LA COCINA DEL KENNEDY
Un chiche
Muchas veces uno se pregunta el porqué de la existencia de cocinas sólidas que no tienen el respaldo esperado. ¿Falta de algún chef mediático que incentive a visitar el lugar? ¿Pocas visitas de la prensa especializada? ¿Un comedor con pocas pretensiones?
Un chiche
Muchas veces uno se pregunta el porqué de la existencia de cocinas sólidas que no tienen el respaldo esperado. ¿Falta de algún chef mediático que incentive a visitar el lugar? ¿Pocas visitas de la prensa especializada? ¿Un comedor con pocas pretensiones?
Las razones pueden ser muchas pero las sorpresas que uno se puede llevar al visitar alguno de estos restaurantes perdidos en la memoria colectiva son, la mayoría de las veces, más que agradables.
Como en el Kennedy. Más bien dicho en su restaurante Aquarium. Siempre he disfrutado de su buena cocina pero al estar fuera del circuito gastronómico pocas veces he regresado a este lugar. Sin embargo, una reunión de amigos me llevó al Aquarium la semana pasada. Almorzamos en una calefaccionada terraza al costado de la piscina de este hotel boutique. Una copa de Mumm para partir. Mesas amplias de albos manteles, cuchillería y vajilla ad-hoc. Pancitos con hierbas y una delicada puesta en escena a pesar de la hora. Un atento maître nos recibe el pedido. Sin sorprenderlo, pedimos una degustación de entradas variadas para probarlas… Y ahí comenzaron las sorpresas…
Supimos después pero es importante ponerlo en un inicio. No hay chef ejecutivo en el lugar. Existe un supervisor operativo en alimentos y bebidas y otras gerencias que se juntan todos los lunes del año a planificar menús y platos. Cuatro cocineros lideran las sartenes: Roberto Araya, Guillermo Guiñez, Rafael Farias y el pastelero Ramón Vilumir bajo la tutela de Claudio Hinostroza, el supervisor. Lo hacen todo en una cocina que trabaja a la perfección: cheese cake de queso de cabra; carpaccio de atún y de wagyu; grandes camarones ecuatorianos marinados en especias y con gazpacho, una sinfonía de color y sabor que acompañamos con un buen Nimbus Sauvignon blanc del 08.
Corvina, congrio y pasta fueron los fondos solicitados. Y llegaron en porciones mayúsculas. Platos cuyos acompañamientos bien podrían ser otro plato de la carta como una deliciosa lasaña de queso fresco con vegetales y salsa de mantequilla, o una humita con ostiones con salmón ahumado. Los pescados, en su punto, nada que decir; la pasta, fettucinis con machas, camarones y su salsa, una gloria.
Pero si todo tiene niveles sorprendentes, los postres son el non plus ultra del Aquarium. Demás está decir que el hotel lo manejan manos femeninas. Y pareciera que se esmeran en ellos. Pocas veces he probado un caramelizado de manzanas de tan alta factura como el que preparan y ni hablar del caramelizado de papayas… un must imperdible en cualquier visita. No faltan los postres de chocolate ni los helados de nuevos sabores como el de harina tostada. Toda una fiesta dulce.
Cuesta encontrar emprendimientos hoteleros manejados por mujeres. Los ejemplos son contados con los dedos de las manos. Pero en esta “casa grande” como le llaman a veces a estos recintos, se nota esa mano por doquier. Y aunque la hotelería sea una cosa de hombres, como dicen, es tremendamente grato tener este tipo de lugares como el Kennedy, donde se esmeran en entregar mucho más allá que un plato de comida o una bebida. Hay un algo, un “no-se-qué” que lo hace diferente y grato. Y uno se siente cómodo, acogido y feliz.
Intégrelo a su ruta gastronómica. No se arrepentirá. (Juantonio Eymin. Fotos, Rodolfo Gambetti)
Aquiarium: Hotel Kennedy: Av. Presidente Kennedy 4570, fono 688 2132
Como en el Kennedy. Más bien dicho en su restaurante Aquarium. Siempre he disfrutado de su buena cocina pero al estar fuera del circuito gastronómico pocas veces he regresado a este lugar. Sin embargo, una reunión de amigos me llevó al Aquarium la semana pasada. Almorzamos en una calefaccionada terraza al costado de la piscina de este hotel boutique. Una copa de Mumm para partir. Mesas amplias de albos manteles, cuchillería y vajilla ad-hoc. Pancitos con hierbas y una delicada puesta en escena a pesar de la hora. Un atento maître nos recibe el pedido. Sin sorprenderlo, pedimos una degustación de entradas variadas para probarlas… Y ahí comenzaron las sorpresas…
Supimos después pero es importante ponerlo en un inicio. No hay chef ejecutivo en el lugar. Existe un supervisor operativo en alimentos y bebidas y otras gerencias que se juntan todos los lunes del año a planificar menús y platos. Cuatro cocineros lideran las sartenes: Roberto Araya, Guillermo Guiñez, Rafael Farias y el pastelero Ramón Vilumir bajo la tutela de Claudio Hinostroza, el supervisor. Lo hacen todo en una cocina que trabaja a la perfección: cheese cake de queso de cabra; carpaccio de atún y de wagyu; grandes camarones ecuatorianos marinados en especias y con gazpacho, una sinfonía de color y sabor que acompañamos con un buen Nimbus Sauvignon blanc del 08.
Corvina, congrio y pasta fueron los fondos solicitados. Y llegaron en porciones mayúsculas. Platos cuyos acompañamientos bien podrían ser otro plato de la carta como una deliciosa lasaña de queso fresco con vegetales y salsa de mantequilla, o una humita con ostiones con salmón ahumado. Los pescados, en su punto, nada que decir; la pasta, fettucinis con machas, camarones y su salsa, una gloria.
Pero si todo tiene niveles sorprendentes, los postres son el non plus ultra del Aquarium. Demás está decir que el hotel lo manejan manos femeninas. Y pareciera que se esmeran en ellos. Pocas veces he probado un caramelizado de manzanas de tan alta factura como el que preparan y ni hablar del caramelizado de papayas… un must imperdible en cualquier visita. No faltan los postres de chocolate ni los helados de nuevos sabores como el de harina tostada. Toda una fiesta dulce.
Cuesta encontrar emprendimientos hoteleros manejados por mujeres. Los ejemplos son contados con los dedos de las manos. Pero en esta “casa grande” como le llaman a veces a estos recintos, se nota esa mano por doquier. Y aunque la hotelería sea una cosa de hombres, como dicen, es tremendamente grato tener este tipo de lugares como el Kennedy, donde se esmeran en entregar mucho más allá que un plato de comida o una bebida. Hay un algo, un “no-se-qué” que lo hace diferente y grato. Y uno se siente cómodo, acogido y feliz.
Intégrelo a su ruta gastronómica. No se arrepentirá. (Juantonio Eymin. Fotos, Rodolfo Gambetti)
Aquiarium: Hotel Kennedy: Av. Presidente Kennedy 4570, fono 688 2132