martes, 19 de mayo de 2009

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR

CITA A CIEGAS
Los caminos de la vida

Entramos a la más completa oscuridad. Nos recibe Maribel. Pienso que nos sonríe pero no alcanzo a distinguir nada de ella. Es una experiencia extraña. Como quedarse ciego de un momento a otro. No se ve absolutamente nada. Ella nos tranquiliza y le pide a mi amiga que le tome la mano y que yo, atrás de ellas, agarre el brazo de mi acompañante. – No se preocupen, nos alcanza a decir con una dulce voz mientras comenzamos a caminar en el negro más absoluto de nuestras vidas. Sólo tropecé con una silla que sería la mía durante un par de horas. Maribel nos acomoda en una mesa, se coloca al lado de nosotros y nos pide que con las manos vayamos identificando los objetos que hay en la mesa. Logre identificar dos cuchillos a mi derecha y dos tenedores a la izquierda. Una cuchara y un tenedor al frente. Una copa para vino y un plato panero con su correspondiente cuchillo. Trataba de ver a mi acompañante y solo encontraba su voz. Esa es la idea, nos contó Maribel. Es la única forma de entrar al mundo de los ciegos y saber sus realidades.

Mientras llegaba el primer vino de la noche, donde llegamos a la conclusión que era un chardonnay con poca barrica (sin saber aun si nuestra apreciación fue la correcta), me dedique a conversar con mi contertulia de este experimento y de otras banalidades. Es increíble, pero pienso que a pesar de conocerla y considerarme su amigo, conocí más de ella en un par de horas a ciegas que en años de vernos periódicamente. Hay un algo, quizá una necesidad de aproximación cuando falla un sentido. Y en esos momentos los dos estábamos sin uno de los que consideramos indispensables para nuestras vidas. La vista.

Maribel vive en La Cisterna con su familia. Estudia en la escuela Hellen Keller de Ñuñoa, practica tres veces a la semana la jabalina en una cancha en Maipú, “una lata que no nos den recursos si no tenemos marcas mínimas”, comenta. Se prepara para ser una masoterapeuta de las buenas, pololea y se siente feliz. “Me gustaría tener un perro-guía, pero son carísimos. Por eso sigo viajando con mi fiel bastón blanco” ironiza. Viaja diariamente en Metro y en el Transantiago y llega a este último trabajo de moza en el recorrido 405 y se baja luego de “sentir” al bus recorrer una rotonda. El paradero siguiente es el suyo. Se ahí, camina hasta el restaurante., lugar donde nosotros llegamos a cenar la noche del viernes pasado.

Aunque la idea inicial era no contarles a los comensales lo que comen, los encargados del proyecto decidieron desechar la idea ya que ello provocaba algunos problemas y sobresaltos en los clientes. Por ello, y durante el tiempo que duren estas cenas, el menú y los vinos serán explicados por los mozos (todos ciegos), aunque está abierta la posibilidad de que se salten ese paso y usted adivine los ingredientes de cada plato. Algo muy entretenido para los conocedores, peso sí desgastante para los que están acostumbrados a ver lo que comen y beben.

La experiencia se realizará todos los lunes a las nueve de la noche en el restaurante World Delicatessen (WD) de Av. Nueva Costanera y por motivos de capacidad sólo se permitirá el ingreso a 20 personas en la sala. Una aventura que se recordará para siempre y que cambiará totalmente el concepto de los clientes ante estos mozos ciegos que lo atienden.

Detalles: las mesas son para dos; la gastronomía es preparada por chefs del WD así que es a prueba de todo en calidad y perfección aunque me habría gustado jugar algo más con texturas y sabores diferentes. Le solicitarán apagar su celular o dejarlo en la recepción al igual si se tiene reloj que se pueda iluminar y obvio, hay que reservar con anticipación. No es precisamente un lugar romántico como se podría pensar y si por alguna razón el lector no se habla con su acompañante… no se lo aconsejo. Sin embargo, es un buen lugar y ocasión para destapar y curar heridas.

Fue curioso y emocionante a más no poder. Luego de una cena donde ocupe tenedores, cuchillos y los dedos de las manos seguimos conversando largo rato antes de salir a “ver la luz”. La experiencia, imperdible y única. Y como estas cenas no durarán para siempre, le aconsejo una pronta visita la cual también es altruista, ya que el 20% del monto de la cuenta final servirá para implementar esta escuela que recibe solamente recursos estatales y que necesita siempre ayuda. Para mí, uno de los acontecimientos gastronómicos de este año. (Juantonio Eymin)

WD: Av. Nueva Costanera 3664, Vitacura, fono reservas 789 4047