UNA PEQUEÑA GUÍA PARA SUS
PROXIMAS VACACIONES
Cada
época tiene sus manías. A los romanos les gustaba ver a los leones arañándoles
el culo a los cristianos. A los chinos les encantaban los jarrones. Y ahora, lo
que nos gusta es viajar. Viajar a cualquier lado. Lo mismo nos da ir a Llo-Lleo
que a Barcelona. El caso es tener el culo en movimiento como Shakira. Por eso
Shakira viaja tanto. Yo creo que -por mucho que lo digan los poetas-, viajar no
le gusta a nadie. Lo que nos gusta es llegar al destino, pero el viaje es un
cacho.
Viajar consiste básicamente en llevarse una maleta llena de ropa limpia para traerla sucia. Todo el mundo dice que viajando se aprende; pero, para ser sinceros, viajar lo que de verdad produce es que uno se tranca. Al salir de tu casa, el ojete se cierra en banda y no suelta prenda. Por eso en los aviones hay más puertas de emergencia que baños. Y en los hoteles lo saben, por eso lo que se gastan en toallas lo ahorran en papel higiénico. Siempre está empezado y con un dobladillo, que debe de ser la firma del último estreñido.
Además,
no hay nada más triste que un aeropuerto. En los aeropuertos no se ríe nadie.
Ves a la gente seria, tirada en los sillones o despidiéndose con lágrimas,
rodeada de bultos. Parece que, en vez de iniciar un viaje, les fueran a operar
de la vesícula, que por cierto, sería de gran utilidad en los viajes largos. Ya
que vas tan aburrido y tan incómodo, que esos viajes se podrían aprovechar para
operarse de algo. En vez de jugo, un trapo con cloroformo, de forma que cuando
llegues a Ibiza, además de no tener jet lag, llegarías a tu destino con un
lifting, una liposucción y tres hígados, que en Ibiza te van a hacer falta, con
eso de la barra libre.
En
el avión, todo está preparado para jorobarte. ¿Por qué cuando despegas y
aterrizas hay que plegar la bandejita? "Huy, gracias, por si acaso hay un
accidente y morimos todos. Y también hay que poner el respaldo recto para que
el de atrás pueda plegar la bandejita, debe ser... O eso, o para morir
incómodo. Claro, que si te agobias siempre puedes conectar el aire acondicionado,
ese chorro potente y direccional que te permite tener tres centímetros de la
cabeza muy fríos... Hay gente que con este sistema se ha quitado las verrugas
de la nuca.
Luego
hay que reconocer que el cinturón de seguridad tampoco es maravilloso. El túnel
del terror de Fantasilandia tiene un sistema bastante más elaborado. Claro que acá
lo ponen para que nadie pueda pegarle al fantasma.
Ahora
la cosa es comprar los pasajes por Internet, que es un sinónimo de "no
gastarse". Por Internet puedes, por ejemplo, arrendar una casa en el campo
para hacer turismo rural.
Y hay que explicar un poco lo que es el turismo rural, que no es que un
campesino vaya a la ciudad, es más bien al revés. Vas tú donde el campesino
para que se ría de ti. El lugar es una casa en ruinas al precio de un loft en Dubai.
A cambio, las vistas a través de las mosquiteras son preciosas. Menos mal que
siempre puedes contratar unas excursiones que consisten en subir un cerro para
ir a un manantial donde el agua sale súper pura. Pero descubres que no la
puedes beber, porque está tan fría que si tomas un trago te duele la cabeza
toda la tarde.
Misterios
de los viajes.
Si
el turismo rural no es lo tuyo, siempre te puedes matricular para un viaje en grupo, que es
divertidísimo. Vas con unas personas a las que no conoces para nada, pero de
repente es ¡tú grupo! Todos siguen al señor de la banderita, porque él es tu
único contacto con la realidad, y crees que si pierdes al guía vas a morir,
porque es el único que sabe frases claves para espantar a los que piden dinero
en varios idiomas.
Pero
lo peor de los viajes en grupo son las amenazas. Se pasan todo el rato
amenazando: "Ahora vamos a parar aquí 20 minutos. ¡Pero si en 20 minutos
no regresan, nos iremos y los dejaremos abandonados aquí, en Kurcijistán!
¡Donde los hombres son violentos… y muy puntuales!".
En
estos viajes se suele ir en buses que se caracterizan por tener un vídeo sin
sonido y un micrófono con el que no se entiende nada: "Y no se pierdan
aquí la excelente visión del majestuoso Sdlkjsfdkfj, donde es muy fácil ligar
con mujeres si se entra con un dñalskdsdf. Ellas se les tirarán a los brazos y
les harán una ñlsjsdfkj". Aquí también te suelen amenazar: "¡Pero
cuidado con las mujeres de Kurcijistán, porque si usted hiciera algo como
sdkfjlkajsd, les esperaría una muerte lenta y dolorosa!".
Si
no quieres estas incomodidades, siempre puedes hacer el turismo sin turismo,
conocido como "los hoteles
con pulsera". La idea no puede ser mejor: comer y beber hasta
reventar. Este turismo suelen elegirlo los recién casados, con el siguiente
pensamiento: ¿para qué nos vamos a esperar hasta los 40 para ponernos gordos si
en una semana podemos ver cómo será nuestro futuro? Y tú, que te habías casado
con una chica preciosa, vuelves a Chile con tu nueva bruja oliendo a coco y con
la cabeza llena de trenzas. En cambio, tú vuelves tan gordo y con tan poca
movilidad que te tiene que limpiar el culo un pájaro.
Los
que más ganas tienen de viajar son los jóvenes, porque es lo más parecido a
irse de casa que pueden hacer. Para estas necesidades, los gobiernos europeos
han inventado una cosa que se llama Interrail. En esta modalidad, el reto consiste en irse lo más
lejos posible y conseguir volver sin haber gastado dinero. Cuando vuelve
alguien de Interrail le preguntas: "¿Qué has comido en Austria?".
"Mortadela"... "¿Y en Checoslovaquia?". "Mortadela"...
“ En Alemania". “Mortadela”…
Seducir
en el Interrail es complicado. Normalmente con rubias y morochas que también
están de viaje, con lo cual ya no te fijas si es guapa o no. Es más importante
saber cuántos días lleva sin ducharse. ¿Y qué le ofreces a una chica en esa
situación? No es fácil: "Eh, linda... Si te quedas conmigo, quiero que
sepas que tengo una lata de jurel que tiene tu nombre. ¿Y qué te parecería un
poco de agua potable?".
Está
claro que el famoso tren triunfa más por la fama que tiene que por lo que es en
realidad, que te dicen: "Vete a Noruega”. Y llegas allí y te encuentras
con tu amigo en una estación que está en un descampado, y entre los dos reunen doce
euros, y otros tipos te quitan los calzoncillos, la lata de jurel y el bolsillo
con el pasaporte que te cosió tu madre al forro de los bermudas. Y tú,
mientras, piensas: ¡qué bien estaría en Santiago con mis padres comiéndome un
asado!
Pero
de todas las formas que hay de hacer turismo, la más extrema es el turismo en pareja. El
viaje es muy diferente si lo haces con tu amante que si lo haces con la mujer
estable. Con la pareja estable es como si estuvieras haciendo el servicio
militar. Madrugas más que cuando vas a trabajar porque no te puedes perder el
desayuno. Si vas con la “otra” y te pierdes el desayuno da igual, te tomas un
café por ahí o vas directo al aperitivo.
Pero
la pareja estable lleva un plan de viaje que ella ha preparado durante seis
meses: se ha metido en todos los foros de Internet y ha subrayado toda la guía
Lonely Planet. Algunas llevan tatuado en el pecho los itinerarios que hay que
seguir, como el de Prison Break.
Y
es mucho peor si la pareja viaja en auto, porque eso ya es un no parar de
discutir. Antes se discutía porque, cuando te perdías, ella te decía:
"Para y pregunta". Ahora llevan Waze, pero la mujer, en general, no
cree en los aparatos. A ella le gusta desplegar el plano, metértelo en un ojo,
taparte toda la visibilidad, y luego lo dobla mal y queda más gordo que El Código
Da Vinci y no cabe en la guantera, así que lo tira al asiento de atrás con el
resto de porquerías que ha ido tirando: una bolsa de papas fritas, unas hawaianas,
los diarios gratuitos, el pareo, cuatro piedras de recuerdo, una manzana del
desayuno del hotel (por si le daba hambre), botellas de agua de varios días
(calentita y con sabor a plástico)...
No
puedes parar ni a echarte una siesta porque ella quiere ver todas las piedras
del Foro. Y te va leyendo a quién pertenece cada pedrusco: "Ésta es la
casa de Trajano, ésta es la de Plinio el Viejo, ésta es la de Tito
Livio...".
En
fin, feliz verano, disfruten los viajes, y si tienen que cometer un delito, háganlo
al regreso, ya que las cárceles del extranjero son horribles y además no
entienden cuando les gritas: "¡No, por favor!".