LA PELIRROJA
N de la D: En
Lobby no queremos agobiarlos con el Coronavirus y todo lo que se viene. Por
ello volvemos a incluir en esta entrega a nuestro irrespetuoso Don Exe, con al
fin de que su encierro sea algo más agradable. Si nos brinda una sonrisa,
estaremos cumpliendo con nuestro compromiso que asumimos hace más de treinta
años.
Los
domingos son fomes esté donde se esté. Hay un algo inexplicable en el ambiente.
Tienen razón los que hablan de fomingos.
Me
levanté aburrido. Leí el diario por Internerd ya que así me ahorro unos
pesitos. Llamé a mi paquita con la sana intención que me invitarla a almorzar y
me contó que estaba trabajando. Luego, otra amiga me mandó a la cresta. ¡Me
acosté a las siete de la mañana Exe y ando con una caña que ni te cuento!
¡Llámame el jueves!
Mala
cosa. Todo partía al revés.
De
aburrido y lateado salí a estirar las piernas. Encaminé mis pasos hacia la
plaza Ñuñoa y aparte de una viejita con una bolsa de yute que traía del
almacén, no me topé con nadie más. ¿Dónde se habrían metido todos?
Feo
panorama. Pero algo distrajo mi atención. En una banca de la plaza encontré
sentada a una pelirroja ma-ra-vi-llo-sa. Andaba de shorts, hawaianas, una raída
blusa que mostraba harta pechuga y una mochila a su lado. Me acerqué a ella y
más encantado quedé. Fumaba, por lo tanto, era una buena excusa para pedirle
fuego. Me detengo a su lado y mostrándole el cigarrillo, le digo.
-
Perdona, pero se me quedaron los fósforos en la casa. ¿Me puedes ayudar?
Me
pasa su encendedor y me dirige un par de palabras inentendibles.
-
¿Hablas español?... ¿Spanish?
Movió
la cara negativamente.
-
¿French?
Igual
movimiento negativo.
Saca
un mapa de su mochila y me muestra su lugar de origen ¡Era holandesa! Por tanto,
hablaba en neerlandés y con cueva algo de alemán.
-
Kannst du Deutsch? –dice ella
Ahora
el que movió la cabeza negativamente fui yo.
Ambos
reímos. No teníamos por donde comenzar una amistad. Le dije con las manos que
esperara y llamé a una amiga alemana para que me diera un par de datos. El
calor y la calentura llamaban a una fría cerveza y posiblemente un sanguche.
Pero había que saber cómo se decía en alemán. De mala gana ya que la había
despertado, mi amiga me da la traducción.
Bier
trinken?
Hunger
haben?
La
pelirroja sonríe y acepta con un gesto de aprobación. Como en Las Lanzas sé
positivamente que nadie entiende ni sabe nada de alemán, preferí llevarla a la
Fuente Suiza, capaz que allí sí. La guacha tenía sed y hambre y solita se mandó
al buche dos fricas y una gorda, además de tres shops. Bueno, era una
mochilera. Yo, un lomito con palta y dos shops.
Ocupamos
varias servilletas para comunicarnos. Así supe que se llamaba Drika y que tenía
34 años. En otro dibujo que hizo me enteré que quería darse una ducha y
cambiarse de trapos. Le ofrecí mi departamento y nuevamente sonrió.
-
Danke, Exe. Sehr liebenswürdig!
Le
pasé una toalla grande y el secador de pelo de mi paquita. Le indiqué dónde y
cómo cerrar la puerta del baño y le mostré el lugar donde estaba el jabón, el
shampoo y acondicionador. Ella entró al baño con su mochila, hizo un mohín y me
besó la punta de la nariz, mientras siento su mano incursionar por mi bragueta.
Ni
saben lo que me imaginé. Más feliz que unas pascuas me senté en el bergere a
esperarla. Antes, obvio, pasé por mi dormitorio y me tomé una pastillita azul.
No quería (ni podía) fallar en estas circunstancias.
Las
cervezas hicieron estragos. Me quedé profundamente dormido y desperté
sobresaltado. La ducha aun corría y así continuó por diez largos minutos.
Golpeé la puerta del baño y no tuve respuesta. En esos momentos pensé que la
gringa estaba desfallecida con tanta agua. Abro y veo la cortina corrida, la
ducha funcionando y nadie en el baño. Tampoco estaba el secador de pelo y menos
el shampoo, el jabón ni los perfumes de Sofía. La condenada se los había
llevado. Fui al escritorio y tampoco estaba mi notebook. ¡Gringa
chuchasumadre!, grité.
Llamé
al conserje y me contó que “mi amiguita” había salido veinte minutos atrás.
Salí tras ella y lógicamente no la encontré. Fui a la comisaría a estampar la
denuncia y cuando estaba dándole los datos del computador a un carabinero de
guardia, aparece Sofía, mi paquita.
-
¿Qué haces aquí, Exe?
No
tuve más remedio que contarle mi aventura.
-
Eres un estúpido Exe. Nunca aprenderás. Parece que lo lacho te supera. La
holandesa no es tal. Vivió en Holanda, es cierto, pero es una ratera que
engatusa a veteranos como tú. Menos mal que la sacaste barata. La “gringa” te
metió una pastilla en la cerveza para que te durmieras mientras ella revisaba
tu departamento. Suerte la tuya que no tienes tarjetas de crédito ni cheques.
Es una de sus especialidades. Parece que tendré que enseñarte mucho. No sé por
qué te quiero tanto, debe ser que te pareces a mi papá. ¡Arriba el ánimo,
hombre! En cinco minutos termina mi turno. ¿Vamos por una cerveza a la Fuente
Suiza y luego a tu departamento?
¡Qué
domingo!
Exequiel Quintanilla