El
cliente del Ox no transa. Es posible que de vez en cuando visite otras
parrillas capitalinas, pero siempre regresa a su origen. Está acostumbrado a un
servicio de primera, que lo llamen por su nombre, que le cocinen la carne a su
gusto y también a la seguridad que le entrega el local, tanto higiénica como
personal. El lugar no es farandulero y se respeta el anonimato. Sin embargo,
para tener contentos a estos especiales clientes es fundamental variar cada
cierto tiempo la carta y adecuarla a las nuevas necesidades de sus comensales.
Por ello y de vez en cuando, su chef, Daniel Galaz, viaja por las capitales del
mundo para empaparse con nuevas ideas y traspasarlas luego a sus clientes, un
aporte que se aprecia en cada cambio de carta que realiza este lugar.
El
cliente del Ox es en su gran mayoría nacional. Poco extranjero en sus mesas.
Acá el cliente rara vez se fija en el valor de un plato. En su justa medida,
cada preparación tiene su precio y cada peso ocupado va en directo beneficio de
la calidad del producto. Si es ofrecer un plato que sea la unión entre chuletas
de cordero y de ciervo entrelazadas (24.900), quiere decir que la calidad de
ambos productos es de primera y no se escamotearon recursos para conseguir el
éxito. Otros posiblemente cansados de la parrilla opten por un Risotto con
ossobuco y tuétano trufado (14.900) y salgan cantando el aleluya por tan
magnífica preparación.
Un
soberbio Congrio frito en panco con charquicán y ensalada de pico de gallo
(16.900) es otra de las novedades que muchos de sus clientes destacan. La idea,
según nos cuenta el chef, es no cansar al cliente frecuente ni a sus invitados,
ofreciéndoles una carta que, si bien la carne de res es la estrella, las
opciones gastronómicas sean mayores, como un maravilloso Confit de pato
(14.900), un sabroso pollo orgánico a la parrilla (9.900) o simplemente un rico
charquicán (7.900), como esos que hacía la abuela.
Económico
no es. Tampoco lo son las otras parrillas Premium que han inundado Santiago. La
buena carne, como las de Chile Beef (en el caso del Ox) o importadas de los
Estados Unidos, Argentina y Brasil –o mezcla de ambas- son en su mayoría de precios
elevados. En el caso de estas parrillas no hay que confundir exclusividad con
precios exorbitantes (a no ser que se pida lo más caro de la carta). Aun así, y
si ponderamos como ejemplo el precio de una centolla –nuestro crustáceo
insignia- es más económica comerla en el Ox que en el Mercado Central, algo que
parece ridículo, pero es real.
Si
a todo esto le sumamos un servicio de calidad, una carta de cócteles innovadora
y vinos de todas las latitudes, habrá que tener presente el Ox para visitarlo
en una ocasión especial. No es –obvio- un comedor diario, pero el trabajo que
han realizado durante estos once años de vigencia, merece una visita tan
distinguida como la suya. ¡No se arrepentirá!
Ox / Av. Nueva Costanera
3960, Vitacura / 22799 0260