GRAN MUSEO PERÚ FUSIÓN
Cuando salga esta crónica, el Gran Museo Perú Fusión aun no completará tres semanas de su apertura. Nuevito, por así decirlo. Y se dieron el lujo –y el arrojo- de presentarlo a los especialistas aun a sabiendas que no todas las piezas funcionan a la perfección. A pesar de que el propietario, el peruano Pablo Vega, tiene otro establecimiento en la capital, la experiencia para él también sería nueva. Comida peruana fusión, algo difícil de describir y aun más, de entender.
Partimos a la peruana. Un buen pisco sour nos recibe. Salsa picante de rocoto y buena panadería también, la que sirvió para aplacar el apetito mientras llegaban los platos de una lenta cocina. Las entradas fueron peruanas. Cebiches y piqueos varios de gran sabor y sazón pero con un uso descomedido de ají no moto. Por mucho umami, quinto sabor o un potenciador del gusto, queda un algo raro en lo más profundo del paladar una vez consumido en cantidades. Quizá un poco menos de ají no moto y un poco más de sazón propia sería el ideal. Con pocos vinos aun de una desconocida carta, brilló el Sauvignon blanc y el cabernet sauvignon Gran Reserva de Tarapacá.
El chef y personal son oriundos del Perú. Llegaron no hace más de un mes a Santiago y aun se sienten extraños por acá. El servicio es bueno y creo que poco a poco será mejor. El ambiente está pensado para mostrar la famosa cultura inca y aunque es algo kirch en parte, no molesta. Me habría gustado con menos réplicas a cambio de una mejor decoración, pero donde manda capitán…
Urge, antes de que crezca, algo de reingeniería en la cocina. De la básica pero necesaria. Por esperar unos platos de fondo que requerían una mayor preparación, el mío llegó frío a la mesa. Un esperanzador tacu tacu que había cifrado todas mis ilusiones. Un detalle, pero muy significativo. ¿Se lo calentamos?, preguntó el mozo. Otro error… y de los grandes.
Hay que darle una vuelta de tuerca al Gran Museo antes de que terminen de afinar las piezas. Probé un par de platos de su cocina fusión (como un mahi mahi con salsa de lúcuma) que poco se fusionaba. Buena mano en la cocina hay. Son capaces de hacer un puré de pallares de gran calidad, sin embargo pienso que hay que tener cuidado con lo que se fusiona. Además que la famosa palabrilla “fusión” ya está algo pasada de moda en las cocinas de la capital.
Buenos los postres. Por eso insisto que hay una disposición a realizar bien las cosas en la cocina. Corregir y corregir deberá ser el norte de este lugar. Hay un aporte y eso hay que agradecerlo. Pero una cosa es decir que el lugar es cálido y otra es que uno transpire por el calor que emana de su calefacción. Si corrigen los detalles, será una muy buena alternativa para los vecinos del barrio alto santiaguino (Juantonio Eymin)
Gran Museo Perú Fusión: Lo Gallo 1766, Vitacura, fono 202 9061
Cuando salga esta crónica, el Gran Museo Perú Fusión aun no completará tres semanas de su apertura. Nuevito, por así decirlo. Y se dieron el lujo –y el arrojo- de presentarlo a los especialistas aun a sabiendas que no todas las piezas funcionan a la perfección. A pesar de que el propietario, el peruano Pablo Vega, tiene otro establecimiento en la capital, la experiencia para él también sería nueva. Comida peruana fusión, algo difícil de describir y aun más, de entender.
Partimos a la peruana. Un buen pisco sour nos recibe. Salsa picante de rocoto y buena panadería también, la que sirvió para aplacar el apetito mientras llegaban los platos de una lenta cocina. Las entradas fueron peruanas. Cebiches y piqueos varios de gran sabor y sazón pero con un uso descomedido de ají no moto. Por mucho umami, quinto sabor o un potenciador del gusto, queda un algo raro en lo más profundo del paladar una vez consumido en cantidades. Quizá un poco menos de ají no moto y un poco más de sazón propia sería el ideal. Con pocos vinos aun de una desconocida carta, brilló el Sauvignon blanc y el cabernet sauvignon Gran Reserva de Tarapacá.
El chef y personal son oriundos del Perú. Llegaron no hace más de un mes a Santiago y aun se sienten extraños por acá. El servicio es bueno y creo que poco a poco será mejor. El ambiente está pensado para mostrar la famosa cultura inca y aunque es algo kirch en parte, no molesta. Me habría gustado con menos réplicas a cambio de una mejor decoración, pero donde manda capitán…
Urge, antes de que crezca, algo de reingeniería en la cocina. De la básica pero necesaria. Por esperar unos platos de fondo que requerían una mayor preparación, el mío llegó frío a la mesa. Un esperanzador tacu tacu que había cifrado todas mis ilusiones. Un detalle, pero muy significativo. ¿Se lo calentamos?, preguntó el mozo. Otro error… y de los grandes.
Hay que darle una vuelta de tuerca al Gran Museo antes de que terminen de afinar las piezas. Probé un par de platos de su cocina fusión (como un mahi mahi con salsa de lúcuma) que poco se fusionaba. Buena mano en la cocina hay. Son capaces de hacer un puré de pallares de gran calidad, sin embargo pienso que hay que tener cuidado con lo que se fusiona. Además que la famosa palabrilla “fusión” ya está algo pasada de moda en las cocinas de la capital.
Buenos los postres. Por eso insisto que hay una disposición a realizar bien las cosas en la cocina. Corregir y corregir deberá ser el norte de este lugar. Hay un aporte y eso hay que agradecerlo. Pero una cosa es decir que el lugar es cálido y otra es que uno transpire por el calor que emana de su calefacción. Si corrigen los detalles, será una muy buena alternativa para los vecinos del barrio alto santiaguino (Juantonio Eymin)
Gran Museo Perú Fusión: Lo Gallo 1766, Vitacura, fono 202 9061