y todos y salir exhaustos cada noche de su trabajo. Es
diametralmente distinta a otras profesiones que si permiten tener una vida
normal. Acá esto no existe. Si el egresado es bueno, capaz que lo mantengan un
tiempo en el restaurante ganando un mísero salario. Si es malo… más les vale
pensar comprar un taxi.
Según
mis cifras, cerca de doce mil estudiantes de gastronomía en el país entran en
este círculo. Y no hablemos de Latinoamérica o del mundo. Es cierto que
estudiar gastronomía es algo entretenido. Pero de ahí a ser parte de los
privilegiados, es un camino que pocos están dispuestos a soportar.
No
nos engañemos entre gitanos. El buen cocinero nace y no se hace. Es posible que
aprenda técnicas y un vocabulario gastronómico decente, pero estudiar
gastronomía para cocinarle a la familia los fines de semana no puede ser el
objetivo final de los estudiantes. Definitivamente, el set de cuchillos que les
hacen comprar al ingresar al primer semestre, no les servirá para nada.
Duro,
pero real. (JAE)