EL SÁNGUCHE NUESTRO DE
CADA DÍA
El
pan se ha convertido este último tiempo en un “best seller” y por ende cientos
de emprendedores que visualizan este producto como una forma de hacer buen
dinero, lo consideran como esencial para sus nuevas aventuras gastronómicas.
Creo –con la seguridad de no equivocarme- que siete de cada diez
emprendimientos gastronómicos de este último tiempo, son locales sangucheros.
Es
cierto que somos un país consumidor de pan. Las estadísticas lo tienen claro
(98 kilos per cápita anual) y la demanda reafirma todo lo dicho. Atrás quedaron
los tiempos del Dominó y la Fuente Alemana como los grandes referentes de
nuestra propia comida chatarra. En la actualidad suman cientos las variedades
de sánguches y como la demanda existe, cada día se abren más negocios
relacionados con este producto.
Fuentes
de soda y sangucherías deberían tener el éxito asegurado. No hay duda de ello.
Pero tampoco podemos engañar a los emprendedores que piensan que una
sanguchería es la solución para sus problemas económicos y a la vez convertirse
en un empresario exitoso. Desde la distancia se ve fácil juntar un pedazo de
carne con un churrasco y un par de vegetales, lo que impulsa a cualquiera a
colocar un local de este tipo. Lo que nadie les ha dicho es que una sanguchería
es tanto o más difícil que tener un restaurante y –obviamente conservando las
inversiones- es muy difícil (por no decir imposible) mantenerse en el tiempo.
Y
como las sangucherías están de moda, es lógico que los emprendedores –que no
son empresarios- piensen establecer una de ellas. De hecho aparecen como
callampas en el bosque. Si usted, lector, tiene dinero (y mucho) apueste por
esta especialidad. Si usted, lector, está en el promedio de los que no saben
qué hacer con ese par de lucas que tiene ahorradas para el futuro, váyase a
la Fuente Alemana, cómase un Rumano y ya
saciada el hambre, piense con el cerebro, ya que una sanguchería no es la
solución que anda buscando. (JAE)